Crónica sobre una ex-creyente

Andrea Paola Vázquez Colón
Fractal Puerto Rico
3 min readJul 8, 2017

El día que me di cuenta de que era una hipócrita fue el día en el que improvisé mi contestación en la catequesis. Hablábamos de la capilla y la maestra dijo que no era una catedral como las famosas, llenas de oro, estatuas, acústica celestial y altas ventanas con coloridos vitrales reflejando luz divina en las esquinas del templo al alba. Y yo dije, porque así me salió:

“Las capillas pequeñas son hermosas también.”

“¿Cómo así?”, cuestionó la maestra, y con frío olímpico, improvisé.

“Pues porque son las que más se asemejan a Jesús. Son humildes, pequeñas, pero llenas de amor, justo lo que le gustaría a Jesucristo.”

Y la maestra casi llora.

No sé por qué lo dije. Solo sé que luego de eso hice mi primera comunión y sentí como si me hubiese poseído el Espíritu Santo y me hubiera convertido en profeta. Tenía doce años y andaba echándole la bendición por Facebook a todo aquel que viniera con malas intenciones o no coincidiera con lo que yo argumentaba. Trataba de ir todas las veces que pudiese a la Iglesia y oraba todas las noches. Convencía a mis compañeros que la mejor manera de ser feliz era acudiendo a Dios y dejando todo en sus manos. Acudía a mi ángel y hablaba con él, cuando en realidad entablaba monólogos donde yo misma me respondía lo que quería responder.

Me empalagué. Nos dijeron que una vez consumiéramos el cuerpo de Cristo, teníamos que ser fieles devotos a su camino, ser buenos hijos y buenos hermanos. Y yo me la viví. Pero me empalagué. Era cansón malgastar una hora y media de todas las mañanas dominicales escuchando sermones interpretativos, repetir al unísono “yoconfiesoantediostodopoderosoyanteustedeshermanosquehepecadomuchodepensamientopalabraobrayomisiónpor mi culpa,pormiculpa,pormigranculpa”. ¿Qué era mi culpa? ¿Haberle mentido a mi madre sobre la medicina que no me tomé? ¿Haberme reído de los chistes sexuales de mis compañeros de intermedia? ¿Haberme quedado con el vellón que vi tirado en el piso?

Luego empecé a pensar en el masoquismo y la hipocresía, en la idolatraría y las controversias. Porque mi fragmento favorito de la Biblia, o al menos el que más pensaba en aquel entonces, era cuando Jesús se puso potrón y sacó a la gente que estaba vendiendo cosas en el templo de su Padre. Entonces veo a la gente vendiendo bizcochitos, chocolatitos, el periódico, camisitas en la Iglesia y digo, ¿y entonces? Entiendo que de algún lado tengan que sacar para arreglar el techo, el aire, los abanicos, los asientos de la Iglesia pero, ¿no sigue siendo controversial y un tanto hipócrita de su parte?

No fue hasta que un sacerdote (o padre o pastor, porque nunca entendí la diferencia entre los tres) le dijo a uno de los niños que había llamado al altar que “mascar chicle en la casa de Dios era una ofensa y un pecado” cuando me di cuenta de que la religión no era para mí.

Mental y emocionalmente no podía procesar y acostumbrarme a ver una imagen de un hombre sangrando, clavado en una cruz y en gente besando una pequeña versión de la misma imagen. No podía pensar en que todos dijeran “Dios es amor” pero el mismo Dios sacrificara sus propias creaciones por “amor”, según la Biblia. Más aún, no podía creer en que hubiese gente que creyera todas y cada una de las cosas en la Biblia, escritas por personas que al final terminan diciendo y haciendo lo que les conviene personalmente.

No sé si creo en Dios. Es difícil imaginar que hay un ser superior a nosotros velándonos y escribiendo en una libreta todos nuestros pecados para así decidir si nos vamos pa’ arriba o pa’ abajo, bendiciendo a todos los que han sido bendecidos por toda su vida y haciéndose de la vista larga de las víctimas del odio, de la falta de recursos y falta de humanidad. Porque al final, si se piensa bien, así mismo funciona el Estado.

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Andrea Paola Vázquez Colón
Fractal Puerto Rico

Estudiante de Estudios Hispánicos en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Tengo guille de escritora y de revolucionaria. Espanglishparlante.