Trabajar on site y otras cosas geniales

La experiencia de desarrollar en un gran banco, de una gran ciudad, y coleccionar — de camino — grandes momentos.

Mauro Bianchelli
Flux IT Thoughts

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Se terminó el proyecto con OSDE; y así empezó Galicia, sin haber empezado para mi. Era el fin de un excelente grupo de trabajo; casi un año y medio de participar de un proyecto en donde trabajar era interesantísimo. El comienzo de lo que uno idealiza cuando le dicen “ahora vas a trabajar en un banco”, me llevó a imaginar un lugar lleno de guardias de seguridad, cajas de metal y poca salida a internet. También habría (seguramente) mucha gente de traje, corriendo con cara de preocupación detrás mío a toda hora (lo único que resultó ser acertado).

Llegó el primer día de trabajo en Galicia, y fue un poco distinto a lo que imaginaba: no había cajas de metal con guardias, y la salida a internet no estaba tan mal (de verdad pensé que no iba a poder escuchar música mientras trabajaba, o ver alguna página de noticias).

En ese momento, eran más los fluxers que no conocía que los que sí (así nos llamamos quienes formamos parte de Flux IT). Tenía que entender al equipo y era más cómodo para mi, por ejemplo, salir a comer solo, a una plaza, al río en Puerto Madero, al Obelisco…en fin, solo. Además todos los chicos salían a comer al “comedor del banco”, otro lugar que había imaginado equivocadamente: no tenía ganas almorzar en el séptimo piso de un banco, un lugar que, seguramente, sería muy poco cálido.

No terminó de pasar la primera semana, y ya se habían sumado al equipo Alejandro, Nahuel y Camila, fluxers que conocía y me hacían sentir más integrado; y que, además de lo técnico, venían a hacer los días de trabajo más amenos.

El tiempo empezó a pasar más rápido. Mi integración (y la de todos los que entramos en ese momento) estaba completa. Más que un equipo, éramos un grupo de amigos trabajando en un proyecto en común. Hasta me habían convencido de ir a almorzar con ellos al “comedor del banco”, y otra vez me había imaginado mal la situación. Resultó ser un gran lugar para ir al mediodía, con comida muy bien preparada, muchas ventanas, una increíble vista a la ciudad, y (lo más importante), postre incluido en el menú ejecutivo.

No sólo el desafío técnico (la posibilidad de hacer, desde cero, la app nativa de uno de los bancos más importantes de nuestro país), era ya una buena excusa para participar del proyecto. Ahora también ir a la oficina era divertido.

Los viajes diarios desde La Plata hacia Capital Federal también eran un desafío, y como aprovechar el tiempo en el micro no era lo mío, tomé la desición de vivir, al menos por un tiempo (que resultó ser casi un año) en una habitación en el microcentro porteño. Encontré una a sólo dos cuadras de la oficina de Galicia, en la esquina de San Martín y Tucumán. Tenía buen precio en relación a otros lugares, y el clima parecía muy bueno también. La idea era quedarme allá para utilizar las horas en las que, de otra manera, estaría viajando. Por ejemplo, preparar materias, idea que resultó no ser tan eficaz: Buenos Aires tiene muchas distracciones.

Mi habitación era compartida con otras personas, en un hostal donde conocí mucha gente. Pero muy pocos se quedaban estables. Mis compañeros y compañeras de habitación estaban destinados a lo mismo: desaparecer de una semana a la otra (días menos, días más). El recambio era permanente, porque pasaban por el hostal como turistas, y había tanta gente nueva como nacionalidades diferentes.

Gracias a ellos, empecé a comprender el valor que tenía vivir un tiempo en Buenos Aires, una ciudad que vienen a visitar desde muchos lugares diferentes, y de la que el 100% de las personas se va maravillada; y me incluyo: funciones en el teatro Colón (lo tenia a 5 cuadras.); tragos en Florería Atlántico, en La Puerta Roja o El Álamo; el clásico After en Buller con Ale. Hasta salir al super se sentía muy bien: iba por la noche caminando al Carrefour de Corrientes y Libertad, pasando por la esquina del Obelisco.

También en el hostal nos habíamos organizado para hacer un clásico de fútbol 5 en el predio que está tras la Casa de Gobierno. Jugábamos todos los martes: un equipo armado de chicos de Europa versus nosotros, los de nacionalidades sudamericanas. Duró 2 meses, y estoy obligado a decir que nunca les pudimos ganar. Aún peor: no vamos a tener una última revancha.

Todo estaba muy bien. Lo que había comenzado como un esfuerzo para el trabajo se había convertido en algo que consideraba la suma de vacaciones y trabajo. Fue una experiencia inolvidable.

Cuando el clima ya era agradable, empezó a haber un recambio en el equipo. Comenzaron a entrar programadores nuevos a Flux, y obviamente a Galicia. Nunca voy a poder saber si vinieron en blanco y se contagiaron del color, o ya venían a aportar personalidades increíblemente buena onda. Todos los que se incorporaron hicieron que el grupo sea todavía mejor: Miguel, Alejandro, Ezequiel…( y siguieron entrando). Todos son excelentes compañeros y profesionales. Pero el paso del tiempo abría también la puerta de salida.

El equipo de trabajo nunca se quedó atrás en una entrega. Siempre fue muy profesional para satisfacer las necesidades del cliente, y a la vez, siempre trabajamos divirtiéndonos. La experiencia humana con ellos y la experiencia técnica que el proyecto nos dio, al menos personalmente, me merece un 10; y les aseguro que mientras escribo, siento melancolía por los excelentes días que me tocó vivir con el equipo.

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