Crítica: ‘Vikingos’ 6x10 — ‘Los planes mejor trazados’

La serie se despide hasta finales de año dejando muchas sorpresas

Richie Fintano
Fuera de Series
6 min readFeb 19, 2020

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(Fuente: History)

La primera mitad de la sexta temporada de Vikingos ha llegado a su fin y vemos cómo el invierno está también terminando para dar paso a la primavera que será el escenario de la primera batalla en Escandinavia. Unos ven a la muerte acercarse de forma inminente e imparable, mientras que otros se entregan a la destrucción sin importar el coste. Tan sólo una alberga esperanza y mantiene la cabeza fría a pesar de que los dioses le den el primer golpe antes de la guerra.

Ivar asiste a dos revelaciones antes de emprender el camino a Noruega. La primera viene de Hvitserk, quien reconoce que ya no pretende demostrar nada a nadie y se entrega por completo a la destrucción del mundo, lo que deja a Ivar algo sorprendido. Sin embargo, no se da cuenta que, aunque él no lo diga con tanta vehemencia como su hermano, ha hecho lo mismo. No es consciente de que va a invadir al que antes era su pueblo, su tierra, sus súbditos. Si el “Sin Huesos” acaba recuperando su corona, ¿quién le va a seguir después? Se convertirá en el usurpador que vino con hordas de cristianos desde el Este a matar a sus soldados. Si eso no es destrucción, que baje Odín y lo vea.

La segunda viene de la mano de Katya, que se ha quitado la careta de esposa complaciente de Oleg y se ha puesto la peluca rubia de Freydis para seguir aprovechándose de la mirada distorsionada de Ivar. Tanto, que hasta le responde lo mismo que su difunta esposa le decía cuando le hablaba de su impotencia: “Claro que puedes”. El juego psicológico con la mente del vikingo no cesa, y las sospechas sobre las intenciones de la joven noble tampoco. Sigue la sombra de la duda respecto a este personaje, y más ahora que le cuenta a Ivar sus deseos de abandonar a Oleg. Mucha distracción para alguien que está a punto de embarcarse en la mayor guerra de su vida.

(Fuente: History)

En Vestfold, la desesperación se adueña de los que ven lo que se les avecina. Erik, que es de los pocos allí presentes que conocen a la Rus, advierte que es un rival imbatible y que, además, no contarán con los apoyos del resto de reyes y condes de Noruega. Obra de la mala gestión que está realizando Harald al hacer promesas que no pensaba cumplir, como ya puso de manifiesto Olaf. Bjorn demuestra que entre los vikingos vale más la reputación de un guerrero que un trozo de metal en la cabeza y manda a Erik a por más aliados en su nombre, y no en el del rey.

Por su parte, Harald está más pendiente de cómo su enfermiza envidia hacia Bjorn lo consume por completo que de proteger su reino. No soporta la idea de que, tras arrebatarle a Gunhild, para Bjorn no sea suficiente y tenga una segunda esposa. Para alguien que, pese a su nombre, su cargo y todo lo que ha hecho como guerrero, nunca ha conseguido ser amado de verdad. Ya tuvo un desencuentro amoroso que acabó en tragedia con Astrid, y ahora vuelve a cometer los mismos errores al intentar robarle a Ingrid en contra de su voluntad. Una manera muy ruin de emprender el camino al Valhalla.

Se suele decir aquello de que las desgracias nunca vienen solas. Si fuera un dicho vikingo, seguro que habría sonado en la mente de Gunhild al perder a su hijo justo antes de una guerra que puede acabar con todo su mundo. La reina de Kattegat se ha mostrado siempre como una guerrera inigualable, pero a la vez sensible y vulnerable a las emociones de cualquier persona. Tras aceptar, pero sufriendo en silencio, que Bjorn acabara en los brazos de otra mujer, ahora tiene que afrontar la pérdida de su bebé sin apenas tiempo para asimilarlo, ya que tiene al enemigo a las puertas y también es su responsabilidad luchar como una más. De hecho, no solo eso, sino que es la única que mantiene la calma y atisba algo de esperanza asegurándole a Bjorn que volverán a verse.

(Fuente: History)

El tablero está listo para que se juegue la partida definitiva. La baza de los locales es intentar adivinar los pasos de su adversario. Bjorn ya ha luchado otras veces contra Ivar y cree tener claro por donde atacará. La verdad es que acierta, pero por desgracia eso no es suficiente. La contundencia del ejército de la Rus no se puede contrarrestar tan sólo con anticipación. La serie hace una narración en paralelo de la acción, con la descripción de los planes de ambos bandos, que resulta muy efectiva.

Además le añade una ensoñación que, aparentemente, podemos pensar que es de Bjorn en la que conversa cara a cara con Ivar sobre lo que va a suceder en el campo de batalla. En ella, le recrimina a su hermano menor que ha traicionado a su pueblo, a los dioses e incluso a su propio padre. Sin embargo, Ivar, lejos de reconocer tal obviedad, quiere pensar que de esta manera sigue el legado de Ragnar, pues fue a él a quién eligió antes de su muerte. Algo que Bjorn no comparte, como era de esperar.

Finalmente, llega un punto en el que esa epifanía termina y la cruda realidad le atraviesa el pecho en forma de espada de Ivar. Con la imagen de Bjorn desplomándose sobre la tierra, combinada con la celebración de los vencedores en los salones de la ciudad, nos deja la serie hasta finales de este mismo año para descubrir si alguien podrá enfrentarse a estos nuevos conquistadores y cuántos mirarán hacia el cielo para saber donde están las puertas del Valhalla.

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