Columna | Suspiros de España

Ojalá ‘Paquita Salas’ fuese una serie semanal

El modelo maratoniano sienta muy bien a algunas series, pero para otras es un flaco favor

Álvaro Onieva
Fuera de Series

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Poco (o nada) se ha hablado del regreso de Macarena y su trifulca con el rockerillo. (Fuente: Netflix)

Me vais a perdonar que esta semana esté un poco monotemático con Paquita Salas, pero es lo que toca. Que sí, que ayer le dediqué una extensa crítica y tengo algún que otro tema en camino, pero quiero hablar de Paquita Salas más. Y, en concreto, en mi columna quiero señalar cómo el modelo de distribución de Netflix afecta a la conversación social que se genera en torno a una serie como esta.

Desde el estreno de la tercera temporada en Netflix, Paquita Salas está por todo Twitter (o al menos por todo mi Twitter), pero resulta complicado comentarla sin spoilear a la gente las grandes sorpresas que esconde: los cameos, las canciones, las frases (sí, los chistes son spoilers porque si los has leído no te hacen tanta gracia cuando los ves). Todos sentimos unas enormes ganas de hablar de cada inesperado famoso que aparece y, sobre todo, de ese monólogo final que es tan importante, pero entendemos que aún hay mucha gente que no ha llegado hasta ahí en su visionado y que sería bonito que lo descubriesen por sí mismos.

Sin embargo, lo de A. A. (lo pongo en siglas por si hay algún incauto leyendo esto sin haber visto la temporada) no es lo único de la temporada 3 de Paquita Salas que da pie a comentario. Todos y cada uno de los episodios tienen momentazos, memes y, principalmente, un mensaje contundente de los que podríamos hablar largo y tendido si nos entregasen un episodio por semana que nos diese margen para hacerlo.

Pongo por ejemplo el capítulo dos y su planteamiento sobre los papeles trans interpretados por actores cis, quizás el tema más relevante a nivel social y de industria que se toca. Esa cuestión candente de la que hemos hablado, por ejemplo, a raíz del fichaje de Paco León por La casa de las flores en Netflix y que podría haber tenido más repercusión y conversación si tras el visionado no hubiésemos tenido la posibilidad de darle al play a otro episodio y que nuestra atención se dispersara.

Los dos últimos episodios son los que quedan en el recuerdo junto a las gracietas más llamativas (Los cinco deditos, por ejemplo), mientras que la conversación general se reparte entre tantos estímulos recibidos. Y a mí, personalmente, me hubiese gustado dosificar la temporada un poco más (vi del tirón los tres episodios que nos pasaron en screeners y luego el resto el mismo viernes que salió) y saborearla. La vi rápido con miedo de que me la spoileasen (y algo me destriparon) y cuando terminé me quedé con sensación de vacío.

Tanta espera y tanto esfuerzo creativo para consumirlo todo en apenas cuatro horas me parece injusto. Paquita Salas da para hablar de ella mucho tiempo y ojalá no tuviésemos que hacerlo de forma tan atropellada esta semana. Quedarán los memes durante meses, sí, pero hay mucho más que rascar. Seis semanas con la Paca habrían sido mejores que una sola tarde.

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