Ya no estamos solos

Mat Guillan
EÑES
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4 min readNov 22, 2016
Foto tomada por Stanley Kubrick para un reportaje sobre el circo. 1948.

Las redes sociales llegaron para pellizcarnos la soledad. Cada uno de nosotros, muestra el Grandes Éxitos de su vida y espera gustarle a la mayor cantidad de gente posible. Hasta cuando estamos acompañados, mientras sentimos el viento suave en un parque, un mantel de cuadrillé rojo y blanco en el pasto, sándwiches de jamón crudo y queso, tu pareja siendo hermosa naturalmente, como una flor, y tu mano ansiosa sigue atenta a ese me gusta que no llega.

Los monjes creen en la soledad como una forma de iluminación espiritual. La psicología la plantea como una posibilidad de autodescubrimiento. «Nacemos solos, vivimos solos, morimos solos. Únicamente a través del amor y la amistad podemos crear la ilusión momentánea de que no estamos solos». La frase de Orson Welles, el director de la obra maestra Ciudadano Kane, era desoladora hasta la llegada de las redes sociales.

Soledad en términos sociales significa estar solo sin acompañamiento de una persona u otro ser vivo. Puede tener origen en diferentes causas, como la propia elección del individuo, el aislamiento impuesto por un determinado sector de la sociedad, una enfermedad contagiosa o hábitos socialmente distraídos.
—Wikipedia

Hoy la soledad es un pedazo de carne necesitado de estímulos. Un viejo viudo tatuado, con las tetillas perforadas, suplicando un latigazo más. Un anti-algo escribiendo en mayúsculas, volviéndose troll gratuito de cualquier tema de actualidad para pertenecer. Una adolescente fucsia exhibiendo su duckface, sacándose la foto más apta para mostrarse diosa sin que se vea el desorden de su cuarto. Un pedófilo que abre un perfil falso para tejer su telaraña y esperar el momento comiendo una porción de pizza del miércoles pasado.

Por supuesto que en las redes sociales también hay gente interesante, mascotas simpáticas, contenidos y belleza. Sin embargo, la línea de lo que nos gusta y lo que no nos gusta es delgada. Hace unos días, operaron de urgencia a un compañero de trabajo por una obstrucción en el intestino. Había estado semanas sintiéndose pésimo y hasta casi se muere. Le abrieron la panza como un sapo. Le quedará una cicatriz de pirata porque no es de los que se preocupan por lo estético, ni por nada. Se debe haber comido un bulón con mayonesa. Al despertar, su esposa y su hija lo besaron, su cuñado le prendió la televisión bajito y después pidió que le sacaran una foto con su celular. Cuando pudo, subió esa foto a Facebook. La mayoría de los comentarios, a su modo, festejaban la buena noticia de que estaba vivo, pero alguien se sintió tocado por su color de piel amarillento, el respirador, el suero y los azulejos sucios del hospital público: «¿Cómo vas a subir eso? No era necesario».

Neverland, el Parque de diversiones de Michael Jackson. Foto de Jules Suzdaltsev.

No se trata de estar en contra de lo que nos hace sentir acompañados, interesantes o populares. Facebook salva. Zuckerberg está con nosotros y con tu espíritu. Ya no estamos solos y la evolución de esos pellizcones a nuestra soledad se multiplica y se expande. Estimula conductas que sabíamos que teníamos y las vuelve adictivas, como por ejemplo masturbar la ruedita del mouse desfilando por el Parque de Diversiones del Chisme. Esa relación perversa entre las intrigas y las habladurías de este mundo. Estar al tanto de la vida de los demás entretiene con piruetas fáciles el sistema visual del cerebro al ver con quién anda, cómo se viste y si se quedó pelado el rubio de la secundaria con el que no llegaste a tener sexo.

La palabra chisme viene del latín chismae, que significa «chispa». Esto no es verdad, pero jamás hemos estado tan lejos de la verdad. Nunca existieron tantas capas de información anteponiéndose a una supuesta verdad. Nunca fue tan fácil que un bluff se vuelva creíble. Nunca fue tan fácil ser feliz. Solo alcanza con googlear En Facebook / En la vida real. No es para alarmarse. Somos desconfiados y la mentira es uno de los disfraces de nuestra imaginación. Porque, se sabe, los humanos necesitamos burlar la chatura de la vida real. Si no exageramos nos podemos llegar a morir.

Hay más notas sobre cómo las tecnologías y las redes sociales cambiaron nuestra vida para siempre en mi perfil: https://medium.com/@matguillan

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Mat Guillan
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Soy un conejo mutante que escribe. Tapate los ojos. Sitio web: www.conejomutante.com