7 May 2018
Cada niño merece una oportunidad. Una infancia. Un futuro.
Cada año, un millón de bebés respiran por primera y última vez el día que nacen. Otros 2,6 millones nacen ya muertos. La gran mayoría de esas muertes son prevenibles.
En todo el mundo, cada día mueren unos 7.000 recién nacidos, la mayoría por causas prevenibles como infecciones, prematuridad o complicaciones en el parto. Otros 7.000 nacen ya muertos. La tragedia es que hay medios para salvarlos. El acceso a una atención médica asequible y de calidad proporcionada por profesionales médicos, instalaciones de salud equipadas con electricidad y agua limpia, así como asesoramiento para que las madres alimenten bien a sus bebés, son algunas soluciones prácticas y sencillas que pueden ser decisivas para la supervivencia de un recién nacido. Sin esas soluciones y la firme ayuda de gobiernos, comunidades y familias, los bebés que les presentamos formarán parte de esas tristes estadísticas. El mundo puede y debe hacer más para mantener vivo a cada niño.
Priscilla, una bebé de siete días del Perú, duerme en los brazos de su madre en el centro de salud del distrito de Yaurisque. De no ser por la cesárea, el acceso a un centro de salud y una “casa de madre” (un centro de acogida cercano al centro de salud) en el que su madre pudo descansar tras dar a luz, así como por la asistencia de una matrona cualificada, Priscilla no estaría aquí hoy.
“Cuando tenía 16 años me diagnosticaron epilepsia”, contaba su madre, Celia Virgina Flores Mamawi. “Pese a mi enfermedad, epilepsia, mi matrona me dio la seguridad de que todo iría bien”.
Ayedatujannah, de 29 días, en brazos de su madre, Jannatul Ferdousi, nació prematuramente en Bangladesh. Ayedatujannah, cuyo nombre significa “la que regresó del cielo”, no lloró al nacer. Con menos de 2 kg y conectada cuatro días a un sustentador de vida, estaba azul y convulsionaba. Gracias a una unidad especial de atención a recién nacidos establecida con ayuda de UNICEF — un reconocido centro de excelencia — , así como a la lactancia de su madre, ha sobrevivido.
“Cuando supe que iba a lograrlo, me sentí como en “Jannah” (el cielo); ha sido el mejor regalo de mi vida”, afirma la madre.
Youssouf duerme en los brazos cariñosos de su madre, Hawa Diawara, en el centro de salud de la comunidad donde nació, en Koumantou, Malí. Youssouf, de 24 días, nació sano. Gracias a unas instalaciones de salud en funcionamiento y dotadas de electricidad y agua limpia, como en este centro, Youssouf y otros bebés están evitando infecciones que podrían amenazar su vida.
“La llegada de Youssouf me hizo muy feliz: es mi primer bebé”, afirmaba Diawara, de 18 años. “Espero que crezca sano. Una higiene adecuada es fundamental para que crezca sano”.
Uuriintsolmon, de dos semanas, de Murun, Mongolia, nació sana. A diferencia de su hermana mayor, siguió sana después de nacer. Su madre, Bayarmaa Erdenejargal, ha aprendido a cuidar adecuadamente de ellas y de sí misma gracias a la formación para el cuidado en el hogar.
“No siempre sabía cuidar de mi primer bebé: tuvo ictericia, infecciones cutáneas; tenía mocos y frío. En un momento, temí que pudiera morir. Estaba muy preocupada por ella. Con mi segundo bebé, empecé la atención prenatal mucho antes. Ahora me siento segura. Deseo que mis hijas tengan una vida saludable”.
Cada día mueren 7.000 recién nacidos. Ayúdanos a cambiar esta situación firmando nuestra petición. Cada VIDA Cuenta.