¡Cuerpos que no importan! delivery en tiempos de coronavirus.
Kruskaya Hidalgo Cordero, Flora Partenio, Sofía Scasserra y Belén Valencia Castro — Diálogos feministas entre las experiencias de Ecuador y Argentina
La pandemia del Covid-19 se extiende por el mundo, paulatinamente los países anuncian emergencia sanitaria, los gobiernos declaran cuarentena, algunos “estado de excepción” y toque de queda para controlar el contagio. Las calles en las ciudades se tornan deshabitadas, las tiendas se cierran, ya no se escuchan los autos, ya no se ve gente en la aceras. Sin embargo, hay personas con mochilas rojas, naranjas, azules, verdes y amarillas transitando en motos y bicicletas. ¡Lxs repartidorxs de plataformas siguen en las calles! Los gobiernos a nivel mundial, han delegado una parte importante de los cuidados a las plataformas digitales. Lxs repartidorxs asumen todo el riesgo del contagio al transitar las calles para llevar insumos a través de delivery, mayoritariamente a las casas de las clases medias y altas que pueden costear ese servicio. Es decir, para que algunas personas cumplan el #QuédateEnCasa hay personas que deben estar trabajando. El trabajo de delivery se vuelve esencial para enfrentar la crisis y el miedo. Esos trabajadorxs que durante tanto tiempo les negaron derechos, son hoy una pieza fundamental en la romantizacion de la cuarentena.
El virus Covid-19 no distingue clases sociales para propagarse, pero sus efectos inmediatos si son diferenciadores y discriminadores. La pandemia sumada a la división sexual, racial e internacional del trabajo ha colocado a ciertos cuerpos en la “primera línea para enfrentarla”; cuerpos sin cuyo trabajo la vida misma no sería posible y mucho menos en tiempos de cuarentena. Y surge la pregunta ¿quién sostiene la vida en este nuevo régimen de aislamiento social y cuarentena? Indudablemente son lxs campesinxs; lxs trabajadorxs de mercados populares, lxs trabajadorxs del transporte público y vía apps, lxs repartidorxs de delivery; el personal de salud y educación, que es altamente feminizado; las mujeres que se encargan mayoritariamente del trabajo de cuidados y afectivo- ese trabajo no remunerado, no valorizado, invisibilizado y no distribuido. Para las clases populares trabajadoras quedarse en casa no es una opción, muchas personas necesitan salir para llevar el sustento diario a su familia. ¿Y qué pasa con lxs repartidorxs y sus familias que no cuentan con seguridad social en tiempos de coronavirus? ¿Qué hace el Estado y las transnacionales dueñas de las apps para cuidar su salud? En principio podemos decir que las transnacionales sí se garantizan la atracción de nuevos clientes y trabajadorxs a partir de nuevas estrategias publicitarias pero siguen sin invertir en normas básicas que garanticen las condiciones de trabajo y seguridad de lxs trabajadorxs.
A quienes se les negó el hecho de ser trabajadorxs en relación de dependencia con derechos laborales, se lxs continua exponiendo a la explotación y precarización laboral, y ahora se delega la responsabilidad de solventar una parte de la crisis en total indefensión. Lxs repartidorxs no cuentan con salarios mínimos que aseguren su subsistencia y la de sus familias, sino que dependen de la demanda que exista en las app. Estas personas viven del trabajo diario. Situación que ni al Estado, ni al mercado, ni a la mayor parte de usuarixs de las app les interpela. Por eso, se debe solucionar su situación extendiendo la protección social.
En el caso de Argentina, el sindicato del sector, llamado “Asociación de Personal de Plataformas”, hay realizado un comunicado frente al Covid-19 que va en la misma línea al plantear “no queremos ser héroes ni heroínas, queremos elementos de seguridad, licencias y compensación por cuarentena”. Enfatizando especialmente las medidas de “emergencia” que alcanzan a otrxs trabajadorxs, insisten en que “se aplique el mismo régimen de licencias extraordinarias pagas que se aplica para los trabajadores en general”. Y para el caso de “las mujeres, las madres y las hijas” que se encuentran bajo un situación de total desprotección. En el caso de Ecuador, las instituciones estatales mediante redes sociales dan los tips de cómo descargar y usar las app, incluso recomiendan a lxs usuarixs evitar recibir personalmente los productos y usar efectivo; piden que lxs repartidrxs dejen los productos en la puerta y mediar cada transacción con tarjetas de débito y crédito. Las transnacionales dueñas de las app dan recomendaciones mínimas tanto a trabajadorxs como a usuarixs; se limitan en explicarles cuáles son los instrumentos de seguridad y que por supuesto lxs trabajadorxs mismos deben adquirir.
Es deshumanizante enfrentarse al hecho de que nuevamente se busque proteger la productividad, siendo las plataformas digitales un medio para continuar sosteniendo los monopolios y oligopolios de la industria alimentaria, de salud e insumos. Al mismo tiempo, los sueños de la revolución 4.0 de extender el empleo remoto sin siquiera resolver la organización social del cuidado también ya están aquí. El rostro más cruel del capitalismo tecnológico se cristaliza sobre lxs trabajadorxs de plataformas — en su mayoría migrantes — sin posibilidad de dejar de trabajar ¡Ellxs son los cuerpos que no importan! En Ecuador, que es el segundo país que más contagiadxs reporta en la región, los productos que ofertan las plataformas digitales de delivery pertenecen a locales comerciales manejados por élites nacionales y transnacionales. El Estado no ha planteado usar la tecnología para apoyar las economías populares y solidarias. Por el contrario, se continúa acumulando la riqueza en manos de las élites nacionales y transnacionales en base al trabajo explotado y precarizado de las clases populares racializadas, feminizadas y migrantes del país.
Con la expansión a escala global de políticas neoliberales, la lógica empresarial se ha reforzado, construyendo un entramado económico, político, jurídico y cultural, donde el poder de las compañías multinacionales se ha incrementado. Ante la cuarentena y el inminente “daño económico” -como lo advirtió el FMI en la cumbre del G20-, en muchos países se ha implantado la lógica de la guerra, en donde no importa cuantas vidas se pierdan con tal de no frenar la economía, colocando al mercado en el centro antes que a la vida, recrudeciendo las formas precarias y explotadoras del trabajo reproductivo y productivo. Desde una mirada feminista de la economía, interpelamos las estrategias publicitarias de las empresas que promueven la “entrega sin contacto” o los “envíos gratis” y preguntamos ¿cuáles serán los marcos de derecho y las “nuevas” maneras de sostener a lxs trabajadores “esenciales” que recorren las calles?
Nosotras, por otro lado, ensayamos formas de cuidado colectivo que ponen el sostenimiento de la vida en el centro, y en el caso ecuatoriano recogiendo la herencia de los pueblos y nacionalidades en donde la solidaridad y reciprocidad están en el centro de lo comunitario. La cuarentena nos invita a valorar las cercanías, los abrazos, los afectos, las palabras al oído y mirando a los ojos, las manos que labran la tierra y cultivan para que no nos falte el alimento diario, las que preparan alimentos y los reparten, las que curan y alivian, las que acarician; invitando a quienes nos sea posible a sostener los afectos en la virtualidad e impulsandonos a pensar otro mundo no extractivista posible.