España: todas somos Laura Luelmo

Giuliana Ippoliti
fact.or
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3 min readDec 21, 2018

“Quédate debajo de la luz del farol”, pensé. La acera estaba desolada y yo había llegado pasada las 10 de la noche a casa; mi perro, luego de haberme esperado durante horas necesitaba un paseo. “Iremos rápido”, le dije a pesar de saber que ni me respondería ni le importaría salir 15 minutos en lugar de una hora. El hombre de aspecto misterioso caminaba lento, como un animal cuando asecha a una presa: sigiloso. Su andar, de pronto, dejo de ser en línea recta y comenzó a ser diagonal. Sí, en mi dirección.

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Llevaba una chaqueta oscura que le venía grande y tenía ascendencia pakistaní o marroquí, no lo sé y tampoco me detuve mucho tiempo a considerarlo. Tomé mi teléfono y comencé a enviar una nota de voz, su paso se hizo más lento. Yo seguía bajo la luz artificial del farol. Giré y reconocí que a lo lejos una pareja caminaba hacia nosotros. Esperé, como si esa iluminación me diera toda la protección que necesitaba en ese momento. Él también les vio y su paso se hizo más lento. Vi su rostro cuando estuvo demasiado cerca y no quise desviar la mirada. La pareja, ya muy cerca, pasó junto a mí y yo empecé caminar junto a ellos. Es posible que esa noche no hubiera pasado nada, no es algo que pueda saber. Lo que sí descubrí es que el miedo tiene rostros diferentes.

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Soy Venezolana. Mi país es uno de los más peligrosos del mundo; de hecho, Estados Unidos, España y Alemania, aconsejan no visitarlo. El Ranking Safe Around lo ubica en el número 17 de Estados más peligrosos, en un listado encabezado por Siria en Guerra. Explico todo esto para decir que a los venezolanos nos crían para saber vivir en medio del peligro. Convivimos con el miedo y aprendemos a elegir estar en lugares “menos” peligrosos. Como mujer, y luego de haber modificado mi residencia a España, puedo decir que el miedo no siempre es el mismo, porque el peligro también cambia.

Desconfiar de la persona que te sigue los pasos, mirar de reojo a un lado, acelerar el andar, contener la respiración, y, de vez en cuando hablarle a Dios, es igual y no. En Venezuela temía que me robaran, me asesinaran, me secuestraran. En España, temo que me violen, me vejen, me rompan el alma. No soy más fuerte por haberme criado en un entorno vulnerable; aquí y en muchos otros lugares, soy vulnerable porque soy mujer.

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La web Feminicidio.net informa que en España se han cometido casi 100 feminicidios este 2018. El gobierno ha estado elaborando desde hace 15 años un listado de mujeres asesinadas en casos de violencia de género, pero hay un problema: la contemplan como violencia doméstica. Es decir, los crímenes acontecidos en un entorno familiar, de pareja y similares. Hasta la fecha, contabilizan casi 1000 mujeres asesinadas; sin embargo, los asesinatos de mujeres perpetrados por desconocidos son muchos más.

Las muertes de Laura Luelmo y Diana Quer, no entran en el conteo.

Las estadísticas oficiales (excluyentes, como hemos dicho) arrojan que la probabilidad de que una mujer sea violada en España, es baja. No obstante, la angustia, y más allá de eso, el vacío legislativo, y la sensación de abandono por parte del Estado, son reales. ¿Nos culpas?

¿De qué vale un minuto de silencio en el Congreso después de un crimen, cuando no hay voluntad política para cambiar una ley?

Hoy, todas somos Laura Luelmo. Mujeres conviviendo en un entorno cuyo sistema de justicia es criticable. Somos ella, para decir que no estamos conformes, para afirmar que queremos una reforma de la ley y, sobre todo, para luchar las unas por las otras.

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Giuliana Ippoliti
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Soy periodista especializada en internacionales y contenido viral. Creo en la narrativa emocional. Co-fundadora de Fact.or