Una enorme responsabilidad y la mayor alegría
Para mí es una ineludible referencia el texto que pronunció Katherine Paterson cuando recibió el Premio Andersen, en 1988, para explicar su actitud al escribir relatos infantiles:
«Hace años, cuando me preguntaban por qué escribía para niños, yo daba una respuesta frívola: “Yo no escribo para niños”, decía. “Escribo para mí misma y después voy al catálogo del editor para ver lo vieja que soy”. Pero no escribo para mí misma, escribo para niños».
«Nunca debería bromear con eso. Debo respeto a los niños. No puedo ser sentimental con respecto a ellos. Los únicos que pueden ser sentimentales con los niños son los que no conocen a ninguno (…). Pero escribir para ellos es una enorme responsabilidad y quien lo hace nunca debe olvidarlo».
Los niños «nunca deben quedarse fuera de mi cuarto cuando estoy trabajando. (…) Tengo que recordar que escribo para niños y debo hacerlo así: con honradez, respeto y compasión».
La escritora norteamericana terminó su discurso contando que si a ella le preguntaran cuál era la mayor alegría de su vida, respondería como un filósofo chino: «Un niño bajando por la calle y silbando después de haberme preguntado el camino».