Sucesos

Baltasar
Medium en español
Published in
3 min readDec 1, 2015

Veo a mi ex novia de frente aunque algo desde arriba también. No se parece mucho a como era cuando estábamos juntos. Física y estéticamente digo. Lleva el pelo corto por detrás, con un medio flequillo que le llega hasta la barbilla. El pelo es mas rubio aunque con reflejos. Su maquillaje es duro y acentuado, hiper contrastante con el blanco de su piel. Si bien ella siempre llamó la atención por sus ojos (como la mayoría de las personas de redondos, perfectamente proporcionados, simétricos y hermosos ojos verdes) esta vez mi atracción hacia ellos es mucho mayor. En esa zona el negro profundo del cual las pestañas están teñidas, que rodea los ojos todos a tal punto que por momentos parece como si la aureola de negro llegara casi hasta la comisura de su boca, en otros hasta los pómulos o simplemente sobre los ojos, llama poderosamente mi atención. Como si ella, al mover su rostro (recordemos que la miro desde frente y un poco arriba) hiciera que la sombra jugara con el maquillaje sobre su cara.

Su vestir tampoco es el habitual sino que, a duras penas puedo discernir que lleva puesta ropa fina de hermosos diseños. También hay algo como un gran collar que podría ser de esferas doradas, de un brillo y un pulido impecables, pulseras con cuentas de colores muy puros, todo un estilo absolutamente atractivo para mí. Ella me habla pero yo no comprendo las palabras que surgen de su boca. Me percato de que también otras personas se encuentran con nosotros. Su mejor amiga por ejemplo, quien, en una especie de ritual en el que yo soy el centro de atención, se dirige a mí en el momento en que mi ex coloca sobre la mesa un plato blanco donde surge delante de mis ojos, con una delicadez inefable, algo así como un postre gourmet, un exquisito postre de frutos rojos. Lo relaciono en el instante con algún objeto de arte oriental, con esa sutileza, esa perfección. Al probarlo siento que es delicioso sin más.

En el preciso instante en que degusto el postre levanto los ojos y descubro que más allá se encuentra mi novia actual. La veo cerca aunque a distancia. Ella está sentada, con la espalda levemente encorvada hacia delante —con los pies sobre el asiento, casi tocando las clavículas con sus rodillas— y la mesa, a su altura, más bien a la altura a la que logro observarla, se ha transformado en esos típicos tablones sobre caballetes que suelen utilizarse en los quinchos. El tablón se ve viejo y ajado, con restos de pintura. Ella lleva puesto nada más que su bikini y su piel se ve transpirada y sucia, como si hubiera pasado una tarde de extremo calor tomando sol en el río. Las plantas de sus pies arriba del banco dejan ver la costra gris producto del andar descalza todo el día, sobre cualquier terreno. Veo que con sus dos manos arriba de la mesa, con una actitud algo simiesca, sobre un plato azul de plástico de campamento (obviamente viejo y rayado a esta altura) está aplastando una banana ya madura por demás. A un lado del plato se encuentra la cascara de la magullada banana y al otro un frasco de miel, hasta la mitad, pegajoso y chorreado en el borde. Presumo que prepara banana con miel de postre. Deduzco que lo prepara solo para ella y que no me convidará ni un bocado.

--

--