Forever Young
Albergo la esperanza de que alguna de mis alumnas del grado de biotecnología se haga rica. Sí, que consiga petarlo montando una empresa revolucionaria de las que cotizan en el Ibex35 y tengan teléfono rojo directo con el gabinete de presidencia.
Y vislumbro potencial de que lo logre gracias a lo que aprenden en mi asignatura. Porque, ¿qué podría generar más beneficios que un sérum que combatiera con eficacia espectacular la pérdida de elasticidad de la piel con la edad? A ver si los de Endor technologies refutan mis argumentos diciendo que ese mágico elixir ya existe y me mandan una muestra.
Mi alumna emprendedora habrá de tener en cuenta el hecho de que la piel
es un complejo material elástico del que se han ocupado numerosas investigaciones que han hallado relaciones físico-matemáticas entre la edad y la elasticidad de la piel. Una de las piezas claves del comportamiento bio-mecánico de la piel es el módulo de Young que mide la resistencia a la deformación. Se ha observado que esa cantidad aumenta linealmente con la edad, es decir que se duplica cuando lo hace nuestra edad y se cuadruplica cuando nuestro cómputo de primaveras se hace cuatro veces mayor. Creo que no sobraba esa explicación de lo que es lineal, y dejo en el tintero el relato de lo que es exponencial, que tan mal tratamiento recibe por parte del gremio periodístico.
Los investigadores de la elasticidad de la piel son gente perversa, o a mi se me antoja así. Son gente que mide cómo reacciona la piel ante la torsión, estableciendo que el módulo de Young en esa situación varía entre medio y un megapascal. Voy a pedir a mis compañeros de gimnasio que me dejen comprobarlo empíricamente dejándose hacer la llave kimura o americana.
Pero por si eso no fuera suficientemente quinqui, también se preguntan sobre la reacción de la piel sometida a succión. Aquí evito dar salida a mis pensamientos, por preservar lo que aún quede intacto de mi reputación. En este caso la resistencia es entre 10 y 20 veces mayor.
En el contexto de esta investigación se concluye, por supuesto que si las tensiones aplicadas la tensión se convierte en permanente, y que si se abusa la piel se rompe. Ello permite trazar una curva real que al presentar en el aula resulta muy abstracta y que la alumna probablemente califique como de carente de contacto con ninguna realidad material.
El estudio se completa con una datación por ultrasonidos del grosor de la dermis y la epidermis y su conexión con la edad del sujeto de estudio, lo cual refuerza la idea de que mi hipotética alumna también deberá esforzarse cuando tratemos el tema de las ondas en nuestras lecciones de física.
Y como los círculos nos gustan cerrados, vemos que hablar de un tipo llamado Young encaja perfectamente en un contexto en el que vamos en pos del sueño de Dorian Gray de ser Forever Young (por siempre joven), y que para eso necesitamos usar ondas, esos mismos fenómenos físicos que asentaron la gloria de Young al enseñarnos la no binariedad de la luz con su dualidad de onda-corpúsculo, algo muy compatible con el aire que respiramos hoy día.
