Tocar

Seni Zuzuárregui
EXTINTA
Published in
4 min readMay 1, 2018

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Tengo 26 años y hace dos, sufrí un accidente. Lesión cerebral. Ceguera irreversible. Yo sobreviví, pero mis ojos murieron.

Ahora empiezo a sentir que vuelvo a ponerme en marcha. Dos años de terapia, mi familia, mis amigos incansables y la burbuja de falsa tranquilidad en la que me he escondido han hecho posible que no acabara hundida en la mierda.

Al principio, rechacé todo lo hermoso que había a mi alrededor porque no podía verlo. Hasta que aprendí a tocar, a concentrarme en los mil ojos que tiene mi piel. Aprendí a envolverme de tacto.

Ya no necesito adivinar la forma o el color de lo que tengo delante, sólo tengo que sentirlo. Un buen amigo me dijo una vez que debía llenar la oscuridad con mis propios colores. Y eso hice.

Tengo 28 años y soy músico. Me expreso con el saxo. Aunque no siempre me he sentido libre para hacerlo.

Hubo una época, hace mucho tiempo, que llegué a sentir que la vida era una implacable profesora con cara de bestia que te examina constantemente hasta que las fuerzas te abandonan. Que tenía la intención de ponerme en el camino pruebas cada vez más difíciles mientras me observaba, a través de sus sucias gafas y con una sonrisa maliciosa, cómo me empapaba con sudor nervioso.

No hace falta deciros que suspendí en aquel entonces porque lo hice todo al revés. Acabé flotando en un universo construido con frío metal, entre las ruedas dentadas de la gran máquina que es la vida. Perdí la inspiración y perdí a mi saxo.

Pero una noche, entré a un pub buscando a un amigo y me encontré en medio de un concierto de Jazz. Cuando volví a mirar el reloj habían pasado 3 horas. ¡Música! Fue como volver a nacer. Me desperté y lloré aliviado.

Hoy, dos años después, vuelvo a atreverme a tocar en público otra vez. Sólo tengo dos años, aun tengo miedo a andar solo. Me siento indefenso, inseguro, a punto de caer. Necesito que la pasión y la inspiración vengan a vencer al miedo.

Esta mañana me he levantado cansada. Hoy voy a olvidarme de todo, voy a dejar descansar a mi cerebro, quiero que flote, quiero llenarme de sensaciones agradables … y quiero hacerlo sola.

Una idea ronda mi cabeza y me decido. Por la noche, voy hasta el pub que tanto me gustaba. Recuerdo que el color azul cobalto de las paredes me encantaba. Entro y las toco. Sí, son azules todavía.

El chico de la barra me guía hasta una mesa cerca de la tarima. En un rato, empezará el concierto. Sonrío. Perfecto, es perfecto. Me pido una cerveza y lío un cigarro. Rozo la cerveza fría con mis labios y mi lengua. Acaricio el tabaco con mis manos y la hierba con mi nariz. Sólo me falta poder tocar la música con mis oídos para sentirme feliz.

No sé qué más hacer para conseguir no perder el control. He ajustado y revisado cables y altavoces veintisiete veces. Necesito relajarme con urgencia.

Una chica se sienta frente a mí. Por un momento, el mundo entero parece estar en esa mesa. Por cómo actúa, entiendo que no puede ver. Desprende armonía. No sabría expresar bien lo que estoy sintiendo. No con palabras.

Me tomo mi tiempo para observarla con detenimiento. Tengo ventaja. La curva de su cuello, sus manos, su boca… Parece deslizarse, bailar con cada gesto. Creo que sería justo que supiera que la estoy mirando.

Escucho un ir y venir de personas. Un momento, creo que alguien se me acerca.

-Hola, he venido a tocar.

En medio de los colores en los que estoy envuelta, aparece esa frase. Su voz es masculina y muy, muy dulce. Al agacharse ha dejado su olor en el aire y tiene el aspecto de su voz. Me he sentido identificada, conocida porque no ha dicho cualquier cosa. Yo también he venido a tocar.

Pensaba decirle algo un poco más coherente. En realidad quiero explicarle por qué la miro y por qué me resisto a dejar de hacerlo. No hace falta. Pone su mano en mi mejilla y me acaricia despacio, con los ojos cerrados.

Toco su piel, mis manos se pierden en sus dibujos y sus dunas. Su pelo me hace cosquillas, es cálido, es seductor, es el deseo. Había olvidado la intensidad con la que el deseo puede envolverte.

Creo que podría quedarme aquí toda la vida, mientras ella me acaricie.

Está asustado creo que no se ha dado cuenta de que oprime mi mano con fuerza. Tiene miedo.

- ¿ Qué instrumento tocas?

- El saxo.

- Un saxo es capaz de llenarlo todo.

- Es que no sé si puedo.

- Visualiza tu música como yo he hecho contigo.

Me subo a la tarima y me siento en el taburete. Cojo mi saxo y cierro los ojos mientras lo acaricio despacio, recorriendo sus curvas suaves. La inspiración es ella, la pasión nace de ella. Ya puedo empezar.

Me envuelvo por completo con sus caricias. Nunca me habían tocado así.

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