Crítica: ‘The Terror’, la muerte que llegó del hielo

La última gran apuesta de AMC demuestra que no hay peor horror que el que mora en el alma humana

Toni Garcia Ramon
Fuera de Series
5 min readMar 20, 2018

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No, no son Julio César y Bruto, son John Franklin y James Fitzjames en ‘The Terror’. (Fuente: AMC)

La historia de Sir John Franklin y su expedición al Ártico, allá por 1845, no necesitaba mucha ficción para convertirse en un cuento de horror, uno de esos que deberían leerles a los niños que quieran ser marineros en barcos de madera que se limitan a flotar. El buen capitán decidió un día que quería encabezar una expedición para explorar el pasaje noroeste del Ártico (el oficial ya había liderado tres aventuras en aquellos parajes, una cuarta no parecía revestir demasiada importancia). El problema es que aquella ruta nunca había sido navegada y los barcos acabaron siendo víctimas del tiempo y de su propia estupidez.

Con ese material, que habría emocionado al Hobbes del homo hominis lupu, Dan Simmons escribió su novela The Terror. Un libro que relata la expedición de los británicos y le añade un componente de terror gótico, transformando los navíos en Nostromos victorianos, en las mansiones encantadas de Robert Wise con ración extra de hielo. Un tal David Kajganich se hizo con los derechos para la adaptación a la pequeña pantalla y AMC compró el proyecto, porque es una de esas cosas que probablemente no cuente con el favor del público pero que bien ejecutado da caché a cualquier hijo de vecino. Ahora bien, los antecedentes del señor Kajganich inspiraban algo parecido al pánico: Cegados por el sol, monumento a la afectación pergeñado por Luca Guadagnino, e Invasión, la peor y más inepta de las adaptaciones de La invasión de los ultracuerpos. Así que The Terror iba a ser su “a la tercera va la vencida” o su propia expedición al Ártico para acabar muriendo embarrancando en ese lugar al que perecen los guionistas con mala suerte (o nulo talento).

El barco The Terror varado en las aguas del Ártico canadiense. (Fuente: AMC)

La primera decisión realmente importante fue recurrir a los servicios de Jonathan McKinstry, el diseñador de producción de Penny Dreadful pero –sobre todo- de joyas como El imperio del fuego o Desafío total. Era obvio que con una buena construcción de escenarios ya tenías media batalla ganada. Luego fichas a un buen reparto, de tipos que se han pasado la vida declamando a Dickens, y te sientas a contemplar el espectáculo. Porque eso es The Terror, una obra de teatro conscientemente reflexiva, trufada de diálogos espesos que actúan de espejo para el espectador militante pero que pueden resultar algo grandilocuentes para el que esté acostumbrado al pulso de la televisión moderna.

Es lo que tiene encerrar a un montón de hombres en una tumba de hielo y pedirles que conserven la cordura y lo mejor de The Terror: ese retrato inquisitorial (por perverso) de las miserias del alma humana, por aquello de que cuando uno está moribundo no es necesario seguir filtrando las voces que transitan por su cabeza. Decía Erasmo de Rotterdam que los compañeros más fieles de la locura eran el narcisismo, el olvido, la pereza y la irreflexión. De todo ello hay en la tripulación de esos barcos, hombres llenos de sí mismos que mandan sobre otros que solo aspiran a recibir órdenes (“estamos aquí para preservar la democracia, no para practicarla” que resumía muy someramente el coronel Jessup) pero que una vez abolidas las reglas que rigen sus vidas sienten la necesidad de volver rápidamente al caos. Esa subversión del orden establecido y la rápida degradación que sufren las estructuras primarias cuando desaparece aquello que las sostiene, es el otro gran eje narrativo de la serie. La desaparición (por aplastamiento) de la brújula moral es seguida por la aparición de los monstruos, que en The Terror adquieren la forma de una criatura (física) auspiciada por leyendas más antiguas que el hombre y de otra criatura, engendrada por la ausencia de civilización: la anarquía.

(Fuente: AMC)

Con una cámara que se regodea en una atmósfera cada vez más comprimida, en un mar que parece salido de los pinceles de Ivan Konstantinovich Aivazovsky, The Terror crece en los ojos del espectador a medida que se adentra en el infierno de su propia osadía. Con una sola voz que cuestiona los deseos del amo (el mejor duelo de la serie, el de Jared Harris con Ciaran Hinds) y esa absurda obsesión por la inmortalidad que –al mismo tiempo- ha impulsado al hombre muy por encima de sus propias posibilidades, desde la conquista del Everest a la odisea del capitán Scott en la Antártida, los buques de la Armada enfilan un destino que cualquier aficionado al determinismo hubiera visto llegar con una simple lectura de las cartas de navegación.

Brillante en concepción y desarrollo, pluscuamperfecta en su vertiente visual, solo falta saber si una serie que respira el aire envenenado de su propia claustrofobia será capaz de atraer a una audiencia que sufre un bombardeo constante de estímulos, acostumbrada a twists, cliffhangers y tramas lineales autoconclusivas. Si uno accede a encerrarse en el casco del Terror es muy posible que descubra un universo tan aterrador que solo puede ser humano. Cuando en 1981, una expedición encabezada por el profesor de antropología Owen Beattie, investigó a fondo lo sucedido con Franklin en el Ártico, descubrió que –entre otras cosas- la tripulación acabó sucumbiendo al canibalismo. Y es que la realidad (es bastante obvio) acaba siendo siempre más aterradora que cualquier ficción.

‘The Terror’ se estrena, con doble episodio, el 3 de abril, a las 22:10, en AMC España.

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