El encuentro en Evangelion

Mercurio Cadena
Frikilandia
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6 min readApr 3, 2017

Ensayo sobre la tensión individuo-colectivo en el ánime Evangelion

¿Quién tiene la habilidad de caminar tranquilo por esta vida saturada de todo? A mí, por lo menos, me asfixia la angustia de no saber cómo “invertir” (¿Emplear? ¿Usar?) mi ocio en un mundo que confunde todo con su negativo etimológico negocio. Hemos hecho de lo que no es ocio el pilar fundamental de la actividad contemporánea, y después hemos barrido con el sentido positivo. ¿Quién tiene claras sus nociones acerca de lo que es el ocio? Peor: quienes lo tienen claro es casi seguramente a fuerza de haberlo ninguneado; a fuerza de invertir los sentidos originales para dejar al ocio como un doble negativo, lo que no es negocio, para luego construir nociones de cultura sobre ese moco. Doña Rae, paladina de la virtud para las buenas conciencias, graciosamente nos ilustra en su tercer sentido:

Diversión u ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman regularmente por descanso de otras tareas.

Dos perspectivas que se desarman, pues uno sólo se ocupa haciendo negocio, y sólo quien descansa hace ocio.

Quizá la mejor manera de resistirse a esta viscosidad es escoger un camino y empecinarse un poco.

Acabo de terminar con Deathnote, pero no empezaré por ahí. Aprovechando el regreso al arte del ánime/manga/videojuegos, quiero ensayar sobre un elemento particular de un Clásico del ánime que acabo de ver también (me resistí por mucho tiempo inmerso en un tanque repleto de esnobismo contra lo popular): Evangelion. Una ventaja adicional (?) de este ánime producido Hideaki Anno es que es tan complejo que todos jugamos a haber entendido algo (lol), y ello favorece a la existencia de múltiples interpretaciones.

Mucho, ¡mucho! puede decirse acerca de esta serie, empezando por algo básico: Véase. Es, me parece, una de las obras artísticas más importantes de nuestro tiempo, y toda persona sobre la faz de la Tierra (y con alguna intención de salir de sus lugares comunes aunque sea de vez en cuando) debe verla. Evitaré por ahora hacer más análisis generales, salvo por uno: si bien toda la serie me gustó y aunque reconozco que sus partes se necesitan en una estructura bella y meticulosa como no había visto en el ánime en un buen tiempo, la primera parte sin la segunda es básicamente un Power Rangers bien hecho. Perdón, neta perdón, pero así es: monstruos bien construidos y personajes fantásticamente bien logrados con los que uno se identifica casi cotidianamente (a pesar del detallito de estar hablando de pilotos de biomechas generadas a partir de copias de seres con los que ya se tuvo una treeeemenda guerra mundial apocalíptica que barrió con la Antártida, subiendo el nivel del mar y acabando con nuestras ciudades costeras; casual). Pero al final, no sería mucho más que eso. Repito: un Power Rangers en chochos. En conjunto, sin duda, es una obra de arte.

En fin: el elemento de la serie del que hoy quiero escribir es la resistencia supuestamente antiegoísta de Shinji Ikari frente al impulso de hacer lo que quiera. Este es un caso particular de la bien conocida tensión que los personajes construidos para representar en alguna medida al “bien” viven entre sus deseos personales y el bien común; el conflicto tradicional entre colectivismo e individualismo.

Evangelion podrá tener un nivel de complejidad importante, pero a nadie escapa que Shinji es un personaje particularmente tímido. Es, quizá, una expresión muy bien terminada de una antipersonalidad. En términos psicológicos (muchas han dicho que los personajes de Evangelion representan condiciones psicológicas) podría decirse que es la encarnación del trastorno de personalidad por evitación que, según Wikipedia, tiene como principal característica

un patrón generalizado de inhibición social; sentimientos de inadecuación; hipersensibilidad a la evaluación negativa, rechazo o desaprobación; y evitación de la interacción social, que comienzan en la adolescencia o al comienzo de la edad adulta y que se da en diversos contextos.

Estas condiciones (sobre todo su hipersensibilidad a la crítica) hacen que Shinji desarrolle un mecanismo automático de evasión social. Sin importar quién o para qué se acerque a él, es mejor alejarse a como dé lugar antes que permitir que una nueva cercanía genere una situación potencial de dolor. En la serie llaman a esto el “dilema del erizo”, haciendo alusión al triste hecho de que estos animalitos, mientras más se acercan entre sí buscando calor, más se lastiman por las púas que rodean sus cuerpos.

Shinji choca mucho con “La Segunda Niña” (la segunda persona que “surgió” como posible piloto de una Eva), llamada Asuka Langley quien, a diferencia de Shinji, parece tener complejo de superioridad. Lejos de pensar que es irrelevante su existencia, Asuka se sabe importante pero frágil; más débil de lo que le gustaría ser, y trata de cubrir esas debilidades exagerando sus virtudes y mostrando dureza (esa dureza sale a relucir en procesos mentales que muchas veces no son explícitos, sino mecanismos asimilados de defensa provenientes de una dura infancia en la que su mamá “renunció” a criarla, tras lo cual se prometió nunca volver a depender emocionalmente de nadie).

Estos dos personajes, puestos a vivir juntos en casa de Misato Katsuragi, pelean constantemente. Los momentos relevantes por ahora son dos: Asuka encuentra a Shinjo tocando el chelo en casa, y cuando le pregunta acerca de ello, Shinjo responde que es de las pocas cosas que nunca le dijeron que dejara de hacer. Asuka toma esto como una confirmación de su opinión más incisiva sobre Shinjo, que es que él nunca ha hecho nada por su propia cuenta y es incapaz de sostenerse emocionalmente frente al menor encuentro con cualquier persona. Esto lo nota también en el hecho de que Shinjo siempre responde, frente a cualquier surgimiento de conflicto, diciendo “perdón”.

El segundo evento marca el punto de partida de nuestro análisis. Hablando de por qué pilotan a las Evas, Shinjo dice que lo hace porque se lo han ordenado. Todo, inclusive el factor más característico en la vida de Shinjo, ha sido resultado de determinaciones ajenas, y es aquí donde entra el truco: si hacer algo ha sido solicitado por la gente, piensa Shinjo, es de esperarse que uno deba hacerlo gustoso (sobre todo si, además, tiene talento para ello), pues no hacerlo sería contrariar la responsabilidad que todo individuo tiene para con el bien común. Negarse a hacerlo es un acto egoísta sin justificación, y poco importan temas como la vocación o el gusto (el momento más importante en el que Shinjo pensó en dejar de pilotar fue cuando sintió que lo utilizaban para fines inmorales. Bajo esta lógica sólo es la ética pública la que determina cuándo alguien debe hacer algo, y cuándo ese alguien tiene facultad de desobedecer).

Esta tensión nunca desaparece de la serie, pero va mutando en el tiempo (en una especie de analogía entre el tiempo de la serie y la “madurez” de los personajes, que van viviendo todas las consecuencias de sus respectivas fuerzas y debilidades). La primera vez que un cambio se notó fue cuando, tras haber afirmado que no quería ser parte del proyecto de Eva (y tener una pelea con su padre, el director del proyecto), Shinjo decide bajarse del tren que paulatinamente lo llevaría de regreso, para volver a intentarlo. Es la primera vez que, aunque alguien le dijo que abandonara la causa, decide no huir y enfrentar las consecuencias de hacer lo que quiere hacer. En una segunda ocasión, después de decidir con contundencia no volver a pilotar a Eva 01 debido a manejos inmorales de su padre, desafía una vez más a los demás (y por primera vez en la historia, llega a desafiarse a sí mismo tras haber tomado una decisión) y regresar a pilotar. Esta decisión es más compleja porque, si bien responde a una resolución personal, es resultado de ponderar los efectos de ambas decisiones: irse o regresar. La primera era consecuente con la totalidad de sus estándares morales, pero sólo la segunda le aseguraba no arrepentirse (en una clara reivindicación de la culpa como categoría moral funcional; como indicador fiel de autotraiciones reales y potenciales). Shinjo comienza a hacer ponderaciones más interesantes: si bien el arrepentimiento es una categoría que responde en gran medida a la decepción que podríamos inspirar en los demás, es también un criterio sensible a los estándares morales personales y al cálculo pragmático de las consecuencias de nuestras propias acciones en el medio. En esta decisión, Shinjo llega a un balance muy interesante entre criterios individuales y colectivos, o mejor: Shinjo reconoce que la sociedad está conformada por sujetos en constante interacción. Una necesita de los otros y viceversa, porque mientras los sujetos conforman a la sociedad éstos se ven constantemente renovados y determinados por las relaciones que forjan el tejido ético, pasional y lógico-deductivo de cualquier colectivo. No es lo que yo quiera contra lo que la sociedad me demande: es el libre desarrollo de mi personalidad al servicio de los demás. Se rompe la dicotomía de individuos y colectivos y se supera por un encuentro irrenunciable entre sujetos y comunidades.

Es de este encuentro irrenunciable del que surgen las mejores decisiones. Es de este encuentro irrenunciable del que emana la esperanza de la humanidad.

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Mercurio Cadena
Frikilandia

@Hache_g. Abogado que codea. Videojuegos, admon de proyectos, ética, socialismo, obradorismo.