Plagas bíblicas
Según la Biblia, el cachondo de Moisés meneó su bastón y, sin tardar ni siquiera un día, llenó de langostas la tierra de Egipto (no consta que pronunciara el wingardium leviosa). Esta maldición se reproduce con idéntico resultado, el de la repu(gnancia), en el blockbuster La Momia.
Pero, aparte del asco que da, la langosta resulta ser un animal prodigioso, capaz de saltar a una velocidad de 115 km/h, una aceleración de 18 veces la de la gravedad sobre la Tierra, y una distancia de salto de hasta 5 m (una decena de veces su tamaño corporal). En realidad la referencia de la que he extraído esos datos los relata todos en unidades del sistema internacional, pero me temo que en algunos ámbitos del día a día aún persisten las tradiciones basadas en otros sistemas de unidades, y ello indica que es más apropiado usarlos para este tipo de comparativas.
Tales hazañas protagonizadas por la langosta (o saltamontes gigante) son posibilitadas por la resilina, un polímero proteico similar a la goma. Cuando se trata de estirarla esa proteína presenta un módulo de Young muy bajo, de entre 0.6 y 2 kilopascales. Para hacernos una idea de lo que eso representa podemos tener en cuenta que la espuma de poliestireno tiene sus valores oscilando entre 0.2 y 7 kilopascales, o sea que para euskaldunes diremos que esos materiales son antzekoparecido y para los demás “primos hermanos”, lógicamente solo en lo que se refiere a esta propiedad física.
Lamentablemente los seres humanos no tenemos hartura de esta proteína en nuestro sistema biomecánico, es quizá por eso que ese librito precioso titulado “Estirándose” sigue siendo un bestseller 30 años después de su aparición. Y así las cosas, tenemos que conformarnos con la tristeza de saber que nuestros tendones tienen un módulo de Young de más o menos 1.5 giganewtons por metro cuadrado, lo cual espero que mi avezado alumnado sea capa de traducir rápidamente a kilopascales para rematar el lamento por nuestra rigidez. Mejor que tomen nota, que esto va para examen.
