Idea para un cuento: un matrimonio de cuarentones regresa a casa después de una fiesta. Es tarde, la mujer se ha dormido y él conduce. Da varias vueltas a la manzana buscando aparcamiento hasta que, milagrosamente, justo enfrente de casa, encuentra un hueco libre. Consigue meterlo con calzador. Al bajar ve que ha quedado a un palmo y medio del bordillo, pero decide dejarlo así.
La verdadera historia arranca al día siguiente, cuando el protagonista se acerca al coche y ve que está en el mismo sitio donde lo dejó pero completamente pegado al bordillo. No ha cambiado nada más: las puertas están cerradas, el cenicero limpio, no falta nada en la guantera.
Lo comenta con su mujer, pero ella no recuerda que aparcara mal la noche antes. En el trabajo también le quitan importancia: había bebido mucho en la fiesta; seguramente imaginó que había más distancia hasta la acera, estas cosas pasan, blablabla.
Acaba olvidándose del tema.
Semanas después su mujer descubre que tiene una amante; discuten, ella intenta darle un bofetón, él la empuja, ella cae por las escaleras y se queda inmóvil. Asustado, mete el cadáver en el maletero, conduce hasta las afueras y lo entierra.
Al día siguiente, lo primero que oye al despertar es el sonido de la ducha y la voz de su mujer cantando.
Las cortinas de la ventana del salón están descorridas y algo parecido a un presentimiento le obliga a mirar hacia la calle. Su coche está justo enfrente, aparcado a un palmo y medio de la acera.
