Crítica: ‘Chernobyl’ termina sin dar ningún respiro
La miniserie de HBO ha sido el éxito sorpresa de la primavera
Esta crítica se ha escrito tras ver la miniserie completa de ‘Chernobyl’.
Es muy significativo de cómo ha sido Chernobyl que el clímax de su último episodio sea una sucesión de testimonios en un juicio que detallan los eventos que llevaron a que, en la madrugada del 25 al 26 de abril de 1986, estallara el reactor 4 de esa central nuclear. Primero, Boris Shcherbina explica qué era esa prueba de seguridad que los operarios estaban llevando a cabo aquella noche; después, Ulina Khomyuk detalla porqué dicha prueba podía llevar al reactor a unas condiciones muy peligrosas y aporta la primera metedura de pata de la cadena que desencadenó el desastre, el retraso de diez horas en su realización.
Y entonces le llega el turno a Valery Legásov. Sobre él recae explicar, paso por paso, cómo es posible que un reactor RBMK, la joya del programa nuclear soviético, explotase justo cuando los operarios lo apagaron. Lo que él cuenta es cómo puede utilizarse algo tan delicado, y tan potente, como la fisión nuclear para generar energía eléctrica, y qué elementos intervienen en el mantenimiento del equilibrio en el núcleo del reactor.
Como comentaban en Twitter, el momento álgido es esa explicación, con tarjetas rojas y azules y una estantería, de cómo el uranio, las barras de boro, el agua, el vapor, el xenón, etc. intervienen en la generación de electricidad, en evitar que el reactor se sobrecaliente o genere demasiada presión. Al igual que, en el flashback a aquella noche va creciendo la tensión conforme se aproxima el momento del accidente, en el testimonio también aumenta la anticipación ante la posibilidad de que Legásov diga en público que el gobierno de la URSS sabía que el reactor tenía un fallo de diseño y no sólo no hizo nada para corregirlo, sino que lo ocultó y depuró a cualquiera que osara mencionarlo.
La manera en la que está retratado el juicio contra los tres principales responsables de Chernóbil (un juicio de pega, porque ya está decidido que van a pagar el pato por sus errores y por los del estado) es un buen resumen de cómo ha mostrado la miniserie todo el desastre. No hay música melodramática ni golpes de efecto; sólo son tres personas contando las cosas como son (un poco adornadas de cara al tribunal), intercaladas con un repaso a las horas anteriores al accidente que tampoco carga las tintas del efectismo.
Chernobyl ha sostenido desde el principio que los hechos pueden negarse, pero que siempre van a estar ahí, así que construye su final justo sobre un recuento de esos hechos. El castigo de Legásov por decir la verdad ayuda a enfatizar la tesis que Craig Mazin, su guionista, quiere transmitir; el KGB lo depura, pero no puede hacer desaparecer la verdad. Y cuando uno se empeña en negarla, en ignorarla, en construir una red de mentiras que se ajustan más a sus propios intereses, se acaba pagando un precio.
Gorbachov sostenía que el accidente nuclear de 1986 contribuyó más que cualquier otro evento a la caída de la URSS a principios de los 90. Expuso la mezquindad de unas instituciones que fomentaban el servilismo y que purgaban a todos los que creyeran que, al exponer lo que funcionaba mal, ponían en peligro a la Gran Madre Rusia. Y Chernobyl traza directamente la conexión entre aquella URSS en declive y los políticos actuales en lugares como Estados Unidos, obcecados en tachar de noticias falsas todo lo que contradiga sus discursos sin sentido. Pero la verdad es una bomba de relojería.
Durante cinco episodios, la miniserie ha mantenido el mismo tono sobrio y de “esto es lo que hay” que vemos en su último capítulo. Todo el mundo sabe cómo funciona esa parte del mundo, aunque intenten aportar su granito de arena para cambiar algunas parcelas. La historia no les va a recordar, como teme Shcherbina, así que tienen que ser ellos mismos los que asuman que hicieron todo lo que pudieron, los que se queden con el orgullo personal de haber evitado una catástrofe mayor.
“Tendremos nuestros villanos, tendremos nuestros héroes y tendremos nuestra verdad”. Es para lo que el jefe del KGB afirma que servirá el juicio: debe ofrecer una narrativa ya preestablecida, sin inseguridades, sobre lo que ocurrió en Chernóbil, por qué y quién tuvo la culpa. Chernobyl viene a decirnos que ahí, en esa manera de pensar y actuar, es donde se ocultan los monstruos.
Y, probablemente, su afán por no ofrecer ningún respiro, por mostrar la enormidad de la catástrofe y de las mentiras oficiales ha sido una de las claves de su sorprendente éxito, situándose en audiencia en HBO a la altura de Heridas abiertas. Emitiéndose en lunes, en lugar del hasta ahora tradicional domingo.
‘Chernobyl’ está disponible completa en HBO España.