¿Por qué es importante seguir escribiendo cartas?

Mas'ud Arroyo
5 min readJun 23, 2016

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Un mensaje especial del pasado. Erre Gálvez

Cuando le pido su dirección a alguien para mandarle una carta me miran con divertida curiosidad como preguntando internamente «¿en serio?».

Estamos en una época en la que podemos considerarnos hipercomunicados. Si tienes amigos alrededor del mundo, puedes enterarte qué están comiendo en Vietnam, quienes están de vacaciones en Colombia… vaya, hasta quién sale a dar un paseo matutino en Alemania porque simplementente lo vimos en Twitter, Instagram, etc. También hay molestos grupos de conversaciones en los chats, en los cuales si te distraes puedes encontrar en una tarde cien, doscientos mensajes sin leer.

Entonces, para comunicarte con la gente que quieres: ¿cuál es la diferencia entre escribir una carta o mandar un e-mail, o escribir con alguien vía WhatsApp? El proceso, la sustancia, el alma.

Odio el correo electrónico

El correo electrónico ha sido más una necesidad que un gusto. En 2014 tuve un trabajo que me exigía comunicarme por correo electrónico y en menos de un año acumulé la cantidad de 10.000 correos respondidos, entre correos largos y chiquitos, entre respuestas cortas y explicaciones detalladas. También este año mi novia me terminó escribiendo un correo electrónico. Tengo muchas razones para tenerle muy poca estima a ese medio de comunicación.

Las cartas, por otro lado, tienen un encanto indescriptible: el proceso de escribir una carta es largo, lo primero que hace falta es tener una dirección y eso sólo es posible de conseguir cuando de verdad la persona te tiene cariño y confianza (no vaya a ser que aparezcas con una sierra eléctrica una noche de invierno). Escribir a mano involucra un ritmo personal, una marca única que te descubre como ser humano de carne y hueso y que pone de manifiesto el tortuoso camino que te tocó, para escribir esas «patas de araña» y en esa hoja de papel se van a marcar además de ideas: la falta de atención, la mala postura, el tipo de pluma, la forma de tomarla, el tipo de papel…

Además, escribir una carta indica una intención y un tiempo que se destina exclusivamente para esa actividad, no como cuando miramos una película mientras respondemos por WhatsApp con una mano y comemos palomitas con otra mano. ¡No! Necesitas dedicar tiempo para hacerla, y también, ¿por qué no?, para incluir otros detalles que sólo pueden ir en papel: diagramas, recortes, dibujos, cosas que fueron hechas con destreza o desatino con tus propias manos. Ese cariño y ese tiempo que te tomas para escribirle así a alguien definitivamente llega al corazón.

Cuando conversas por cartas los intercambios se vuelven deliciosos y lentos (en otro texto hablo acerca de las conversaciones lentas), entre respuesta y respuesta pueden pasar semanas o meses, y en ese tiempo la gente vive tantas cosas que a veces es imposible tenerlo todo en una carta.

Hay ejemplos de cartas maravillosas y poderosas: como la carta que escribe Julio Cortázar a Alejandra Pizarnik después de su intento de suicidio:

Mi querida, tu carta de julio me llega en septiembre, espero que entre tanto estás ya de regreso en tu casa. Hemos compartido hospitales, aunque por motivos diferentes; la mía es harto banal, un accidente de auto que estuvo a punto de. Pero vos, vos, ¿te das realmente cuenta de todo lo que me escribís? Sí, desde luego te das cuenta, y sin embargo no te acepto así, no te quiero así, yo te quiero viva, burra, y date cuenta que te estoy hablando del lenguaje mismo del cariño y la confianza —y todo eso, carajo, está del lado de la vida y no de la muerte—. Quiero otra carta tuya, pronto, una carta tuya. Eso otro es también vos, lo sé, pero no es todo y además no es lo mejor de vos. Salir por esa puerta es falso en tu caso, lo siento como si se tratara de mí mismo. El poder poético es tuyo, lo sabés, lo sabemos todos los que te leemos; y ya no vivimos los tiempos en que ese poder era el antagonista frente a la vida, y ésta el verdugo del poeta. Los verdugos, hoy, matan otra cosa que poetas, ya no queda ni siquiera ese privilegio imperial, queridísima. Yo te reclamo, no humildad, no obsecuencia, sino enlace con esto que nos envuelve a todos, llámale la luz o César Vallejo o el cine japonés: un pulso sobre la tierra, alegre o triste, pero no un silencio de renuncia voluntaria. Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra.

Escribíme, coño, y perdoná el tono, pero con qué ganas te bajaría el slip (¿rosa o verde?) para darte una paliza de esas que dicen te quiero a cada chicotazo.

Julio (septiembre de 1971).

O las cartas de Frida Khalo a Diego Rivera:

Diego:

Mi amor, hoy me acordé de ti aunque no lo mereces tengo que reconocer que te amo. Cómo olvidar aquel día cuando te pregunté sobre mis cuadros por vez primera. Yo chiquilla tonta, tu gran señor con mirada lujuriosa me diste la respuesta aquella, para mi satisfacción por verme feliz, sin conocerme siquiera me animaste a seguir adelante. Mi Diego del alma recuerda que siempre te amaré aunque no estés a mi lado. Yo en mi soledad te digo, amar no es pecado a Dios. Amor aún te digo si quieres regresa, que siempre te estaré esperando. Tu ausencia me mata, haces de tu recuerdo una virtud. Tu eres el Dios inexistente cada que tu imagen se me revela. Le pregunto a mi corazón por que tu y no algún otro. Suyo del alma mía.

Frida K.

Estoy completamente seguro de que esta manera de comunicarse es maravillosa, llena de magia, de vida, y que logra una conexión mucho más fuerte que el filtro de perrito de Snapchat. ¿Cuándo fue la última vez que enviaste una carta? ¿Por qué no haces la prueba y mandas una? Te aseguro que es una experiencia que vale la pena; podrás reconocerte y seguramente vas a sacarle una sonrisa a alguien, que en vez de encontrar los clásicos recibos de luz y estados de cuenta del banco, pueda ver un sobre diferente con su nombre escrito en él.

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