La curiosidad mató al gato.

María Nieves Baixauli
EXTINTA
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2 min readMay 9, 2018

Eran dos chicas de treinta y tantos, muy monas. De vez en cuando me llegaba el sonido de su conversación. La más pizpireta, acompañaba su voz con una expresión corporal cómica que hacía reír a su amiga a carcajadas. Era una escena simpática. Yo las miré y alguna palabra llegaba a entender. Obviamente hablaban de un chico.

Por lo visto, una de ellas se lo había ligado con métodos poco ortodoxos. Entre opiniones y comentarios generalizados hacia los hombres, contaba de qué manera había conocido al sujeto en cuestión. No me enteré muy bien, pero creo que coincidían en su ejercicio matutino, corriendo o andando, no sé.

Llegó el autobús. Ellas ocuparon los dos asientos que había libres y yo me quedé disimulando, a una distancia que me pareció prudente, dadas mis intenciones. Se me escapaban cosas, lo cual hacía que mi curiosidad aumentara.

Deduje que el chico, mantenía una relación cordial de incipiente amistad, que no avanzaba y ella se impacientaba, aunque aseguraba tener pruebas clarísimas del interés hacia su persona, o al menos por su físico.

─Se queda rezagado de vez en cuando, me deja que le adelante para mirarme el culo, le gusto ─aseguró.

─ ¿Y tú cómo sabes que te mira el culo si vas por delante?

─ Pues porque veo la sombra de refilón y tuerce la cabeza. Lo hace seguro.

─Marisa frena, que te conozco

En este punto a mí ya se me había pasado la parada donde debía apearme. Quiso la suerte que se quedara libre un asiento justo detrás de ellas y me apresuré a ocuparlo.

─El día que le invité a desayunar, estuvimos hablando y muy sutilmente, para que lo sepas, averigüé que no estaba casado ni tenía novia

─ Me río yo de tu sutileza.

─ A pesar de eso, el tío no daba ni un paso más…por eso lo hice

─De todos modos, me parece excesivo que le siguieras, podría haberse dado cuenta y verte en un compromiso.

─Bueno quizás sí, pero salió bien, me enteré de todo.─ y continuó─ Es que no me cuadraba su comportamiento, empecé a sospechar si sería gay, aunque algunas indiscreciones de su anatomía me demostraban que no.

Otra parada más desperdiciada. El morbo me tenía pegada al asiento

─Baja la voz─ dijo la otra.

─¡No!─ pensé yo.

─Te aseguro que hay una tensión sexual muy grande entre los dos ─ susurró, pero por suerte lo escuché.

─Estás loca.

─Lo que tú quieras, pero tengo que conseguirlo.

─Marisa, por Dios, ¡qué es un cura!

─¿Y qué?

Creí que solo lo pensaba, pero no. Lo dije. Lo grité: ─¡¿Cómo qué y qué?!

Ellas se giraron y yo quise morir.

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María Nieves Baixauli
EXTINTA
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Me gusta escribir. Lo disfruto desde que era pequeña y lo seguiré haciendo mientras sea capaz de apretar una tecla o sujetar un lápiz.