De cuando tengo una idea.

Maritza Umaña
Estudio de Arquitectura
4 min readApr 4, 2016

Uno de los primeros catedráticos que tuve cuando empecé a estudiar arquitectura me preguntó: ¿Qué es la arquitectura y por qué te importa?

Con tan solo horas de haber empezado mi carrera me di cuenta que no tenía la menor idea de cómo definir lo que había decidido hacer con el resto de mi vida, más que con esta débil frase: “Diseñar y construir edificios… que funcionen… y se vean bien.”

De cierto modo, esta definición es acertada. Muy escasa y simplificada pero acertada. Definir que es la arquitectura es tan sencillo como buscar su significado en un diccionario. Darle la importancia que merece en la vida del ser humano es un poco más complejo, aunque realmente debería ser algo intrínseco en nuestras vidas. De hecho lo es.

No recuerdo cuando fue el ultimo día que no dormí en una cama dentro de una habitación con un techo. Cuando fue la ultima vez que no utilice una acera, calle o sendero en algún parque. Definitivamente me es imposible recordar un tan solo día en el que no tuve que empujar una puerta para salir de algún edificio o tocar algún switch para iluminar una habitación o abrir una ventana para dejar correr el aire. Solamente el día de hoy he hecho cada una de estas cosas por lo menos una vez.

Desde que tengo memoria la única constate en mi vida no han sido personas ni experiencias ni lugares. Si hay algo que he aprendido por experiencia es que todo cambia para bien o para mal. Pero existe un factor que, aunque ha llegado a expresarse de diferentes formas, siempre ha estado presente sin fallo: La arquitectura. Y no es porque soy arquitecta de profesión. Es por el simple hecho de ser humana.

El famoso arquitecto japones Tadao Ando dijo una verdad irrefutable:

“El espacio arquitectónico solo cobra vida en correspondencia con la presencia humana que lo percibe”

Es imposible concebir la existencia, utilidad, funcionalidad, belleza y armonía de un edificio sin el ser humano. El inicio, el centro y el fin de la arquitectura es la persona. Es creado por nosotros, para nosotros. A diferencia de la naturaleza que existe por si misma y no requiere de nuestra atención o participación para funcionar y ser hermosa, la arquitectura necesista de nosotros así como nosotros necesitamos de ella para vivir la mejor version de vida que podemos llegar a tener.

No soy especial por haber estudiado esta carrera. No nací con un llamado divino ni encontré otro nivel trascendental al estudiar los 5 principios arquitectónicos de Le Corbusier. No merezco más y mejores espacios para vivir por haber dedicado 6 años de mi vida a aprender como hacer planos y maquetas. Y esa es la belleza de este arte, disciplina o como se quiera definir. Es un derecho que nos corresponde a todos los humanos tanto como la libertad de expresión o como la educación. Aunque como muchos otros derechos, a veces lo demos por sentado.

El impacto que la arquitectura tiene en nuestras vidas es algo que todos hemos experimentado en algún momento aunque no lo reconozcamos. Cuando entramos a una habitación que nos hace sentir bienvenidos y cómodos pero no podemos decir exactamente el porque. Cuando estamos en un sala de clases fría y constringente que nos hace estar más alerta. Cuando entramos a una iglesia con cielos altísimos que nos hacen sentir ínfimos y de repente, irrelevantemente de nuestras creencias, sentimos la necesidad de actuar con respeto y reverencia. No solo es algo que nos rodea y con lo que interactuamos a diario, sino que tambien es algo que influye y hasta modifica nuestras acciones y actitudes.

Aun sin saber nada de arquitectura, por muy burda que mi idea inicial de hacer algo que “funcione y se vea bien” fuera, esta sigue teniendo validez. Como luego descubriría, mi idea no era nada original. Bien lo dijo el arquitecto y filosofo del siglo XIX Friedrich Schinkel:

“Convertir algo útil, práctico y funcional en algo hermoso, ese es el deber de la arquitectura.”

No es hasta que se comprende este hecho, que la arquitectura puede y debería llegar a ser más que solamente cuatro paredes y un techo para protegernos, que realmente se logra apreciarla y experimentarla de manera completa. Fue hasta que logre comprender esto que empecé a enamorarme de la arquitectura. Creo fielmente que es un hecho que todo ser humano debería comprender, sin importar su profesión.

Agradezco a la vida — o a mi yo de 17 años — por haberme hecho estudiar algo que aun hoy en día me apasiona. Lo agradezco porque me abrió los ojos a un mundo que no todos experimentan a pesar de que todos estamos expuestos a los mismos espacios. Me siento afortunada porque más allá de ser una forma de ganarme la vida es un estilo de vida que me hace ver la belleza que hay en la cotidianeidad del día a día.

No pretendo que todos compartan mi amor por la arquitectura pero siento una necesidad y casi una obligación de compartir con el mundo el porque considero que es importante apreciar los espacios donde hacemos vida.

Es por eso que en los siguientes posts quiero compartir mi percepción sobre proyectos arquitectónicos antiguos y nuevos, renovaciones de espacios públicos, planeamientos urbanos, desarrollos viales, proyectos de diseño interior y cualquier otra cosa que pueda considerarse arquitectura. A veces con un análisis un poco más teórico, a veces con una percepcion más emocional, pero siempre de manera accessible. No hay interpretaciones erradas sobre la arquitectura, solo diferentes experiencias.

Lo mío no será más que una opinión pero espero que pueda cambiar para mejor, la forma en la que se vive y aprecia el mundo de unos cuantos de los que me lean.

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Maritza Umaña
Estudio de Arquitectura

“Las personas se vuelven escritores cuando escriben sobre lo que saben y cuando sienten la necesidad de hacerlo.” — M.E.R.