Las tatas
Vamos por ahí y nos dicen cómo vestir
Como si gobernaran nuestros cuerpos
E incluso lo que dicta el corazón:
“Consíguete un nene bueno,
Uno que ore y vaya a la iglesia”.
No reconocen que suelen ser peores,
Monaguillos que a veces llegan a sacerdotes…
Oprimidos por servirle a uno de sus dioses
Terminan rindiéndole tributo al resto: los siete capitales.
Se casaron con heteronormativos,
Aguantaron toda cantaleta,
Golpe, empujón, jaladera
Y ni se diga de los cuernos ni la cerveza.
El “¿qué dirán?” las detuvo;
todo sueño y pensar propio, paralizado.
Mientras el mundo siguió cambiando
Las tatas como reliquias se quedaron.
Ahora se encuentran amenazadas;
Su visión de antaño
Ya no cuadra en el colectivo
Con la novedad del panorama equitativo.
Cegadas por el machismo,
Arremeten contra sus propios hijos.
Sin filtro aclaman: “¡Por la familia!”
Utilizan la política como eslabón
Para sus fines lucrativos y agendas religiosas.
El “haz bien y no mires a quien”
Al parecer tiene color, orientación,
Género, creencia y hasta especie.
En ocasiones le achacamos los estándares
A quienes gozan de masculinidad frágil
Olvidando señalar a las tatas
Las culpables de su tradicional crianza.