El Estado como enemigo

Claudio Scaletta
-Ex Post-
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5 min readJun 28, 2018

La destrucción del sector público y el vaciamiento del sistema previsional como objetivos de largo plazo expresados en el acuerdo con el FMI

2018 -06 -17

Por Claudio Scaletta

L a porción informada de la población ya sabe lo que significa el nuevo acuerdo con el FMI. No hay nada nuevo bajo el sol y mucho menos un “nuevo Fondo”. Lo que viene es bastante simple de describir. El salto del dólar, por ahora sin techo, se traducirá en mayor inflación. La mayor inflación no será recuperada por los salarios, ya que incluso las paritarias más “agresivas”, como la demanda del 27 por ciento de camioneros, se quedarán cortas frente a la evolución real de los precios. Además el gobierno ya hizo todo lo que tenía que hacer para que el valor del dólar se traslade a precios de manera semiatomática. Empezando por la dolarización de las tarifas de los servicios públicos y de los combustibles. También se destruyó la oferta interna de dólares con la eliminación de la obligatoriedad de liquidar las divisas de exportación y con la liberalización de la salida de capitales. El acuerdo con el FMI arrasará con la intervención del BCRA en la flotación cambiaria. Un dólar sin techo y en manos del mercado, entonces, se traducirá en más inflación y menor poder adquisitivo de los salarios. El resultado inmediato será la caída del principal componente de la demanda, el Consumo y, por lo tanto, del Producto. Como 2016, 2018 será un año recesivo o, quizá, profundamente recesivo.

Pero el set de frenos no termina aquí. El acuerdo con el FMI también garantiza la caída de los restantes componentes de la demanda agregada, excluidas las exportaciones. De manera directa caerá el Gasto vía el ajuste de la masa de salarios públicos y jubilaciones y también por los recortes en la obra pública, que llegará incluso a los PPP, los programas de participación público privada. Las podas se sentirán fuerte en las áreas de educación y salud públicas, no sólo en el aparato administrativo más básico. Finalmente, la inversión caerá en tanto es una función del producto. Si el producto se contrae la inversión cae. No es “autónoma” salvo en los casos de los pocos clústeres exportadores que funcionan con independencia del ciclo interno.

Lo descripto es el relato más conocido y predecible sobre la base de la experiencia histórica y de la teoría más simple, la expresada por la ecuación macroeconómica básica. Sin embargo, el acuerdo con el FMI tiene objetivos más estructurales y compartidos por las burguesías que conducen la economía local. El primero es el achicamiento del peso y las funciones del Estado y el segundo es actuar como prestamista de última instancia para la salida en dólares de los inversores globales. Para eso y no otra cosa serán las divisas que aportará el Fondo.

Pero si se quiere dar un paso más y comprender cabalmente lo que sucede en momentos de “turbulencias”, resulta útil reformular el panorama partiendo de los conceptos más elementales de la política económica, que tiene dos patas, la fiscal y la monetaria. Si se quiere reducir la autonomía de cualquier economía se debe, entonces, reducir el margen de su política económica.

El tramo fiscal es el más evidente. Achicar el peso del Estado forma parte del debate de sobre quienes recae el peso de su sostenimiento. Si se achica el Estado se achica la masa de impuestos necesaria para su funcionamiento. La relación es bastante directa. La actual administración comenzó reduciendo el peso de las cargas tributarias a los sectores más ricos de la población, por ejemplo retenciones y bienes personales, lo que en contrapartida supuso, por ejemplo, duplicar hacia abajo la base de quienes pagan Ganancias. Dada la voluntad de reducir el déficit, también comenzó a reducirse todavía más el Gasto dada la baja provocada de ingresos. La excepción fue la breve impasse pre electoral de 2017. Luego, como se aumentó exponencialmente la deuda pública, también aumentó la carga de servicios de la deuda. El resultado fue que durante lo que va de la administración macrista el déficit fiscal no se resolvió, sino que se agravó.

En materia de política fiscal el punto es comprender que si primero se recortan ingresos y después se recortan gastos en momentos de contracción el resultado es que se acentúa la caída del PIB. Si el producto cae, cae la recaudación y aumenta el déficit que se quería corregir. Las supuestas “finanzas sanas” terminan agravando la enfermedad que pretendían curar. Si el objetivo es combatir el déficit fiscal el primer paso es evitar que la economía se contraiga, una idea extraña para quienes creen que la macroeconomía es una ciencia contable. La conclusión preliminar es que a pesar del ajuste feroz que se planea no habrá corrección del déficit, sino un proceso de destrucción progresiva del patrimonio y las funciones del sector público. El primer objetivo apuntado es el Fondo de Garantías de Sustentabilidad de la Anses que será rápidamente vaciado y servirá como excusa para regresar a un régimen de jubilaciones privadas. Si el acuerdo con el FMI se mantiene en el tiempo se atacarán luego otras áreas, como las empresas y bancos públicos.

El tramo monetario es menos evidente que el fiscal, pero es el más importante en términos de soberanía. La emisión monetaria es el instrumento que el Estado tiene para movilizar recursos sociales. A diferencia de una empresa, el Estado no necesita recaudar antes de gastar. Puede emitir dinero que es aceptado porque al mismo tiempo existe la obligación de pagar impuestos. El ejemplo más típico para graficar la “innecesariedad” de recaudar antes de gastar son las economías de guerra. Con la emisión monetaria el Estado puede financiarse. En el capitalismo contemporáneo existe la ficción de la separación funcional entre el Banco Central y el Tesoro. El Banco Central puede “emitir” y proveer de pesos al Tesoro, con prescindencia del mecanismo que se utilice para la transacción. Luego, si hay una deuda entre el Tesoro y el Banco Central es irrelevante porque es intrasector público y en pesos. Es una deuda que siempre será pagada, forma parte de la ficción de la separación funcional. No es una deuda “real”, como lo es una deuda en divisas con un acreedor del exterior. Lo que se propone en el actual acuerdo con el FMI es destruir esta soberanía quitándole al Estado la capacidad de autofinanciarse. El mecanismo ideado es prohibirle al Banco Central que financie al Tesoro. Si la idea prospera y el Tesoro necesita recursos que no recaudó deberá pedírselos prestados al sector privado, pero ya no a tasa cero, sino a cambio de una tasa de interés. La conclusión preliminar es que se trata de un verdadero absurdo si no se lee bajo el objetivo de destruir la autonomía del Estado, luego también es un absurdo si el objetivo es bajar el gasto, ya que en adelante deberá pagarse una tasa al sector financiero privado que, para colmo le estará prestando a un Estado que podría caer en default en su propia moneda.

La racionalidad económica queda para otro día. Resulta difícil creer que todo lo dicho esté sucediendo. Se trata de la destrucción del Estado a la vista del público.-

© El Destape

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