Foto: Hernán Vitenberg y Emergente

Mujeres Mapuches: toma pacífica de la Catedral Metropolitana

Luego del acto por la liberación de la Machi Francisca Linconao en la sede de la Embajada de Chile en Argentina, un grupo de alrededor de 20 personas se trasladó hacia la Catedral Metropolitana, ubicada en pleno microcentro porteño, para exigir una audiencia con el Nuncio Apostólico a quien esperaban entregar en mano el mismo petitorio que recibiera el secretario del Embajador. Parte de ese grupo, conformado mayormente por prensa nacional e internacional, ingresó a la catedral junto a las mujeres Mapuches. Aquí un repaso de esas tres horas de incomunicación e incertidumbre:

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Especial 8M:  NOSOTRAS PARAMOS
6 min readFeb 23, 2017

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Texto: Matías Prieto
Foto: Hernán Vitenberg y Emergente

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Moira Millán, Ingrid Conejero y Juana Linconao caminaron tranquilamente la distancia que separa la puerta del templo con el atrio mayor donde decidieron sentarse hasta ser recibidas. “Esto es una ocupación pacífica, no nos iremos de este lugar hasta ser recibidas por la mayor autoridad de esta iglesia” advirtió Millán a la delegación que la escoltaba y dejó en claro que eran ellas quienes tomaban las decisiones. Rápidamente nuestra presencia fue advertida por personal de seguridad quienes de manera hostil se acercaron a preguntar cuáles eran las razones y a pedir que nos retiráramos insinuando que de no hacerlo podríamos ser retirados por la fuerza. La calma y el silencio comenzaban a alborotarse.

La sola presencia de mujeres mapuches en territorio sagrado católico interpela. Una feligrés se acerca y pide que se retiren y amenaza con llamar a otros devotos para “despejar” el templo. Esos otros “devotos” son los ya conocidos grupos de choque que suelen ser célebres en los encuentros nacionales de mujeres y que ofician de guardas de una espiritualidad selectiva y moralmente ambigua.

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Alrededor de cien personas paseaban por el templo al momento de la entrada. En menos de 15 minutos, la seguridad eclesiástica evacuó el edificio dejando en su interior a las representantes del Pueblo Mapuche y la delegación de prensa. Todas las puertas fueron cerradas desde el interior y se montó un operativo de seguridad en tres focos del edificio; la entrada, el centro y las salidas que comunican la Catedral con sus sedes administrativas. Técnicamente permanecimos privados de la libertad. El equipo permaneció vigilado, sin agua, ni posibilidad de usar sanitarios. De ahí en más y por un lapso de más de tres horas, alrededor de 16 efectivos policiales, la mayoría de civil, se acercarían al atrio con distintas modalidades y argumentos para debilitar la acción política de estas mujeres que estaban decididas a llegar hasta las últimas consecuencias. Lo que debería haber sido un evento de misericordia y respeto se transformó por decisión de los responsables de la Catedral en un acto plagado de actos irrespetuosos e intimidatorios.

Manojo de llaves en mano, la secretaria del Rector de la Catedral se presenta ante Moira, Ingrid y Juana que permanecían custodiadas por las cámaras de los medios que decidieron acompañarlas: de ahí en más y por pedido de Moira Millán, será la secretaria la encargada de oficiar de emisaria con las autoridades correspondientes. Se le explica las razones de esta toma pacífica y se pide una audiencia inmediata con el responsable mayor de la Iglesia, el primado Mario Aurelio Poli. Pero la seguridad insiste en reiteradas oportunidades en preguntar el por qué de nuestra presencia y con diferentes argumentos intentan presionar para hacer que estas mujeres desistan de la acción.

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La obscenidad con la que los servicios de seguridad se comportaron en la intimidad de ese templo significó la primera vez que de manera explícita se reconoce el trabajo de vigilancia que estas hacen sobre militantes, medios de comunicación y activistas pero a su vez develó la estrecha relación entre la Iglesia Católica y las Fuerzas de Seguridad. El jefe de la Brigada de la Comisaría 1°, quien se negó a dar su identidad, se acerca con tres policías de civil hasta donde se encontraba la delegación. Sin mediar más palabras pide hablar con alguien responsable advirtiendo que “los conozco a todos, los tengo bien de vista de otras manifestaciones en el microcentro, sé quiénes son”. Moira Millán insiste, desafiante e irónica: “nosotras, con la policía, que todo lo sabe, no tenemos nada que hablar”.

La delegación de prensa se encontró con un gran obstáculo para poder enviar fotos, videos y mensajes desde los dispositivos tecnológicos con los que disponía. La comunicación externa fue difícil y por momentos las señales de celulares eran inexistentes. A medida que crecían las intimidaciones y la imposibilidad de subir a las redes la información, la tensión y la incertidumbre sobre la integridad de la comitiva crecía. Finalmente se logró enviar información a medios nacionales e internacionales que rápidamente replicaron lo que estaba sucediendo.

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De ahí en más y en seis oportunidades, distintos grupos de policías, de civil y uniformados se acercaron de forma intimidatoria intentando persuadir a las mujeres y haciendo comentarios que pudieran generar molestia y alguna actitud de la delegación de prensa que avalara usar la fuerza. La última vez que un grupo de civil se acercó lo hizo con el argumento de que tanto Ingrid, Moira como Juana y toda la delegación de Prensa estaban cometiendo un ilícito. Un efectivo quien no se identificó sostuvo que van a ser judicializados por “Violación de domicilio”.

A este punto, quedaba a las claras que no había intenciones de diálogo y que la estrategia se restringía a despejar el edificio. Las mujeres dialogan, se preguntan y deciden. Su entereza, paciencia y respeto en las maneras de obrar fueron lo único digno en este escenario de violencia y atropello.

Gracias a informaciones posteriores facilitadas por fuentes que permanecerán en resguardo, supimos que mientras se nos dilataba una respuesta de la secretaría, tanto los servicios de seguridad como los efectivos se encargaron de fotografiar cada movimiento, monitorear y rastrear llamadas y hacer pedidos correspondientes de antecedentes.

La burocracia eclesiástica eligió como metodología de diálogo la intervención de los servicios de inteligencia. Nunca antes habíamos sido espectadores directos de esa unión fraternal entre religiosidad y fuerzas de seguridad. Pero por primera vez la ocupación de los espacios simbólicos fue a la inversa y por un pedido humanitario y de justicia.

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Finalmente las Mujeres cumplieron su cometido. Fueron recibidas por el Primado Mario Aurelio Poli quien se comprometió a elevar el pedido de liberación a la Machi Francisca Linconao y hacer llegar el petitorio entregado en la embajada chilena pero ésta vez a la Santa Sede.

Mientras tanto, la Machi Francisca, Lideresa espiritual de su pueblo permanece presa en la cárcel de Mujeres de Temuco a la espera de una respuesta. ¿Se atreverá la Santa sede a reafirmar su compromiso con los Pueblos originarios del mundo?¿Se notificará el máximo responsable del mundo cristiano sobre la delicada situación de salud que Francisca atraviesa y la represión, muerte y persecución del pueblo Mapuche a ambos lados de la cordillera?

Los santos, habituados al silencio, permanecieron inmutables en sus altares. La catedral, más silenciosa que de costumbre y el entramado de complicidades a la vista de la prensa.

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Especial 8M:  NOSOTRAS PARAMOS

Acción y comunicación. Nuevas narrativas contra la manipulación política de los medios tradicionales.