Greco XXI

Tamara Ortiz
EXTINTA
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3 min readApr 13, 2018

Una obra fugada.

(Escucha mientras lees: https://www.youtube.com/watch?v=GZbuA7r17uk)

La palidez de su piel, la largura de su cuerpo, su delgadez, su andar ondulante me hace sospechar que viene de otro tiempo, lleva la firma del Greco en su cabello, es un prófugo del lienzo, es la obra de arte caminante que busca encajar en este preciso momento buscando sonidos metálicos y curvados en el viento.

Deleite que arranca de la boca la palabra hermosura tras mostrar su sonrisa sin prisa, perpetuada en mis pupilas aun estando dormida.

Un piano de cola deletrea el romanticismo de sus pasos acercándose para bailar en medio de un salón enorme dentro de un palacio, afuera un jardín laberinto y un acantilado nos separa del mundo, una manada de caballos galopa junto a los campos de trigo mientras con su mano derecha desata la primera cinta de aquel vestido que aprisiona sofocante e hiriente mi tórax dejándome respirar casi en un ambiente de practicante de apnea y jadeo de hembra caliente.

Con el calor de su aliento forma una frase que deposita entre el cuello, la nuca y oído izquierdo la idea de un idilio de bestias al acecho.

Se acerca por un breve momento un silencio en la música de fondo, llevando al hermoso a darme la vuelta para chocar mi mirar con sus ojos, esos ojos de miel y musgo que va de grisáceo a verde bordeados por una sensación de incendio que viene desde su bajo vientre.

Su entre abierta boca guarda en papilas gustativas un manjar que me espera para ser deleitada apasionadamente.

Los primeros relámpagos caen, las pesadas, oscuras, depresivas nubes se hacen notar en millones de gotas y chocan con la cornisa, creando un escándalo que nos empuja a dar esos besos tan escondidos y espantados de tanta espera sin darnos cuenta de lo que el destino nos tenía previsto tras años de no habernos visto de esta manera.

Nuestras miradas cambiaron de afuera hacia dentro y entonces pudimos vernos como un espejo que ya no guarda secretos por decreto.

No hay promesas, no hay contratos, sólo nuestros brazos engarzados, calor humano, montón de besos y un mirar cristalino que viene de un centro casi galáctico.

Se puede ver en el horizonte un rayo de luz que despeja las nubes, el hermoso abre la puerta, corre el aire fresco y un olor a hierva que alimenta, sale y se aleja con los brazos abiertos moviéndose lentamente con gesto meditativo y otra vez parece que vuela, se agacha y lo pierdo de vista, de pronto vuelve a aparecer y entra casi flotante en el salón con los pies mojados y trocitos de tierra pegados, lleva algo entre las manos, son flores, montón de margaritas amarillas, pensamientos en azul y lila, se arrodilla, me mira, me deslumbra con su risa, se acuesta de lado a mi costado, me peina con los dedos y me decora el pelo enmarañado…

Caramba, qué ruido más extraño… ¿Qué es eso?

Un anuncio de queso que me despierta de la siesta… ¡¡Oooh nooo!!

¨Esto pasa cuando en menos de tres horas he visto una película del siglo XIV, escucho a Chopin mientras cae una tormenta que no deja salir a caminar para despejar, repito postre, me sirvo licor de hierbas y caigo profundamente dormida.¨

Que viva la vida, despierta y dormida.

© Tamara Ortiz

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