Precariedad editorial

Si un escritor desea tener muchos lectores, en el Perú podría decepcionarse. Los peruanos leen, en promedio, 3.3 libros al año. ¿Podría hablarse de una industria editorial con esa capacidad lectora? Con una nueva Ley del Libro en proyecto, las editoriales están pendientes. Pero el problema va más allá de la legislación. El mercado editorial peruano es minúsculo.*

Manuel Angelo Prado
Frontera Pirata
15 min readFeb 20, 2018

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La imprenta donde, entre otras obras, se imprimió los 7 ensayos, de José Carlos Mariátegui/Foto: Bereniz Tello (Casa de la Literatura Peruana).

En algún punto de su jornada laboral, un escritor calcula cuánto más necesitará para terminar un manuscrito. En ese itinerario la conexión de su creatividad con la economía es parecida a la de cualquier trabajador: alimentación, materiales para laborar, movilidad en caso fuese necesario, etc. Convertir sus hojas tipeadas en un libro inicia un nuevo ciclo de su actividad. Uno menos azaroso que escribir, pero igual o quizás hasta más importante. Es la conversión de un trabajo artístico e intelectual en un producto que pasará a ser ofrecido en librerías y ferias. ‘¿Cómo podría circular mi nombre por esta geografía cultural?’, se pregunta. Entonces acude a un editor. Su elección debe ser cuidadosa. La de los dos en realidad. Ambos deberán reconocer en el otro sus fortalezas, sus debilidades, minimizar las tensiones y desarrollar una estrategia que los beneficie a los dos. Deben convencerse de que pueden ganar. Sí, como el futbolista y el director técnico. Aunque claro, ese convencimiento no garantiza obtener los tres puntos. Menos en un país que lee, en promedio, 3.3 libros al año(estudio de la PUCP del 2015). En América Latina, los peruanos somos La Universidad San Martín de la industria editorial. Esa barra necesita más hinchas.

Una muestra de la precariedad de la industria editorial en el Perú:el desalojo de los libreros del Jr. Quilca en enero de 2016. Foto: La República.

Editar contra todo

“Es un sistema precario”, dijo Silvia María Gonzales a Frontera Pirata cuando se refirió al circuito de las editoriales independientes en el Perú. Nos hemos citado temprano en un café, antes de las nueve. A pesar de tener un sello editorial propio, Madriguera, ella tiene un trabajo de oficina en el área de publicaciones de una ONG.

Silvia María González, editora de Madriguera, en la foto de su perfil del Facebook.

La imagen de un emprendedor es la de una persona dedicada en exclusiva a desarrollar una idea de negocio. En el Perú son muy pocos los editores independientes los que pueden darse ese lujo. “Haces un trabajo de tres meses y terminas sacando, en líquido, unos S/ 2000 a lo largo de cinco meses”, prosigue la editora. ¿Por qué se continúa entonces? “Es un acto quijotesco”, dice Karina Pacheco Medrano, antropóloga cusqueña que posee una doble naturaleza: escritora y editora. El sello de la que es socia, Ceques, ha trabajado obras de importantes estudiosos que han mirado con atención a nuestro país, como Tom Zuidema (La civilización inca en el Cusco) o Nathal Wachtel (Los vencidos. Los indios del Perú ante la conquista española). “Si yo dedicara mi tiempo a otra actividad ganaría mucho más”, agrega.

Desde una visión de desarrollo, los llamados ‘gafapastas’ del sector editorial cumplen una función importante: dan a conocer nuevos jugadores de las humanidades y las ciencias sociales. Rescatan contenidos de autores consagrados que deberían estar en una biblioteca pública o universitaria, aunque editarlos no sea rentable. En el campo de la literatura, por ejemplo, gracias a La Travesía Editora (con base en Arequipa) los lectores pudieron acceder a una nueva edición de El escarabajo y el hombre de Oswaldo Reynoso, uno de los autores más leídos y queridos del país y que en más de una ocasión declaró que él escribía para el Perú y que publicaba solo en editoriales nacionales. Ya en Lima, no podemos dejar de mencionar la visibilización de un crack de la narrativa peruana: Augusto Higa. Gracias a la publicación de Todos los cuentos (Campo Letrado) y Gaijin (Animal de Invierno).

La FIL Lima es un espacio muy importante para las editoriales independientes pero no es suficiente/Foto: Andina.

Precios de desequilibrio

Imaginemos un libro, digamos de 55 páginas con dimensiones de 13 x 20.5 cm en papel de buena calidad. Su publicación requiere de una inversión de, aproximadamente, S/ 3200 que puede ser asumida en su totalidad por el autor o editor. Una tercera opción es el plan ‘mitad-mitad’. Y si a ese libro le ponemos un precio de venta en librería de S/ 30, existe una palabra que no se debe olvidar: comisiones. Recordemos que en este precio de venta ya están incluidas las ganancias de la editorial (35% en promedio). Tampoco hay que olvidar que la librería cobra un porcentaje (entre 45% y 50%). Y menos aún a los distribuidores que como, las editoriales, pueden ser grandes o pequeños. Los autores, por su parte, reciben un 10% de la venta al público como regalías. Por supuesto, tampoco debemos excluir de la ecuación a la piratería, aunque claro, esta carcome más a las editoriales grandes.

A diferencia de los celulares o las cervezas, los libros se venden con lentitud (un tiraje de 300 o 500 puede tardar tres años en venderse). La ‘pachocha’ hace difícil que una editorial independiente se mantenga, en tanto no tiene la capacidad financiera de producir varios títulos al año. Los problemas no terminan ahí. “Las librerías no pagan o se demoran en hacerlo”, es una queja recurrente de varios editores. “Algunas librerías no reciben nuestros libros”, explica Gonzales, quien también es la presidenta de Editores Independientes del Perú (EIP).

Si un liberal a ultranza se enterara de esta situación podría decir que “así es el mercado”. El problema es que el sector de la cultura no puede verse de la misma forma que el gastronómico, por ejemplo. Existen buenos contenidos por los que las editoriales grandes no apostarían, simplemente porque no les conviene en términos financieros. Y ahí hay un detalle: los libros de las editoriales independientes tienen un precio más accesible aun cuando para ello pongan en riesgo su propio beneficio económico. Y desde una mirada global de desarrollo, siempre va a ser mejor una sociedad con mayor acceso a los libros. Miremos sino los índices de lectura de los países a los que aspiramos a imitar.

¿Quo Vadis, escritor?

“Hay en el Perú escritores que dicen que tienen una ideología de izquierda. Escriben una novela y se la entregan a las transnacionales que sacan un libro, lo ponen en librerías exclusivas a un costo que no baja de S/ 60. ¿Para quién está escribiendo ese escritor? […] ¿Creen que un joven de Huaycán va a tener pasaje para ir a la librería y S/ 60 para comprar esa novela?”. Estas incendiarias palabras pertenecen a Oswaldo Reynoso. Las dijo a la revista Ideele en el 2015, un año antes de su fallecimiento. No hay que estar muy inmerso en el mundo cultural-literario para sospechar que a más de un escritor peruano –sea de izquierda o no– se le debe haber revuelto el estómago al leerlas.

Más allá de la posición política del entrevistado (se definía como marxista), lo dicho expone una arista que quizás no es muy evidente. El consumo de libros, en el Perú, también está atravesado por la desigualdad. En un país que lee poco, los libros son caros.

“Oswaldo tuvo parcialmente la razón cuando dijo eso”, reflexiona Pedro Llosa Vélez cuando le consultamos sobre esta reflexión. En la última Feria del Libro Ricardo Palma, el autor presentó su más reciente publicación: La medida de todas las cosas. Un conjunto de relatos con dos temas aparentemente contradictorios como son las relaciones amorosas y la economía. Sin embargo, el narrador y economista considera que esta problemática no es tan fácil de abordar. “Un escritor necesita visibilidad para su obra y esta te la puede dar una editorial grande”, señala. Y es verdad. Si le preguntamos a cualquier escritor cuál es su deseo más grande, la respuesta será “ser leído”. Y tener tu libro exhibido en las librerías –en primera fila– ayuda mucho. “Si uno vende sus libros en librerías caras pero al mismo tiempo tiene ediciones populares o de fácil acceso a todo público, pues no veo ningún problema”, agrega el ganador del Premio de Cuento José Watanabe (2014) por el libro Las visitaciones.

En un país con un periodismo cultural pequeño, quienes más atención mediática reciben son los escritores de las grandes editoriales, especialmente las transnacionales. La razón es sencilla: tienen un aparato de marketing encargado de esa tarea. Los editores independientes lo saben. Por eso, sin descuidar el envío de ejemplares a los medios con el deseo de una buena reseña o una entrevista para sus autores, enfocan sus esfuerzos en el trabajo de redes sociales o en su participación en ferias, espacios donde hay un trato más directo con el lector. El problema es que, muchas veces, los escritores olvidan estas dificultades. Es allí que comienzan las tensiones. “Te encuentras con autores que creen que van salir en la portada de El Comercio. Entonces, les dices: ‘Pero es tu primer libro. No te conoce nadie’”, relata Gonzales.

Es extremadamente difícil vivir de regalías como autor. Quien quiera creer lo contrario, para decirlo con amabilidad, es un gran ingenuo. Ni siquiera escritores laureados pueden hacerlo. Por eso muchos autores apuntan a generar un capital intelectual, a cultivar un prestigio que les permita dar el salto a una editorial grande o, mejor aún, ser ‘cazados’ por un agente literario y así disminuir las horas de los trabajos alimenticios para dedicarle más tiempo a la literatura.

‘El escarabajo y el hombre’ de Oswaldo Reynoso fue reeditada por La Travesía Editora/Foto: Facebook de la editorial.

“Los escritores son como las star-up”, dice Llosa. Al igual que estas –sostiene el narrador– tienen una potencialidad de éxito a futuro. En algunos casos ese éxito no se da. “Por eso las editoriales grandes apuestan por un grupo de escritores en el inicio de su carrera literaria, es decir, cuando tienen 30 años o un poco menos pero que poseen, por delante, varios años de producción. Algunos rendirán, otros no”, continúa.

Para Félix Terrones, autor peruano radicado en Francia, ese deseo de algunos escritores por publicar en editoriales grandes como Planeta o Random House puede jugar en contra de los pequeños. “El problema es que los escritores miran a las editoriales independientes no como un fin, sino como un medio para ser catapultados a editoriales consagradas. Ello ocasiona que las editoriales independientes tenga poco margen de acción”, comenta.

El desarrollo de la literatura refleja las dinámicas sociales e históricas en un determinado espacio territorial. Esto implica una diversidad de miradas. Narrativas o poéticas distintas que no siempre despertarán el interés de las grandes editoriales, ya sea porque no se ajustan a su catálogo o porque simplemente no las consideran suficientemente rentables. Pensemos, por ejemplo, en los escritores no limeños. La mayoría de ellos son publicados por sellos regionales.

Solo de pan vive el hombre

El problema de la falta de lectura es un problema de desigualdad. “Me molesta cuando un autor dice (refiriéndose al Perú): ‘país de ignorantes’. Es una mirada clasista y desconectada de la realidad”, dice Terrones, quien cuenta con más de tres libros publicados y cuya última novela se títula Ríos de Ceniza. Es una situación que genera frustración en los escritores y que en algunos casos los tienta a tratar a los peruanos de incultos. Pero, de nuevo, una familia peruana con una condición socioeconómica sensible no tiene como prioridad comprar un libro porque existen otras necesidades. Entre comprar comida o un libro ya sabemos cuál será la elección. “Y está muy bien. Es una elección legítima”, recalca el narrador que reside en Tours. Existe un dato adicional: las clases medias peruanas tampoco son las más lectoras de la región. En el estudio de la PUCP citado anteriormente solo el 23.9% dijo leer un libro (tanto lectura de tiempo libre, como de trabajo o estudio) una o dos veces por semana. De ese grupo, el 26.9% pertenecía al sector socioeconómico A/B y 27. 4% al C.

Una mayor rentabilidad de las editoriales independientes pasa, principalmente, por aumentar su tiraje (un mayor tiraje abarata los costos), y evidentemente, porque esa mayor cantidad de libros sea adquirida. Para ello se necesita un universo más grande de lectores. “ En una realidad como la francesa, por ejemplo, donde hay millones de lectores, tienes la posibilidad de generar un ecosistema de autores con muchas dinámicas (heterogéneas, opuestas, diversas). ¿Por qué? Porque los lectores lo permiten”. El problema radica en que no existe una política de formación de lectores adecuada en el Estado ni en las familias peruanas.

Producir al lector

En el 2006, el Ministerio de Educación (Minedu) estableció el Plan Lector (para colegios públicos y privados), un programa para motivar la lectura en los escolares. La meta era que los estudiantes leyesen un libro por mes. La idea no era mala pero había un detalle: las bibliotecas de los colegios públicos estaban abandonadas. En el Minedu no existe una dirección que mire exclusivamente este tema. En la Biblioteca Nacional existe una, pero es una tarea que le queda demasiado grande.

La norma del Plan Lector señala que del fomento de la lectura deberían participar los padres de familia y los profesores, personas que, por lo general, no son lectores, o que tienen pocos referentes culturales. Entonces las lecturas se convierten en una extensión del currículo. “Nuestros profesores egresan de educaciones precarias de la década de los noventa, por consiguiente sus prácticas lectoras no son las mejores”, dice Javier Arévalo, escritor que desde la sociedad civil impulsó la implementación del programa. El Plan Lector tiene una característica que vale la pena remarcar: no se reduce solo a la literatura. La idea es que el alumno entre a la biblioteca de su colegio y lea lo que desee. “En ese espacio debe haber una bibliodiversidad”, continua el promotor de la asociación Recreo. Y agrega: “Leer es una forma de satisfacer tu curiosidad”.

Para convertir la lectura en un acto cotidiano, la imposición no sirve. Un chico de once años que gusta de patear un balón, ¿por qué elegiría pasar su tiempo libre leyendo el Cantar del Mio Cid? ¿No estaría más interesado en leer una selección de crónicas de fútbol o perfiles de sus jugadores favoritos? ¿No tienen suficientes lecturas obligatorias en sus cursos nuestros alumnos? “El problema es que en la escuela los intereses de los alumnos no importan”, cuestiona Arévalo que durante varios años ha trabajado con colegios para promover la lectura y que ha sido testigo de cómo esta ha contribuido al desarrollo de muchos escolares, especialmente de aquellos con problemas de conducta y aprendizaje.

Si bien es cierto que el Plan Lector abona a favor de la formación de lectores, no ha estado exento de críticas. Algunos padres lo califican como un negocio entre los centros educativos y las editoriales (algunos escritores incluso han cuestionado sus contenidos). Lo cierto es que ha impulsado la producción de libros de autores peruanos a un precio módico. Ejemplo de ello han sido las colecciones de Bizarro, o la promovida por la propia Recreo, con cuentos de terror para adolescentes.

Ello ha fomentado un acercamiento entre pequeños lectores y autores, una práctica que siempre es saludable en un país que percibe a la cultura como alejada y elitista. Los autores visitan escuelas, hablan sobre sus procesos creativos y responden las inquietudes de los alumnos, es decir, la acción solitaria de la lectura abre paso a una interacción.

Por supuesto, pensar que los padres de familias formarán grandes bibliotecas en sus casas –aun cuando sean ejemplares con precio de venta bajos– es otra ingenuidad. De lo que se trata es que las escuelas públicas y particulares cuenten con bibliotecas con una política de renovación constante. Y, nuevamente, aparece la palabra clave: diversidad. Esta no solo consiste en la adquisición de libros de diferentes sellos; también implica la diversidad de autores, es decir de perspectivas y posiciones distintas frente a fenómenos sociales, políticos y culturales.

Una nueva ley sí, pero ¿cuál?

El próximo octubre vence la Ley del Libro que ya no podrá prorrogarse. La fecha límite ha motivado reuniones entre representantes de la Dirección Nacional de Lectura del Ministerio de Cultura y los actores de la industria editorial. Entre ellos los editores independientes. Según pudimos conocer, ya existe un borrador de una nueva normativa que recogió las preocupaciones y propuestas de los participantes. De hecho, Alejandro Neyra, titular de la cartera, dijo en una entrevista a El Comercio que en el primer trimestre del año se “debería tener ya listo el proyecto para que ingrese relativamente rápido al Congreso al inicio de la Legislatura”. “Hay tiempo para discutirla, mejorarla, socializarla y aprobarla antes de que venza la ley anterior, en el segundo semestre”, añadió.

Recordemos que uno de los temas que más preocupa son los beneficios tributarios –incluidos en la ley que expira este año- a los que no pudieron acceder los editores más pequeños como el reintegro del IGV y el crédito de reinversión. “Con el reglamento de la ley, publicado en el 2004, se pusieron trabas para acceder a estos beneficios al imponer vallas demasiado altas que en la práctica resultan infranqueables para las pequeñas editoriales, incluyendo a las independientes. Sobre ello hay que recordar que el mercado editorial peruano está compuesto, en un 90%, por pequeñas y microempresas”, explica Pedro Villa, director de contenidos y relaciones institucionales de la Cámara Peruana del Libro (CPL). Por ello no sorprende que, entrevistado también por el ‘decano de la prensa peruana’, José Carlos Alvariño, el nuevo presidente de la CPL que asumirá en marzo, haya mostrado su inclinación por la inafectabilidad.

Alejandro Neyra, ministro de Cultura, ha sido cuestionado por no pocos miembros del circuito cultural peruano, incluido escritores. ¿El motivo? El indulto a Alberto Fujimori.

A pesar de las críticas, la evidencia demuestra que es necesaria una norma que ayude a desarrollar la industria editorial y promueva la lectura. En los últimos 14 años -sostiene Villa- “la Ley del Libro ha sido, cuando menos, un factor importante, al haberse triplicado la producción de libros y pasar de 368 agentes editores que registraron publicaciones en el ISBN en el 2003, a 994 en el 2016”. “Hay que entender a la Ley del Libro más allá de los beneficios tributarios que estableció. Hay que verla también como un marco legal y normativo que afectó positivamente a todo el ecosistema del libro”, agregó.

Antes de llegar a la Comisión de Cultura del Congreso, el borrador de la nueva ley deberá pasar por varias instancias del Gobierno, como el Ministerio de Economía y Finanzas que tiene la opción de proponer recomendaciones o plantear objeciones. Evidentemente, debido a la crisis política que se vive, este proceso podría tomar varios meses. La cultura no es una prioridad en Perú. Eso lo sabemos todos. Recordemos, además, que muchos miembros de la escena cultural peruana han planteado fuertes críticas a Neyra luego de que asumiera el Ministerio de Cultura tras la renuncia de Salvador del Solar. ‘Al aceptar el cargo está validando, implícitamente, la decisión del gobierno de Pedro Pablo Kuczynski de otorgarle el indulto a Alberto Fujimori’, es la frase que resumiría estos cuestionamientos. El aludido replicó que como servidor público quiere continuar con el trabajo de su sucesor. “[…] miro para adelante. No me pregunto por los hechos políticos que ya ocurrieron”.

El reto de mejorar una industria.

Para desarrollar un sector de la economía se necesitan reglas claras. Pero desde el lado de las editoriales independientes hay una necesidad de mayor profesionalización. “Necesitamos una visión de negocios”, apunta Gonzales, quien trabaja en el sector editorial desde antes de terminar la universidad. Uno de los principales retos es la rentabilidad. Es necesario que las editoriales independientes busquen crear más espacios para interactuar con mayor regularidad con sus potenciales compradores. Las ferias de libro son bien recibidas, pero no bastan.

Los editores pequeños pasan por grandes penurias para colocar sus libros en las librerías o incluso participar en licitaciones del Estado. Distorsiones del mercado que hay que corregir. De lo que se trata es que grandes y pequeños puedan competir y que para ello tengan adecuadas condiciones. “Si un editor independiente produce un libro cuyo precio de venta es más caro que el de una transnacional (debido a su producción a escala), pero que tiene un mejor diseño, una corrección de estilo más cuidadosa, entre otros aspectos, una persona podría optar por comprarlo por una cuestión de calidad. El problema es que las editoriales independientes no pueden entrar. Lo mismo pasa con la venta para colegios. Si no puedo acceder al mercado, ¿qué hago con mis libros?”, explica Llosa.

Falta mucho por mejorar… En comparación con otros países de América Latina, la oferta editorial peruana (impresa y digital) es baja/Fuente: Estudio diagnóstico del sector editorial del Perú.

Las herramientas para hacerlo existen. A inicios de este año se hizo público el ‘Estudio diagnóstico del sector editorial del Perú’, elaborado por la CPL con el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc). Un documento extenso que indaga sobre las complejidades del sector editorial nacional y que expone, por ejemplo, que una de sus potencialidades de desarrollo es la exportación de libros dirigidos a las comunidades hispanohablantes de Estados Unidos y Europa. Recomienda, en esa línea, no olvidar a los países con altas tasas de migración peruana como Chile, por ejemplo.

Para ello, dice el estudio, el Estado debería elaborar y ejecutar una política pública que impulse “la formación del recurso humano para el sector; el apoyo a la reconversión empresarial y la innovación; y la promoción de la internacionalización del sector editorial peruano”. Todo ello aunado a una eficiente promoción de la lectura a nivel nacional.

Publicado originalmente en la web de Frontera Pirata: www.fronterapirata.com el 20 de febrero de 2018

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Manuel Angelo Prado
Frontera Pirata

Escritor, guionista y editor. Autor de dos poemarios. Cuando no escribo tomo fotos.