Tengo que probarles que no soy un robot.

Guadalupe Fernández
Lupa
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3 min readApr 22, 2024

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El fin de semana fui al teatro. En Buenos Aires, después del teatro se come pizza. Es algo que deviene solo, lo bueno es que no hay que pensar el menú. Cuestión que fui con dos amigas que también trabajan en comunicación y, pizza va pizza viene, conversamos sobre la Inteligencia Artificial.

Cuando me preguntan si uso ChatGPT digo que poco, casi con vergüenza. Siento que me olvido que está ahí y podría ser un asistente fabuloso. Estoy convencida de que ese poco uso tiene que ver con mi vínculo con la hoja en blanco. Tengo una relación tóxicamente adrenalínica con la idea de tener nada y poder crearlo todo. Sin embargo, soy consciente de lo útil que me resulta esta herramienta en cuestiones del día a día. No quiero que me ayude a escribir: quiero que me ayude a pensar, que me tire ideas.

Un ejemplo práctico tiene que ver con mi tema de trabajo final para la maestría. Como gran parte del mundo que me rodea me resulta interesante a veces me cuesta focalizar. Pero la academia requiere tema, problema e hipótesis sobre una cuestión bien específica, que además sea relevante para la industria en general. Le pregunté a ChatGPT qué puntas podrían ser potables en asociación a un tema que hace años me fascina. La respuesta me sorprendió para bien. Me dejó picando varios enfoques y, lo más importante, siento que me ayudó a avanzar.

“Vos no usás ChatGPT para escribir, ¿no?” me tira una de mis amigas. ¿Cuál será la evidencia? ¿Mis modismos? Cada escritor tiene sus huellas. Puedo percibirlo en todos los textos que leo. No son solo los términos que usamos, es la manera en que hilamos las palabras, cómo atravesamos el humor en nuestros relatos, cómo le hablamos y reconocemos a quien está del otro lado. Qué lugar te doy a vos, que me estás leyendo, en mi texto.

Son las 11 am de un lunes. Claramente no tenía pensando escribir esto ahora, pero estaba leyendo el Newsletter de Axel Marazzi, Observando (se los recomiendo) y casualmente tocaba este punto que, para mí, es un poco meter el dedo en la llaga del ego de los escritores, en realidad de los artistas en general.

De hecho Axel reflexionó sobre esto haciéndose eco, nada más y nada menos que de Mariana Enriquez:

El problema con la inteligencia artificial es que si hay algo que no tiene es problemas. Problemas en todo sentido. Problemas psicológicos, problemas personales, problemas sociales.

Y por lo tanto, no puede sentir. No estoy diciendo que no tiene sentimientos porque eso es un poco cursi. No puede sentir porque no tiene cómo. No estoy hablando ni siquiera de mística, de almas, sino de una cosa muy básica que hace que lo que produce una persona sea único porque está atravesado por eso. Por sus dramas, por sus obsesiones.

¡Pumba! Tal cual. En lo que escribimos se pone en juego todo lo que somos. La hoja no es blanca, es transparente. Qué miedito. Pero Enríquez dice algo más:

Entonces, lo que puede hacer (la IA) es reproducir. Y lo puede reproducir muy bien, pero el aura no la va a poder tener nunca. Es imposible.

Lo que sí puede pasar es que se vuelva indistinguible, desde lo formal.

En una entrega reciente del newsletter de El País Tecnología, Jordi Pérez Colomé hablaba sobre “el fin de la evidencia” a colación de la foto trucada de Kate Middleton. Esa idea me pareció tan lúcida para nuestro tiempo que la traigo para ir cerrando. Hoy tenemos tanta información que indefectiblemente nos vamos por dos extremos: o dudamos de todo o no dudamos de nada y siga siga. En criollo sería como buscarle a todo “el pelo al huevo” o “tragarse cualquier buzón”, con perdón de Shakespeare. Tamos flojos con el punto medio, ¿no?.

Esto lo escribió una IA… na, mentira! Era para ver si staban atentos. Aunque realmente creo que no tendrían forma de probarlo. Ese es, en esencia, el objetivo de esta publicación.

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Guadalupe Fernández
Lupa
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Periodista. Pragmática. Lectora imprevisible. Catadora de limonada. Objetivos claros, destino incierto. https://linktr.ee/estoeslupa