Oculto bajo el puente

Daniel Priego García
Explorador Viajero
Published in
5 min readJul 18, 2015

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Tener atentos los oídos y dejar que la música sea lo que nos guíe, puede llevarnos a descubrir nuevas historias, personas y experiencias.

Isfahan, además de ser considerada la principal ciudad turística de Irán, es conocida por los cantantes que acuden a interpretar poemas bajo sus puentes.

Una tarde después de comer un platillo muy rico de cordero con arroz y arándanos en el barrio armenio, salí a caminar por un parque cercano al Zayandeh, el río que separa a la ciudad en dos. Disfrutaba del paseo, distraído, hasta que repentinamente llegó a mis oídos la voz de un hombre que cantaba, aunque no podía determinar de dónde provenía. La voz era vibrante, me hacía recordar, salvando las distancias, a Nusrat Fateh Ali, el famoso cantante pakistaní poseedor de una voz insuperable, capaz de cantar en un rango vocal de seis octavas.

No me digan que no se les antojó…

Caminé un poco más por el parque tratando de seguir esa voz. Había varios grupos de varones jóvenes sentados sobre alfombras persas en el pasto. Jugaban a las cartas, contaban chistes, alardeaban sobre cuál de ellos tenía más amantes. Dos chicos que estaban sentados juntos se abrazaron espontáneamente; otro yacía con la cabeza recostada sobre las piernas de un cuarto, quien mirando las cartas que sostenía con su mano derecha, acariciaba el cabello de aquél con la mano libre. En Occidente uno pensaría que hay algo más que amistad, pero no es así: es Irán y el afecto entre hombres es normal, en gran parte un efecto de la prohibición de muestras de afecto en público entre hombres y mujeres.

Mientras se divertían, estaban alertas a los oficiales de policía que recorrían el predio. Era el Ramadán, mes de ayuno para la religión islámica, y las actividades lúdicas no son bien vistas.

Súbitamente aparecieron dos oficiales, y los muchachos escondieron sus cartas pero otros, a unos metros, fueron tomados por sorpresa. Los oficiales se acercaron y agitando las manos airadamente, gritaron y ordenaron que dejaran de jugar: es un mes sagrado y deberían ser más respetuosos.

Postal del puente Sio Se Pol, construido alrededor del año 1600.

Dejé atrás esa escena y caminé unos cien metros más buscando la voz, hasta que al llegar debajo de un puente encontré al hombre que cantaba.

De unos treinta y dos años quizás, delgado, de pelo lacio, de una mirada que me resultó nostálgica, estaba sentado sobre una saliente del muro sobre el cual descansaba el puente. Acompañaba su canto con un tar, el instrumento musical precursor de otros, como la guitarra o el sitar, que está formado por dos partes redondas de madera y cubierto parcialmente con cuero de cordero. Mientras, leía un libro que sostenía el hombre que lo acompañaba, quien lo iluminaba con un celular.

Cantaba en su idioma, el persa, pero su música y sus gestos cercanos al llanto parecían trascender el contexto. La piel se me erizó. No sabía si él, alguno de los otros oyentes o yo, sería quien cedería primero al sentimiento.

Actualización: En 2015 empecé a organizar excursiones para conocer la hospitalidad, historia, gastronomía y tradiciones locales con un grupo reducido de personas. Te invito a conocer más sobre el itinerario, precios y fechas. La próxima excursión es en Abril de 2016. Haz clic aquí para ver más detalles.

Después de escucharlo un largo rato, me acerqué para felicitarlo, preguntarle su nombre, qué era lo que cantaba. Amir, me dijo, mientras asentía con la cabeza a las felicitaciones que recibía de los presentes. En inglés, me dijo que era estudiante de música y que todo lo que sabía lo aprendió de Milad, el hombre que sostenía el celular a su lado. Milad, corpulento, greñudo, algo descuidado, se acercó a mí con una mirada profunda y a la vez inocente, y me preguntó algo que había escuchado a diario en Irán:

Este es uno de los audios que grabé. El video correspondiente está al final del artículo.

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Después de agendar sus datos y prometer enviarle las fotos que había tomado, pregunté a Amir qué cantaba:

- “Todo lo que canto son poemas de los antiguos poetas de Irán”, me dijo, mirándome orgulloso, y luego frunciendo el ceño molesto por el ruido de un par de motos que habían entrado bajo el puente.

Amir me contó que la ciudad de Shiraz — a unos 400 km al sur de donde estábamos- había regalado al mundo las obras de los poetas Saadi y Hafiz, y que artistas como él acostumbran utilizar los espacios bajo los puentes como un escenario, donde se olvidaban del tiempo e interpretaban los poemas.

Hay una docena de puentes antiguos en esta ciudad, como el Shahrestan y el Si-o-se, que datan de los siglos V y XV respectivamente, y que fueron construidos principalmente para llevar agua de un lado a otro de la ciudad. Ahora son escenario de reuniones familiares, amigos, selfies y cantantes. El lugar que Amir había elegido para cantar ese día era un puente mucho más nuevo y sin historia, situado dentro del Parque Kodak.

“No hay partitura y no existe una referencia de cómo entonar -me contó Amir-. Lo que toco, leo y canto es un homenaje a esos poetas, que cobran vida por la magia que hay en su escritura; la música solo acompaña.”

En ese momento me di cuenta de la hora, y que tenía solo cinco minutos para llegar al puente Si-o-se, donde me encontraría con el único turista que había conocido hasta ese momento en Irán. Caminé muy rápido, corrí por momentos, mientras en mi cabeza resonaba la música de Amir.

Espero que disfrutes este video como lo hago yo cada vez que lo veo.

Lo que acababa de escuchar, la gente que había conocido, las experiencias que había tenido en este viaje, me hacían sentir que aunque hablara otro idioma y viniera de muy lejos, de México, parte de mí pertenecía a Irán.

Actualización: En 2015 empecé a organizar excursiones para conocer la hospitalidad, historia, gastronomía y tradiciones locales con un grupo reducido de personas. Te invito a conocer más sobre el itinerario, precios y fechas. La próxima excursión es en Abril de 2016. Haz clic aquí para ver más detalles.

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