Sobre el Superman de Francia y por qué los extranjeros merecen más
Él negro, emigrante e indocumentado. Ahora, por favor, hagamos una pausa antes de continuar, ¿te ha parecido un poco fuerte esa primera frase?, ¿crees que me he pasado de la raya? “¡negro!”, qué inoportuno el adjetivo. Y sí, es de muy mal gusto referirse al color de piel de alguien antes de, por ejemplo, a su nombre. Así que con todo el respeto que les tenemos a ustedes nuestros lectores, les pedimos otra oportunidad. Esta es una reflexión sobre el Superman de Francia y por qué los extranjeros merecen más.
Eso sí, antes de continuar les digo que recurriré nuevamente al tema de la raza, porque querámoslo o no, es la base de este texto.
El Superman de Francia.
Mamoudou Gassama llegó a Francia en septiembre de 2018, tras un largo y muy peligroso viaje en bote por Níger, Libia e Italia. Hasta el momento es poco lo que se sabe sobre su historia. De hecho, solo es posible afirmar proviene de Mali en África, y que tiene muy buenas habilidades físicas. En los últimos días, un vídeo viral mostró cómo el domingo pasado le salvó la vida a un niño de 4 años que colgaba del balcón de un cuarto piso. Se sabe que el padre había dejado solo al niño, y que Mamoudou, al ver que corría peligro fue en su auxilio. “No lo pensé”, dijo, pero “cuando llegué al apartamento me puse a temblar”.
Días después, el presidente de Francia Emmanuel Macron, lo invitó al Palacio presidencial del Elíseo. Durante la reunión, Mamoudou apenas pudo mirar el rostro del hombre más poderoso del que decidió convertir en su país de acogida; y que además le acabaría concediendo la nacionalidad francesa, una condecoración y un puesto de empleo con la brigada de bomberos.
“¡Bravo!”, le dijo el presidente apenas le vio; y él sonrió con timidez. De esa manera el africano (y aquí volvemos a la raza) pasó de ser invisible a convertirse en un héroe nacional.
Lo curioso del asunto es que el joven Spiderman de 22 años, pudo haber sido deportado debido a las políticas migratorias establecidas por el mismo Macron. Porque sí, los emigrantes no siempre son bienvenidos, y mucho menos, si son, como lo mencioné al empezar estas líneas, negros. De hecho, el gesto del Jefe de Estado ha sido duramente tildado por varias asociaciones que ayudan a los emigrantes de hipócrita y de hacer un “descarado lavado de cara política”.
El político ha adoptado una dura postura migratoria y establecido diferencias entre las personas demandantes de asilo y/o refugio, y las sin papeles que llegan al país por motivos económicos. Es decir, para buscar mejor calidad de vida. Su propuesta de ley facilita los trámites para la expulsión de los mal llamados ‘sin papeles’. Es decir, que en el caso de aprobarse y no haber salvado al niño, Mamoudou podría haber sido deportado. “No podemos simplemente entregarle documentos a todos los que vienen de Mali o de Burkinafaso”, le dijo Macron.
“Un acto excepcional no cambia la política”, sentenció el ejecutivo; lo que nos lleva a la reflexión: se estima que hay otras 300 mil personas indocumentadas en París. ¿Cuántas de ellas tienen talentos especiales?, ¿Cuánto de ése talento está fregando pisos, lavando platos o, simplemente, trabajando en condiciones deplorables?
Puede que el desarrollo económico de un país dependa en gran medida de sus nacionales. Pero no deja de ser cierto que el talento extranjero está profundamente infravalorado en Europa, América, y cada uno de los continentes que conforman el planeta. La identidad es un privilegio, a veces desaprovechado, y otras tantas, no otorgado.
Tal vez es momento de replantearlo, o quizás aquella consigna de “nos roban nuestros trabajos, dinero y bienestar”, obtenga más fuerza y evite que quienes merecen ser vistos, lo sean.
Mientras tanto, miles de emigrantes africanos como Mamoudou seguirán durmiendo en condiciones penosas y trabajando ilegalmente en las calles. Continuarán siendo ignorados por otras personas, tildados de molestia y de problema nacional. Porque para hablar con honestidad, a pocos héroes se les recuerda para siempre.
