Paja Mental (Divagar)

Rubén Tamayo
EXTINTA
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4 min readOct 9, 2018

Entramos en una sala llena de gente y nos quedamos callados.
Las puertas de nuestras casas, las fronteras,
las vallas y las cancelas cerradas.
Generamos nuestro espacio, nuestras fronteras sociales
y decidimos quién puede entrar y quién no.
Trabajamos para pagarnos ese espacio,
para sostener a esos a los que dejamos y nos dejan entrar en él.
¿No sería más fácil abrir puertas?
Si las cerramos es porque juzgamos a todo aquel que se acerca.

La tierra es de todos. Nos enseñan a lo contrario, a respetar espacios, a no atosigar al prójimo. ¿No sería más fácil que nos tratásemos como hermanos? Al fin y al cabo todos somos iguales, o todos deberíamos tratarnos por igual. Pero el ser humano, el animal inteligente, se escuda en corazas. Llámese ropa, tendencia política, banderas, maquillaje, apariencias…
¡Ay! Si todos fuésemos conscientes de que somos igual…
Lo cierto es que somos borregos queramos o no. Somos producto de nuestro entorno, de nuestra cultura, de nuestra sociedad. Y no digo que esté mal el querer formar parte de algo pero sin olvidar que somos todos lo mismo.

Es curioso. En la ciudad te cruzas con 400 personas y no saludas más que a una, si es que la conocemos o precisamos de sus servicios. En la montaña te cruzas con 5 y las saludas, como si fuese un código rural, un código humano innato.
La ciudad nos ha comido, nos ha convertido en sociedades de individuos, siendo un contrasentido en sí mismo. Las sociedades no pueden ser de individuos. Las sociedades son sociedades.
Y vivimos en una sociedad antisocial.

Nos conformamos con llegar del trabajo o de la escuela o de dónde sea y entrar en Facebooks, whatssaps o twitters. Hoy en día la sociedad está en la red. Es la sociedad 2.0.
Una sociedad con todas las letras pero… Antipersonal.
Obviamente producto de la sociedad de individuos, nos inculcan que la sociedad es la que es y nos recluyen en casa delante de una pantalla LCD.
Por supuesto que sigue existiendo la sociedad 1.0, la sociedad real, pero modificada. Te tomas un refresco con tus amigos, de acuerdo, pero hay uno que está trasteando el móvil, el otro hace una foto y la cuelga con su teléfono en Facebook…

Sí, sé que todo evoluciona y que la vida avanza y que no puedo estar negando los avances tecnológicos pero creo que nos han vendido una moto.
Sé que no hay nada malo en compartir tus cosas por la red, sé que no es ningún delito hablar vía internáutica pero creo que hay veces que los avances no sirven para mucho.
Mi opinión acerca de internet podría resumirse en una máxima:
“Internet es como el Aquarius, que se inventó para deportistas y acabamos tomándolo cuando tenemos diarrea.”

No hace tanto, 40 años atrás se vivía sin la cantidad de tecnología que hay ahora y vivían. Por increíble que a muchos os parezca, vivían. Quedaban sin necesidad de crear un grupo en whatssap, se hacían fotos sin necesidad de colgarlas en Facebook, se llamaban… Echaban una monedilla a la cabina y hablaban.

Dicen que lo hacen para que la vida sea más cómoda pero ¿por qué la vida ha de ser tan cómoda? Me da miedo que se pierda el valor del esfuerzo, que se pierda la magia de quedar a tomar una cerveza. Me da miedo que continuemos comprando esa moto… Me da miedo que queramos tener una vida tan cómoda.

Nos quejamos de que la vida es corta pero no lo es. Es larga, sino no diríamos que necesitamos matar el tiempo o que decir que nos aburrimos.
Han hecho, o hemos hecho que el significado de vida sea trabajar para vivir. Es como si tuviéramos que estar agradecidos de haber nacido y pagar por ello habiendo de trabajar. Porque trabajando tendremos dinero para comprar cosas que nos hagan la vida más cómoda y más amena.
Es una completa ironía: Amargarse la vida trabajando para comprar cosas que me quiten la amargura de vivir por el hecho de tener que trabajar para pagar cosas que me quiten… Y así sucesivamente.

¿Quién inventó el dinero? ¿Quién dijo que un trozo de tierra la pertenecía? ¿Quién enemistó a los humanos?

Lo triste es que siendo una raza inteligente la respuesta sea que todo lo malo que en nuestra sociedad hay sea culpa del propio humano. Pero no sé porqué todavía no nos damos cuenta. La perdición de la raza humana es la codicia. Codiciamos más dinero, más territorios, más posesiones… Si no fuera así nos conformaríamos con subsistir. El dinero se creó para saber de manera sencilla quién tenía poder y quién no. Dicen que los que tienen el dinero tienen el poder pero creo, más bien, que el que tiene el poder tiene el dinero.
La codicia lleva a la envidia, la envidia al odio y el odio lleva a la enemistad. La enemistad lleva al miedo, el miedo a la introversión, a la desnaturalización. A sentirnos menos que nadie, a sentirnos más que todos. Tendemos a valorar y juzgar todo porque el mundo en el que vivimos es una carrera constante a la aprobación. A ser bien visto por los demás de nuestra especie.

Y, ¡cómo no!, los que quieren hacer nuestra vida más cómoda se forran. Nadie hace nada por nadie desinteresadamente.

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Rubén Tamayo
EXTINTA
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Yo soy el que mira y aprende. El que no se mete dónde no le concierne. El que, aunque esté triste, siempre parece alegre.