Mi abuelo Jaime fotografiado por mí un 26 de octubre de 2013, mientras sucedía la celebración del 38 aniversario de un proyecto que nació de su mente.

Grandpa knows better.

Mafer VN
F o o d s s y
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5 min readFeb 11, 2017

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Hace un par de días fui a Foodssy con la sola intención de contemplarlo en silencio. Trataba de imaginar el mapa de mesas ideal que permitiera el ideal flujo de comensales, cuando de repente fui consciente de que hubo alguien varios años atrás que supo que tarde o temprano terminaría dedicando mi vida a la cocina. Mi abuelo. De sus infinitas cualidades y virtudes, la que siempre nos toma por sorpresa a todos es su perspicacia (a sus ochenta y tantos años no se le va ni una).

Tomé una silla de la barra para sentarme, mientras sonaba The National de fondo y empecé a recordar que cuando terminé la preparatoria y le dije que me enrolaría en la universidad para una carrera administrativa, me volteó a ver con una mirada reservada. Una licenciatura en Comercio Exterior no sonaba a algo que pudiera profesar en la pequeña ciudad en la que vivimos, en primera, y tampoco sonaba a algo enteramente femenino, en segundo. Estábamos en la cocina de su casa, y podía sentir su lucha interna por elegir las palabras adecuadas. Recuerdo que dijo que entendería más si me dedicaba a estudiar cocina y continuar con la repostería de la abuela -se ofreció a invertir en una pastelería para mí inclusive-, y también recuerdo que no entendía el punto de estudiar una carrera profesional cuando seguramente en poco tiempo elegiría un muchacho decente con el cual casarme. Le expuse mis razones, firmemente convencida en ese entonces de lo que pensaba. Hizo ese gesto que siempre hace cuando no está de acuerdo con algo, pero igual me dio su consentimiento.

Ahora me doy cuenta de que mi abuelo tiene el super poder de siempre tener la razón, no importa el tema, y no importa que tanto pase el tiempo para tenerla. Y no se equivocó respecto a mí: no solamente erré mi vocación, sino que hasta me casé antes de los veinticinco, dos de las cosas que le aseguré que nunca (never in my whole life) pasarían. Ja! Aunque debo admitir que los cinco años de carrera no fueron en vano. Simplemente pasó que faltando tres semestres para acabar, me di cuenta que comercio exterior realmente no era ni el ramo administrativo ni el área profesional que me apasionaba. ¿Pero quién en su sano juicio echa por la borda tanto camino recorrido? Me educaron a enfrentar las consecuencias de mis decisiones, así que seguí adelante, pero entré en una especie de crisis interna conmigo misma por algunas semanas hasta que luego de un par de empleos relacionados con la carrera admití que la vuelta no debí de haberla tomado a la derecha sino a la izquierda.

De acuerdo a mi abuelo, en un mundo ideal, la profesión perfecta para una mujer es ser secretaria ejecutivo bilingüe. Ese ha sido un inside joke en la familia por años.

Me convencí de que en algún momento tenía que encontrar lo que realmente quería hacer por el resto de mi vida, no importaba el tiempo que me tomara. Y he aquí la ironía de la anécdota: cuando logré entrar en un programa de pasantías prometedor en una institución financiera mundial, algo que finalmente me llamaba la atención, conocí al amor de mi vida, un hombre pragmático y directo, que me hizo replantear todo lo que hasta ese día había hecho. Tenía un tío, the best uncle of the world, que una vez me dijo que siempre hiciera lo que mi corazón considerara lo correcto porque nunca llegaría el día en que pudiera cumplir con las expectativas de los demás. Dicen por ahí que las cosas pasan rápido cuando son reales. En un arrebato de locura, el amor de mi vida y yo nos casamos.

El amor de mi vida y yo, el día que comenzamos nuestro imperio.

Obviamente dejé atrás la pasantía. Ahora hay días en los que piso tres aeropuertos distintos en menos de veinte horas, o recorro medio país en carretera en un día. He aprendido a traducir el lenguaje del amor de mi vida de la siguiente manera: si me dice que vamos de viaje por una semana en realidad es un mes, y si me dice que el viaje es meramente casual entonces llevo tres cambios de gala. Lo que antes me tomaba semanas enteras armar maletas, ahora me toma 40 minutos o menos. Empecé a apoyarlo en sus proyectos poco a poco, hasta que las ansias de no hacer realmente nada propio me volcaron hacia la idea de crear algo. Lo más productivo que hacía en esos meses era cocinar, por lo que en vista del exceso de tiempo libre que tenía, enfocaba gran parte de mi atención en servir platillos que requirieran algo de ciencia preparar y emplatar. Andrés estaba fascinado, sobra decirlo, y empezó a fotografiar mi comida. El panorama se hizo claro. Y entonces empecé un pequeño blog sobre recetas de cocina, que en poco tiempo se volvió en un sólido proyecto materializado en un restaurante. Después de casi un año de trabajar en su construcción, día y noche, en donde levanté y tiré la estructura completa en tres ocasiones, es que me doy cuenta de que mi abuelo sabía desde un principio mi verdadera vocación.

Parte del interior de Foodssy, fotografiado recientemente.

Mi abuelo siempre ha sido mi máximo en la vida, junto a mi tío Antonio. Es hasta cierto punto divertido darme cuenta como al final de todo, los dos hombres que considero perfect male role models resultaron conocerme mejor que yo misma y tuvieron la razón siempre. Precisamente por eso es que dedico este proyecto a ellos que siempre estuvieron presente en mi vida.

Wish me luck!

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