Miguel de la Fuente (el escritor con Rayos X en los ojos)

Miguel de la Fuente

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4 min readApr 19, 2018

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Ciencia Ficción | Terror

Miguel de la Fuente, (Barcelona, 1978) aprendió a leer casi al mismo tiempo que a caminar, y los primeros libros que leyó en su vida fueron de Stephen King y H.P. Lovecraft. Este hecho, influyó de forma determinante en sus preferencias culturales una vez adulto, desarrollando una sensibilidad especial hacia el cine y la literatura de género fantaterrorífico.

Miguel de la Fuente es Licenciado en Comunicación Audiovisual y ha trabajado escribiendo para el departamento de publicaciones del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, es guionista de la productora El Terrat y copy creativo en agencias de publicidad.

Estas fueron las únicas palabras que pude rescatar del diario de mi padre. El resto de páginas estaban en tan mal estado que resultaba imposible reconocer una sola palabra, o por lo menos alguna letra correspondiente a un alfabeto humano. No supe qué destino correría el pobre Henry Donovan, ni el resto de expedicionarios, ni tuve valor a preguntárselo a mi padre, ni siquiera en los momentos en los que volvía por segundos una ténue lucidez que nos mostraba la versión difuminada de quien había sido, antes de embarcarse en el desafortunado viaje. Al volver de India, mi padre se instaló en una vida entre bastidores. La energía y vitalidad que le caracterizaban se esfumaron y nunca más volvieron. Su carácter se fue agriando hasta el punto de no querer ver ni recibir a nadie en casa. Detuvo de manera repentina sus charlas, clases y publicaciones, y jamás salía de su despacho. Ninguno de nosotros sabía en qué estaba trabajando, o si realmente estaba trabajando en algo en concreto. Y a pesar del halo de misterio que envolvía su regreso de las cuevas de Ajanta, yo seguía buscando la verdadera razón que le empujó a realizar un viaje de tales características. Un viaje hacia un rompecabezas que ahora intento descifrar, plagado de misterios sin resolver, de mensajes ocultos y símbolos arcanos.

Fragmento de “El susurro de las estrellas”

Actualmente, sigue explorando los distintos senderos de su faceta literaria (sin saber muy bien hacia donde le van a llevar) Mientras tanto, por el camino, prepara su primera antología de cuentos: “El susurro de las estrellas y otros relatos de Terror Cósmico”.

Pues bien, serían no poco más de las dos de la madrugada, y no eran apenas necesarias las llamas de las antorchas colgadas en las esquinas para iluminar los callejones. El círculo lunar iluminaba las calles de Vallenhain al encontrarse en su fase más plena, y el frío cortante despejaba de nubes el gélido cielo de la noche. Caminaba con cierta cojera, por culpa de la profunda artritis que había brotado como un pensamiento maligno en la cabeza de mi fémur. El whisky barato y la humedad de la noche servían de alimento al fuego que consumía mi pierna. Una nube de palabras inconexas surgían de mis labios debido a los efluvios del alcohol, que me otorgaban la lucidez suficiente para hablar conmigo mismo. Y de esta manera, sumido en mis cavilaciones, llegué muy cerca del cementerio de Warston Lane, cuando comencé a escuchar un batir de alas por encima de mi cabeza. Noté un movimiento de vaivén constante, que me obligó a dirigir la mirada al firmamento en varias ocasiones, sin establecer contacto visual con la alimaña que sin duda rondaba mi persona, sin saber muy bien por qué, o atraída con qué intenciones. Sin más, y aquí comienza lo extraordinario de mi relato, una voz lánguida y susurrante de mujer comenzó a llamarme, pero no por el nombre que me conocen los demás borrachos en la taberna, y con el que yo siempre firmo todas mis novelas. El susurro espectral me llamaba por mi nombre de pila, el que únicamente usaban mis difuntos padres hasta que se los llevó la epidemia de Peste Bubónica del 66, la que mató a una quinta parte de la población de Londres, mientras yo vivía de niño con mis tíos en el condado de Yorkshire.

Fragmento de “La noche de Vallenhain”

Puesto que le habían concedido el don de La Voz, no dijo nada. Un simple susurro hubiese supuesto la aniquilación de cuantos le rodeaban. Apretó los dientes, y miró la herida abierta en su rodilla. Pensó que todavía le quedaba demasiado camino hasta el castillo de las almas. Siempre en silencio, se separó del grupo. Avanzaban lentos como una procesión de muertos, pisando las huellas que otros guerreros habían dejado al caminar tiempo atrás, sobre ese remoto lugar.

Se aseguró que nadie le seguía, y volvió a inspeccionar el tajo en la rodilla. Todavía conservaba un jirón de tela, arrancada de una de las banderas de la casa de los cuatro Acólitos, antes de prenderla en llamas con los monaguillos dentro. “Es curioso” decía sin dejar nunca que sus palabras salieran al exterior. “Incluso la tela de una bandera santa, pierde el olor a eucaristía”. Se la ató firmemente alrededor de los tendones abiertos de la pierna. La hemorragia se detuvo…

Fragmento de “Poción de magia menor”

Miguel de la Fuente en Medium.

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Más allá de la tinta están las manos de un escritor.