Desinstalé Instagram una semana de mi celular y esto fue lo que pasó

Guadalupe Fernández
Lupa
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3 min readOct 1, 2023
  • Pasé por una librería y vi exhibido un libro para el cual había trabajado. Recordé que dentro de poco se cumpliría un año de su publicación. Le tomé una foto y pensé en subirla a una story, hasta armé el copy en mi mente mientras caminaba de vuelta a casa. Pero no tenía Instagram.
  • Quería buscar algún cafecito distinto, fuera del barrio, para ir a trabajar. La mayoría no tenía web, sino Instagram.
  • Llegué al café y me trajeron un cortado en vaso, con espuma. Si, totalmente instagrameable. El mozo lo dejó y me dijo “que lo disfrutes”. Apenas levanté la cabeza para agradecerle: ya estaba agarrando mi celular para tomarle una foto y compartirla en Instagram. ¿En dónde? ¡A disfrutarlo en la vida real!
  • Venía hablando por mensaje privado de IG con un amigo que no veo hace tiempo, habíamos quedado en fijar fecha en la semana para un café. Pensé en mandarle un WhatsApp para seguirla por ahí.
  • Fui a la plaza con mi hijo y no subí ninguna foto. Tampoco le saqué fotos. Charlamos, me quedé mirando cómo practicaba una y otra vez la misma pirueta para perfeccionar la técnica.
  • Tenía pendiente una charla laboral hace tiempo, pero la conversación venia por mensaje de IG. ¿Daba ir para WhatsApp? ¿O eso lo volvía demasiado invasivo? Decidí mantener el código IG. Lo volví a instalar. Mandé el mensaje. Lo cerré. Los días siguientes solo entré para mirar si el globito de mensajes tenía alguna notificación, y lo cerraba.
  • Empecé un libro nuevo que me había prestado una persona que sigo en IG. Me pareció muy bueno, quería sacarle foto y arrobarla en historias. Pero no lo hice.
  • Mi marido me mandó videos graciosos con links de Instagram. No los vi. Probablemente, si lo hubiera hecho, después de verlos pasaría media hora scrolleando.
  • Fue el cumple de una amiga y, en lugar de subir una foto con ella para mostrarle al mundo cuánto la quiero, pensé mucho más en qué cosas nos unían. No, no la llamé por teléfono. Vamos, ¡eso sería un montón! Pero le mande un audio de WhatsApp.

Mi saldo positivo:

  • Leí más. Me entregué a la lectura en los momentos donde, en otros casos, caía bajo el yugo zigzagueante de las historias de IG. El ejemplo más claro es el momento de la noche en el que ya todos duermen. Cambié pantalla por libro.
  • Tuve menos ansiedad. Estuve más acá, y menos del otro lado de la pantalla, o en el futuro. Es la mejor manera que encuentro de explicarlo.
  • Estuve más enfocada en las tareas cotidianas y en el trabajo. Me di cuenta de que Instagram se cuela en cualquier hueco libre y me abduce, se vuelve dueño de mi tiempo. Me desorganiza.
  • Viví más mi vida y menos la de los demás a través de una red social que te vuelve adicto a compartir TODO (lo bueno) que te sucede.
  • Aprendí menos de los demás y más de mi misma. Instagram es como un espejo que te devuelve todo el tiempo el lado más amable de una realidad que, en un punto, se torna irreal.

¿Cuál es mi plan de ahora en más?

No tengo la menor idea, pero le estoy agarrando el gustito.

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Guadalupe Fernández
Lupa
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Periodista. Pragmática. Lectora imprevisible. Catadora de limonada. Objetivos claros, destino incierto. https://linktr.ee/estoeslupa