El olvido Warao

Ruth de la Rosa García
fact.or
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4 min readApr 13, 2018

Por Gianni Ippoliti

Era mi primera noche de guardia; no sabía exactamente qué hora era cuando me avisaron que había una emergencia. Las dos de la mañana, vi que decía mi reloj mientras salía a las carreras hacia el palafito correspondiente.

La mujer acababa de dar a luz en su casa, y se quejaba de tener mucho dolor. La examiné y determiné que tenía un prolapso uterino; su útero se había deslizado hacia la vagina. En el centro donde yo estaba, aparte de camillas, agua y comida proporcionada por unas monjas, no había nada más. Bueno, sí teníamos unas cuantas gasas. Las usé para contener la hemorragia, le indiqué un poco de analgesia con medicamentos que mi grupo y yo habíamos llevado desde caracas. Y ya, no había mucho más para hacer, la paciente debía ser trasladada a un centro médico con capacidad para darle la atención adecuada.

El traslado tomó 12 horas de espera en el ambulatorio. Horas de angustia y mucho dolor. La única ambulancia fluvial disponible llegaría en cuanto le fuera posible; cuando llegó, la mujer que sería trasladada a Tucupita, la capital del remoto lugar, debía esperar más.

Google Maps, Tucupita, la Capital del Delta Amacuro

A partir de ese momento comenzarían a contar unas 6 u 8 horas más de camino sobre las aguas del Río Orinoco. Sin considerar el tiempo que transcurriría antes de ser atendida, una vez que llegara al hospital. Una odisea.

Esto sucedió en el año 2014, cuando cursaba mi último año de la carrera de medicina y decidí realizar mi ruralito, un trabajo social, durante 2 meses y medio en Delta Amacuro, Venezuela.

Foto: Gianni Ippoliti

En la actualidad no hay ambulancia fluvial en Guayo, el hogar de una de las etnias indígenas más importantes del país suramericano: Waraos. Para los residentes de este lugar, enfermarse es una maldición. Es un boleto seguro a un punto de no retorno. No solo porque no existe un transporte que funja de ambulancia, sino porque dentro de los centros de salud no hay suficiente medicación, o incluso, profesionales que puedan asistirlos.

Para nadie es un secreto el deterioro del sistema de salud público (y también privado) venezolano. La Federación Farmacéutica calcula que hay problemas con 85% de los productos; el desabastecimiento reina. En todo caso, si el deterioro de los centros hospitalarios en Caracas, la ciudad capital del país, es crítico, no cuesta mucho imaginar cómo es en Guayo.

Foto: Gianni Ippoliti

Por otro lado, el programa de tuberculosis no se cumple. El de VIH tampoco. Aunque no hay datos oficiales, porque nadie se encarga de medir la tasa de mortalidad ni de incidencia. Existen ciertas luces: “Hay comunidades pequeñas en las que casi todos los hombres que tienen entre 16 y 23 años sufren de VIH”, alertó el Doctor Jacobus de Waard, de la Universidad Central de Venezuela, a la BBC a principios de año. El virus tiene una prevalencia del 10% en algunas comunidades, en el resto del país la prevalencia es de 0,6%, según el organismo de Naciones Unidas: ONUSIDA.

Si consideramos que la comunidad Warao tiene unos 50.000 integrantes, las consecuencias son devastadoras. Están desapareciendo poco a poco por el descuido de las autoridades, que desde hace demasiados años ya, parecen preocuparse por elecciones y reelecciones, mientras olvidan que el bienestar de los ciudadanos es una obligación. O debería serlo.

Foto: Gianni Ippoliti

Recientemente se difundió una nota de voz vía Whatsapp, era una señal de alerta y preocupación. Una doctora que realizaba labores en la zona junto a un equipo sin fines de lucro y con sus propios insumos, fue obligada a detener dichas actividades por las autoridades gubernamentales. Pareciera que la política del gobierno de Nicolás Maduro es, “si vas a hablar mal, no queremos tu ayuda”.

Es lamentable lo que sucede con la población Warao. El sistema, que una vez dijo quererlos reivindicar por su importancia histórica y cultural en el país y la región, los ha olvidado. No hay peor castigo que el olvido.

Foto: Gianni Ippoliti

Una historia para Fact.or / Fotos y texto: Gianni Ippoliti (médico especialista venezolano, durante su estancia en Warao, Venezuela)/ Edición: Ruth de la Rosa

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Ruth de la Rosa García
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Copywriter, periodista, creativa y adicta al café con mucha espuma.