Historias off the record
Amor acelerado (y pagado por ‘Jessica Jones’) en Nueva York
Una historia real de tu “abuelo cebolleta” de las series favorito
Desde hoy, todos los días tendremos ‘Historias off the record’, algo que le ha ocurrido a Alberto Rey mientras iba a rodajes y a junkets de presentación de series.
Cuando a un periodista lo envían de visita al rodaje de una serie que sigue, es un regalo. A mí, Netflix me invitó hace unos años al de Jessica Jones, una de mis series favoritas y la única de superhéroes que he visto con interés. Era, además, en Nueva York. Ya se había corrido la voz entre muchos directores de comunicación de que “a cualquier cosa que hagamos en Nueva York, ALBERTO VA”, pero esa es otra historia.
Como en todos los rodajes de Marvel (eso lo aprendí después), el secretismo del de Jessica Jones era casi militar. Y, encima, la serie se grababa entonces al mismo tiempo que Luke Cage y The Defenders, en unos estudios del barrio de Queens. Si ibas al servicio en algún momento durante la estancia allí, te seguían discretamente. O todo lo discretamente que te puede seguir alguien cuando vas a mear.
Los tres rodajes tenían nombres clave. Creo que el de Jessica Jones era “Violet”. También creo que, ahora, legalmente no pueden hacerme nada por decirlo. Aunque francamente, he firmado a lo largo de mi vida tantos documentos de confidencialidad que quién sabe.
El caso es que dos de los periodistas invitados al rodaje se enrollaron en aquel viaje de cinco días escasos. Una chica polaca de veintipocos con pinta de muñeca de porcelana y un inglés pálido y desgarbado al borde de los cincuenta pero oye, con la camiseta de Oasis y las Converse podría pasar por 47 o 48. Él, claramente, no era la primera vez que lo hacía. Ella, aunque solo fuese por edad, creo que sí. Y si os estáis preguntando si es habitual que haya tomate en este tipo de viajes de prensa, mi respuesta es SÍ. Además, es la respuesta que queríais, que os conozco.
El inglés y la polaca se hacían ojitos el primer día de trabajo. Al segundo ya iban por los sets cogidos de la mano. El tercer día era libre y el cuarto no había visitas al set, sino entrevistas por la mañana a actores en el mismo hotel en el que estábamos alojados los periodistas, el anacrónico y encantador (y un poco ajado) Essex House frente a Central Park. En ese hotel, dos periodistas, uno de Londres y una de Varsovia, compartían habitación desde el día anterior. Al segundo día de conocerse ya vivían juntos. Y no os voy a contar lo que él, que se había mudado a la habitación de ella, había hecho con su cuarto, pero ahí supe que el tipo era todo un profesional de la cohabitación acelerada. Y efímera: al día siguiente por la mañana estaban los dos peleándose en el desayuno. Divorciándose. Ella salió del comedor hecha una furia. Él, aparentemente humillado, siguió zampándose unos huevos revueltos.
Hacía un día estupendo. Salí a dar el último gran paseo por Manhattan antes de volver al hotel para, desde ahí, regresar al aeropuerto. Fue una mañana maravillosa esa última callejeando y (venga, vale) haciendo compras de esas que solo tienen sentido allí. Horas más tarde, en el lobby del hotel, casi todos los periodistas invitados en aquella ocasión por Netflix a sus rodajes de series Marvel esperábamos con nuestras maletas a que nos recogieran para llevarnos a nuestros vuelos. El inglés y la polaca también. Allí estaban los dos, hablando relajadamente, tocándose con sutileza, bromeando. Como una expareja bien avenida. Ya habían pasado página. Ya lo habían superado. Se habían conocido cuatro días antes. Cuando veas una serie romántica a velocidad x2, piensa que algunos elegidos la pueden ver a x32. Y vivirla a x64.