Foto: Cobertura colaborativa #13J

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo

Los hechos de violencia en contra de militantes a favor de la legalización del aborto se incrementan. El pañuelo verde se convirtió en un código común pero también “una amenaza” para lxs pro vida. La marea feminista le hace frente al miedo.

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3 min readJul 17, 2018

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Por Emergentes

Así versa uno de los cantos feministas que muchas veces es entonado simulando un fuego en donde los temores van cayendo o son tirados. Un fuego en donde todo arde en un conjuro brujeril. El cántico comienza con las voces casi silenciosas como murmullo que se va incrementando hasta que se convierte en un grito que no puede ser ignorado.

Este amedrentamiento que se produce en tiempos de debate de la ley de la interrupción voluntaria del embarazo tiene algo de olor a caza de brujas, esta vez brujas que no portan escoba ni narices largas sino un pañuelo verde atado a la mochila. Brujas que viajan en el subte y que cuando se bajan hacen entre si un gesto a modo de hechizo. De otras que van en bicicleta con el pañuelo flameando, de alguna manera, también volando. De las que se lo atan a la muñeca y cierran el puño, con nudillos bien marcados y deformes, esconden en el puño cerrado los ingredientes para seguir practicando la brujería.

Abraham Saur en el 1500 realizó una ilustración de unas brujas cocinando el ungüento que les permitiría volar hacia el lugar del aquelarre. Hay algo de esa cocina que aparece en los rincones del territorio, en donde un debate en el colegio, la militancia feminista, las nuevas olas verdes , las históricas, conforman un humo que crea refugio, con olores variados que se meten por los orificios nasales y en una suerte de memoria emotiva traen al presente la historia de una lucha de brujas, de unas que no tenían miedo, que no sabían nada de quedarse calladas. Las que desde algún vuelo hacia el aquellare ahora se muestran orgullosas cuando ven que “ahora si nos ven”. Y se ven ellas también en el canto que va desde lo bajo, desde lo subterráneo y sale a la superficie. Red de complicidades hechiceras que le hacen frente a todas estas violencias y amenazas que vienen amarradas al patriarcado que cada vez se resquebraja mas.

Entonces ahí están: Alicia Maldonado del barrio Cano de Mendoza que fue agredida por una vecina pro vida que ya venía hostigándola por chilena. El 29 de Junio la golpeó en la puerta de su casa mientras le gritaba “abortera, chilena, puta”. O las mujeres que en Jujuy recibieron ollas de agua hirviendo mientras en Buenos Aires se debatía la ley en el Congreso; o Lorena Uribe, periodista de Río Negro que fue agredida mientras hacía la cobertura del debate; o Gabriela Guerrros, pastora pentecostal que expuso en las reuniones informativas y fue amenazada e insultada como “abortista y asesina feminazi.

Está también ahí el policía cordobés que escribió “qué lindo día para hacer puntería sobre pañuelos verdes” o el anestesista que advirtió “las mujeres que se practiquen un aborto en ‘su guardia’, no recibirán anestesia” y el sacerdote que en Catamarca retó a una alumna de secundaria por llevar el pañuelo verde atado en la muñeca y le advirtió que tendría unos días para pensar si quería seguir estudiando en la institución ya que ella no podía estar a favor de la ley de interrupción voluntaria del embarazo en un colegio católico.

Nos tienen miedo porque no tenemos miedo ¿y el miedo? Que arda. ¿Y el miedo? Que arda.

Así termina la canción.

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Acción y comunicación. Nuevas narrativas contra la manipulación política de los medios tradicionales.