Repensado el acompañamiento en tiempos de Coronavirus
Guillermina Soria — Venezuela
La noticia del brote de covid19 llegó por primera vez de Wuhan en diciembre del año pasado, y la velocidad y la magnitud de la propagación fueron tales que el 11 de marzo, la Organización mundial de la Salud, había declarado una pandemia mundial y muchos países comenzaron a cerrar sus fronteras. Otra de las medidas impuestas son los protocolos de distanciamiento social y de permanencia en el hogar.
Para quienes que tienen una vivienda, cuentan con ahorros, disfrutan la posibilidad de adquirir y almacenar alimentos e insumos esenciales, el confinamiento social es más un inconveniente que una verdadera calamidad.
Pero hay 150 millones de personas sin hogar en todo el mundo y 1.600 millones que carecen de una vivienda adecuada. Tenemos cerca de mil millones de personas que viven con algún tipo de discapacidad o enfermedad crónica que necesitan cuidadores/as.
También están los 97 millones de pobres urbanos y aquellos en la fuerza laboral informal que apenas viven por encima del umbral de pobreza. En la mayoría de nuestros países de América Latina y el Caribe, muchas personas dependen de trabajos informales y ventas diarias para sobrevivir. Las cientos de trabajadoras sexuales se encuentran también en esta situación y muchas están siendo expulsadas de los sitios donde viven, porque no logran cubrir el abono diario de hoteles o pensiones.
Frente a estos escenarios es muy importante activar la solidaridad, es la mejor manera que tenemos para combatir el virus. El llamado es a no salir de nuestras casas si no es estrictamente necesario. Pero esto choca de frente con otra realidad.
Se estima que de las 87,000 mujeres que fueron asesinadas intencionalmente en 2017 a nivel mundial, más de la mitad fueron asesinadas por parejas íntimas o miembros de la familia, lo que significa que 137 mujeres en todo el mundo son asesinadas por un miembro de su propia familia todos los días. Más de un tercio (30,000) de las mujeres asesinadas intencionalmente en 2017 fueron asesinadas por su pareja íntima actual o anterior. Se estima que hasta el 35% de todas las mujeres enfrentan acoso sexual, abuso sexual, violencia sexual o violación cada año.
Tomemos un momento para pensar en la gran cantidad de mujeres que enfrentan muertes y violencias a diario en comparación con covid19 y el absurdo contraste entre la seriedad con la que se toma una situación, en relación a la otra. La cruda realidad es que los problemas que enfrentan las mujeres no desaparecen en el marco del confinamiento social, sino más todo lo contrario: se intensifican.
El aislamiento es uno de los mecanismos con los cuales opera la violencia de género y al cual debemos prestar mucha atención, sobre todo en estos tiempos que nos exigen el confinamiento para resguardarnos colectivamente.
Este dispositivo es también una forma de violencia, la psicológica. El maltrato psicológico se trata de actos u omisiones cuya finalidad es degradar o controlar las acciones, comportamientos, conductas, creencias y decisiones de la mujer. Se realiza por medio de ridiculizaciones en privado y en público, manipulaciones emocionales y con los hijos e hijas, insultos, amenazas, desprecios, aislamiento, gritos, indiferencia, rechazo, amenazas de suicidio, violencia hacia los objetos, subestimación. Obligar y manipular a las mujeres para que corten todas sus relaciones, vínculos, amistades deja a las mujeres en profunda soledad, y dificulta que puedan romper el ciclo de la violencia.
El hecho de tener que permanecer confinadas con su agresor aumenta el riesgo de las mujeres de sufrir violencia doméstica, debido al incremento de tensión en el hogar, hecho que se agrava por los obstáculos para huir de esta situación a causa de las restricciones de la circulación y el estar vigilada las 24 horas por el maltratador; dificultado también la posibilidad de ser acompañadas y/o pedir ayuda.
El acompañamiento entre mujeres se torna fundamental en este contexto. Es importante estar pendiente y activas. Estar comunicadas y reforzar nuestras redes de sororidad y afecto. Si conoces una mujer que vive o puede estar viviendo una situación de violencia no la dejes sola. Envía mensajes de apoyo por la vía que puedas. No alertes a su agresor, pero está pendiente y activa.
Ten en cuenta estas pistas para saber qué hacer si una mujer cercana está siendo víctima de violencia:
- Está disponible. En una actitud de escucha. Estando atenta a las necesidades y señales que las mujeres nos puedan estar dando, de manera consciente o inconsciente. Si sospechas que hay situaciones de violencia no la dejes sola. Escríbele para que sepa que estás allí. Ten en cuenta que su agresor puede tener acceso a sus conversaciones así que sé precavida, no te pongas en riesgo ni la pongas en riesgo a ella.
- Acompáñala en su proceso, no le digas que hacer “¡Yo sé que ese tipo te golpea! No entiendo qué esperas para dejarlo, para denunciarlo, para hacer que no sé quién le caiga a coñazos.” Dejemos a un lado los “tendrías” y “deberías”. Acompañar no es dar consejos, las mujeres no necesitamos que nos digan que hacer. Necesitamos que nos ayuden a visualizar caminos, estrategias, posibilidades y tomar nuestras propias decisiones. Tú no sabes por lo que esa mujer está pasando, no conoces sus necesidades ni su experiencia; aunque hayas pasado por una similar, nunca será exactamente igual. Acompáñala en su proceso pero no le digas como hacerlo.
- Bríndale ayuda sin juzgarla. Si una mujer te busca y te pide ayuda significa que ya hizo consiente que está viviendo una situación de violencia y está dando un gran paso para romper el ciclo. Está comenzando su camino para salir de esto, pero el camino no necesariamente es recto, en avanzada, hay curvas, obstáculos y también retrocesos. Si te pide que busques ayuda y luego niega la situación o no se anima a denunciar, no te enojes con ella ni le digas que no volverás a ayudarla. Es importante entender que puede haber muchas situaciones que la obligaron a retroceder, presiones familiares, situación económica, sostenimiento de los hijos e hijas, no tener otra casa más que la del agresor donde vivir. Las condiciones impuestas por la cuarentena, acrecientan aún más estos factores. Pero piensa que este pedido de ayuda y está acción de tu parte, seguramente, le salvaron la vida o al menos impidieron un episodio más grave de violencia. El agresor ya sabe que su víctima no está sola y que hay otras mujeres que le creen y están dispuestas a ayudarlas.
- Vincúlate con grupos u organizaciones feministas. El empoderamiento colectivo es una gran ayuda, compartir experiencias y estrategias con mujeres diversas. Estas redes pueden ayudarte en el proceso de acompañamiento, seguramente cuentan con información sobre la ruta de ayuda institucional, comunitaria y/o feminista para apoyar a una mujer que lo necesita.
Si estás viviendo una situación de violencia no te calles, apóyate en otras mujeres, busca ayuda. Confía en que cerca de tuyo hay otras mujeres que se están organizando para salir de la violencia y para acompañarte en tu proceso. Somos muchas y estamos juntas.