Terremoto en Twitter
De la debacle ciberespacial a la celulosa eterna
Tuit
Del ingl. tweet.1. m. Mensaje digital que se envía a través de la red social Twitter® y que no puede rebasar un número limitado de caracteres. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA
Hace más de dos años fui curador en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia de una serie de mesas redondas en las que se discutía del uso y múltiples posibilidades de Twitter. Periodistas, filósofos, tecnólogos, artistas plásticos y sobre todo escritores expusieron perspectivas y experiencias creativas fascinantes. Hubo casi una fiebre en torno a los foros, la mayoría de las veces apasionada, y se acabaron generando hashtags como #140cc y Twiteratura, de los cuales el colectivo virtual acabó apropiándose. ¿Es hora de que la literatura abandone el papel?, era la pregunta recurrente.
Por supuesto, una sesión cada quince días por poco más de un año acabó curándome en vida y moderó mi adicción a escribir tuits.
Anoche leí sobre el éxodo de cuatro altos ejecutivos de Twitter que, en protesta ante el despido de 336 empleados por el nuevo CEO y cofundador, Jack Dorsey, abandonaron el equipo. Twiter parece derrumbarse. Líneas más abajo expondré mi inquietud por el asunto, si vale decirlo, más por un interés literario que cibernético.
Viene al caso dedicar unas breves líneas a la debacle de Twitter. Como todo fenómeno social/virtual, el boom de esta red fue tal que pronto se pensó en su capitalización, de modo tal que en 2013 empezó a cotizar en la Bolsa, con 45,10 dólares por acción, volviendo multimillonario a Jack Dorsey. En menos de tres años la realidad cruda se impuso a los sueños y justo el día de hoy sus acciones están en 17,25 dólares. Los ejecutivos de la red de San Francisco están pasmados, apenas atinan a responderse sobre lo ocurrido. Twitter no es Facebook: su naturaleza es radicalmente distinta y, por tanto, no debe esperar que la venta de publicidad le funcione igual que al gran monstruo de redes, ni, mucho menos, enriquecer accionistas con tan sólo 140 caracteres por spot publicitario. Su rentabilidad (no necesariamente económica) debe atisbar otros senderos, pues no deja de ser la red por excelencia para enterarse de noticias en tiempo real, opiniones, tendencias, etc. ¿Queremos estar al tanto de una alerta sísmica? ¿Necesitamos saber si tal película o producto recién estrenados es recomendable? ¿Requerimos divulgar una buena nueva o un abuso? ¿Qué dice tal personalidad sobre qué tema? Éstas son algunas de las posibilidades de Twitter. El margen de horas con que tarda en llegar información a Facebook que se conoció antes en Twitter es vital. Los #TT son la cabecera noticiosa para muchos y la popularidad de Periscope, su herramienta celular de videos, apenas tiene precedente. Ana Aldea, periodista y experta en campañas digitales, publicó hace poco en El Huffington Post siete razones por las que Twitter está muriendo y una que puede salvarlo.
Entre las estrategias desesperadas de Twitter por salvarse en la Bolsa está la ruptura de su propia filosofía y mística, la razón de ser de sí mismo: escribir con no más de 140 caracteres. Aquí es donde hago hincapié, porque mi ingreso al principio dudoso y la devoción posterior por esta red implicaron la escritura. Felizmente no fui el único.
Muchos escritores, algunos de ellos orillados por mí, abrieron su cuenta en Twitter y empezaron a explorar lo que puede hacerse con la microescritura restringida a una extensión tan breve. En los orígenes de este mundo, la RAE fue reacia a emplear el término tweet, incluso tardó en abrirse una cuenta en la red social, hasta que en su reciente diccionario, el de la edición vigésimo tercera, admitieron ellos mismos el término tuit, para el que evito las cursivas porque ya no es extranjerismo. Pero el tuit que la RAE tardó en definir está en la orilla del precipicio. No dudo que la avaricia del mercado lo desaparezca, tal como se avisora, en aras de posts de hasta 10.000 caracteres. ¡10.000 caracteres son casi seis cuartillas, la extensión promedio de un cuento de Borges o Rulfo!
Sería exhaustivo e inútil realizar un sumario de escritores mexicanos y extranjeros que se arriesgaron a experimentar con la microescritura de Twitter (incluida la exigencia de precisión, ingenio, contundencia…) inspirada en los mensajes SMS. Existen listas de autores tuiteros en algunos sitios, como la elaborada por aviondepapel.tv. También se han dedicado páginas a los productos creativos de esos y otros escritores, amén de ser numerosos los concursos de microescritura que siguen ofreciendo premios remunerados. En lugar de enlistar, y dado que es altamente probable que el tuit desaparezca como tal, deseo hacer patente la herencia que la red social está dejando para vivir no en el ciberespacio, sino en el papel.
Autores mexicanos de renombre como Cristina Rivera Garza y Alberto Chimal no vacilaron en crear los primeros vasos comunicantes entre el tuit virtual y el de papel, llevando de regreso a la celulosa lo creado originalmente en bits.
Es afortunado saber que si Twitter se lanza a perder su naturaleza, habrá dejado un legado interesante. Cito algunos de los libros impresos que escritores tuiteros por excelencia nos han entregado:
Merlina Acevedo: Peones de Troya. Libro que reúne aforismos profundos e irónicos más palídromos de alto contenido (al contrario de la construcción palindrómica insulsa y artificiosa, la de Acevedo posee gracia, sugiere).
Frank Lozano: No hay días felices. Obra de relámpagos textuales que van del aforismo al retrúecano y la sabiduría más nítida. Frank Lozano jamás duda en esgrimir las armas que la filosofía y la literatura le dieron en su formación intelectual.
Mauricio Montiel Figueiras: La mujer de M. Librito de bello formato que reúne trabajos cruzados entre el personaje la mujer de M. y el hombre de tweed, ambos creador por el autor.
Piolo Juvera: #FugandoConJuego. Obra por demás ingeniosa en que se cuentan historias, se juega con las palabras y se revierten convenciones literarias.
Alberto Chimal: El viajero del tiempo e Historia siniestra. Dos libros peculiares en los que Chimal emplea su alta capacidad narrativa, la devoción por contar historias por la que se le conoce desde sus inicios como escritor. Los mismos libros impresos que cito, en particular Historia siniestra (Cuadrivio Ediciones), conforman un deleite visual: son joyas editoriales.
José Luis Zárate: Autor enamorado de la ficción breve que generó, junto con Chimal, un boom de micrescritura. Su canal en Scribd reúne un puñado de libros para descarga instantánea que el autor comparte sin ánimos de lucro (algunos de ellos han ido a la imprenta de manera fragmentaria y otros vienen en camino).
Para preparar el cierre de este post, es digno de mención el libro de metaforismos que Alejandro Jodoroksky entregó a Siruela: Ojo de oro, en el que la editorial española publica cerca de 3000 tuits «líricos, exponenciales y modernistas» del cineasta y autor chileno al que su hijo convenció de tuitear.
Mi artículo breve apunta, pues, a vislumbrar aquella literatura que Twitter, el que tarde o temprano desaparecerá, nos habrá dejado. Paradójicamente escribo este post desde Medium (plataforma alterna creada por los mismos autores de la red del pajarito azul), confiado en que la literatura se exponencia en varios parajes, se crea y se destruye y vuele a crearse, porque como tal es infinita y eterna.