Quería morir primero que mi madre

Mariana
Medium en español
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3 min readJun 15, 2016

Uno de lo rezos que hacía de pequeña cuando llegaba a la cama, esos minutos antes de quedarme dormida, era que se me permitiera morir primero que mi madre. No podía imaginarme la vida sin ella, aún no la imagino, y rogaba a Dios y a todos los santos que no me permitieran presenciar nunca su partida. Con el tiempo, no solo dejé de hacer rezos por las noches, sino también dejé de pedirle a Dios que me llevara primero. No es que me volví una cobarde, sino que poco a poco la amaba aún más; lo suficiente como para no desearle nunca tal sufrimiento.

Y es que, con los años se empieza a tener más conciencia sobre cuán fugaz puede ser la vida. Antes, cuando pequeña, entendía la definición de la palabra «morir», pero mientras fui creciendo, cuando el paso del tiempo y las circunstancias inexplicables se hicieron presente en la vida de mis seres más queridos, pude comprender en mayor medida lo que significaba «dejar de existir». Cuando ya te vas haciendo mayor, reflexionas sobre lo que es ser hijo y lo que es ser padre. Luego de fallarles tanto, sobre todo, entiendes que el amor que puedes tenerles no se compara en absoluto con el amor que pueden ellos tenernos.

Sucede, también con el paso del tiempo, que empiezas a darle sentido a lo que significa «orden natural de la vida», ese que, por definición, y si no se altera, te permite ver a tu madre y a tu padre envejecer y cuidar de ellos hasta sus últimos días. Morir antes que mi madre lo hiciera —pensaba ya un poco más grande— alteraría definitivamente ese «orden» y no me dejaría estar para ella cuando más me necesitara.

«Love is love is love is love is love… cannot be killed or swept aside». —Lin-Manuel Miranda. Fuente de la imagen

Ahora que ya puedo asimilar mejor lo que la «pequeña yo» deseaba al irse a la cama, me pregunto cómo se me pudo ocurrir que podía dejar en tristeza a la persona que más amo. Aún no soy madre, es verdad, pero no me es difícil comprender que sin mí, la mujer que me dio la vida no querría vivir. ¿Cómo podría una madre despedirse de una parte de ella, de un ser que creó y amó sin siquiera conocerlo? No existe dolor más profundo. Los rostros de todos esos padres que hoy lloran a sus hijos así me lo han dicho.

Me pregunto cuántos hijos, al igual que yo, desearon morir primero que sus padres pero no tuvieron tiempo de repensarlo. Me pregunto cuántos jóvenes, puras víctimas, con tan corta vida lograron arrepentirse a tiempo, pero no les sirvió de nada. ¿Cuántos desearían regresar hoy a la vida? Aunque injusta, llena de horror y desigualdad, vale la pena regresar y vivirla si eso significa que no los verán sufrir a ellos. A sus padres.

A esas personas que hoy se han encontrado con la noticia de que sus hijos ya no regresarán… A esos padres que aún no entienden cómo lo que más amaban se les fue arrebatado en el momento erróneo, en el que no era, el que no tocaba. A todos ustedes, padres y madres biológicos y no biológicos, sé que sus hijos se disculpan por causarles la mayor tristeza de sus vidas.

A Madre: pido disculpas porque no sabía lo que deseaba cuando no sabía realmente cuánto me amaba.

En memoria de todos los hijos que murieron en Orlando.

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Mariana
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Editora, de profesión y por necesidad (y siempre en el café más cercano)