Abril, 2018
La lucha por la supervivencia
En Kasai, más de 1 de cada 10 niños pueden morir a causa de la desnutrición.
La violencia de la región de Kasai, en la República Democrática del Congo, ha ocasionado desplazamientos masivos y ha impedido que cientos de miles de familias planten sus cultivos. Después de meses viviendo en el bosque en condiciones rudimentarias, miles de niños padecen desnutrición aguda grave y necesitan ayuda para sobrevivir. Como respuesta, UNICEF está colaborando con los centros de salud para tratar a los niños desnutridos.
“Antes cultivábamos y comíamos arroz y judías, pero ahora ya no tenemos nada porque no pudimos sembrar nada el año pasado”, dice Therese Mulopo, que sostiene en brazos a su bebé de cuatro meses Mbombo Marth, dormida, en un centro de salud de Kananga, en Kasai, y nos explica por qué ella y su familia no pueden regresar a casa.
“Cuando estallaron los combates, tuvimos que irnos al bosque”, cuenta Ngalula Badiendele, que ha asistido con sus hijos a una sesión sobre nutrición de un día en el centro de salud de Kananga. Kajunga (en sus brazos, a la izquierda), de 17 meses, y Tshipala (en sus brazos, a la derecha) de tres, padecen desnutrición.
“Desde las violencias [sic], solo comemos mandioca y, si mis padres encuentran dinero, a veces podemos comprar trigo para cocinar algo. Pero casi siempre nos vamos a dormir con el estómago vacío”, asegura Ntambwe mientras sostiene en brazos a su hermano Nalula, que tiene tres años y está desnutrido.
“Cuando se desató la violencia, tuvimos que escapar al bosque con toda la familia”, cuenta Bakena Mukendi, acompañada por su hijo Manatshitua de 28 meses y su bebé Bakatjika, a la que sostiene en brazos, que tiene un mes y está desnutrida. “Entonces, todos mis hijos cayeron enfermos. Tenían fiebres y diarrea”.
“Pese a nuestra situación y a los pocos ingresos que tenemos, yo [estoy] orgullosa de haber mandado a todos mis hijos a la escuela, porque sé lo importante que es la educación para su futuro”, dice Bakena.
“Acudí al centro de salud porque ya hace un mes [que] mi hija no come bien”, explica Bertine, de 14 años, mientras sostiene en brazos a Bakatuseka, de un año. “La vida no era fácil en el bosque, no teníamos comida”, añade.
“A mi hija la mataron durante los combates de abril de 2017, y dejó atrás a seis huérfanos”, dice Tshiela Masengu, que sostiene a su nieto Jean, de 4 años, desnutrido. “Durante el conflicto, nos refugiamos en el bosque”, añade Tshiela. “Pasamos allí semanas sin nada que comer. Así fue como Jean enfermó”.
“Cuando comenzó la inseguridad en Kananga, me refugié en el bosque […] las condiciones eran horribles”, asegura Muya Kapuku, con sus hijos Chosa, de 3 años (izquierda) y Muhipay, de 4. “Temo perder a mis dos hijos, que padecen desnutrición, pero, por suerte, [aquí] están recibiendo atención nutricional gratuita”.