Columna

¿Y Paracuellos qué, David Simon, qué, eh?

El anuncio de que el guionista hará una serie sobre la Guerra Civil levantó las iras de Twitter

Toni Garcia Ramon
Fuera de Series

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David Simon, en un rodaje con su colaborador George Pelecanos. (Fuente: HBO)

Una de las frases motivacionales que puede oír el que se pase habitualmente por los foros de los gurús del positivismo es la que reza “la tecnología es la nueva nicotina”. Por una vez, y sin que sirva de precedente, asentiré con la cabeza en señal de asentimiento. Porque sí, la tecnología es la nueva nicotina. Y si puedo permitirme la licencia, diré que si la tecnología es la nueva nicotina, Twitter es el nuevo crack. Lo pruebas, te repugna, te gusta, lo necesitas.

Si un día Satanás levantara la cabeza y pensara en su mejor invento, sonreiría ante la mención de las redes sociales. En Facebook predicamos, en Instagram presumimos, en Twitter nos odiamos.

“Qué exagerado”, dirán aquellos que contemporizan hasta cuando respiran. El mejor ejemplo de lo dicho es aquel instante, hace dos años, cuando Disney se planteó comprar Twitter. Como al otro lado del Atlántico las cosas requieren ciertos trámites, la multinacional encargó a una agencia especializada en adquisiciones de gran calado un informe que evaluara el riesgo inherente a hacerse con la marca del pajarito. Un mes después, los capos de Disney tenían sobre la mesa un informe de más de 100 páginas que acababa con 18 de conclusiones y una demoledora frase final: “si quieren comprar una red social, les sugerimos que compren Instagram”.

Twitter no tiene remedio. Es un nido de locos, nazis, machistas, tarados y gangsters virtuales. El que hace diez años estaba en su casa viendo porno mientras comía ganchitos, se entretiene ahora amenazando de muerte a desconocidos (y, sobre todo, desconocidas). Por supuesto hay excepciones; si uno es capaz de aislarse de la atmósfera de podredumbre conceptual que envuelve a esta red social, puede darse de bruces con gente estupenda, tipos y tipas que reflexionan con certeza sobre lo divino y lo humano; cachondos/as mentales que harían reír al cadáver de Franco y medios de comunicación que siguen ejerciendo de eso, de medios de comunicación.

Sin embargo, si uno transita por ese universo, a menudo es difícil que no acabe (día sí y día también) topándose con subhumanos que consideran tu espacio un lugar en el que hacerte sentir miembro de una civilización repugnante.

Hace un mes, David Simon anunció en Variety que tenía la intención de realizar una serie sobre la Brigada Lincoln. La Lincoln fue un batallón de voluntarios que acudieron a España a luchar en el bando republicano. Parte de la financiación de la serie correría a cargo de Mediapro, la empresa de Jaume Roures, un hombre que se ha declarado varias veces “marxista” (no sé yo si Marx estaría muy satisfecho de que un empresario con el poder y la influencia de Roures, le declarara pleitesía. Es bastante probable que sintiera la tentación de estrellarle un ladrillo en la jeta) y notoriamente independentista.

Jaume Roures, en el centro, en la presentación del canal beIN Sports.

Y aquí (amigos y amigas) empieza lo bueno. Tal y como salta la noticia empieza el carnaval en Twitter. Sería divertido recopilar algunas de las memeces que se dijeron al respecto, pero me quedaré con tres:

a)“Seguro que ni hablas español”; b) “Si no has estado nunca en España, ¿qué sabrás tú?” ; y c) “Este tío es tonto y los españoles unos acomplejados”.

El propio Simon se encargó de responder a los acusadores:

a)“La brigada Lincoln era estadounidense y angloparlante”; b) “he estado varias veces en España”; y c) “Espero que al menos seas más original con los insultos, que eleves el lenguaje. Lo único que puedo hacer con un gilipollas como tú es bloquearlo”.

Y naturalmente, también apareció el eterno “¿y Paracuellos qué?”, que es la versión guerracivilista de “con Mahoma no te atreves” que se utiliza constantemente para remarcar que uno no puede burlarse de los católicos si inmediatamente después no añade algo de los musulmanes. De la misma forma, uno no puede enumerar las atrocidades del bando nacional si no menciona Paracuellos. El agravio comparativo es una asignatura en la que los españoles siempre sacamos sobresaliente. En eso somos como los estoicos, no nos alteramos porque siempre hay alguien por ahí que está peor que uno mismo: “sí, nosotros torturamos a veces, pero algunos torturan peor y de esos nadie dice nada”.

Todo eso le cayó encima al señor Simon, con centenares de fieros soldados defensores de ‘lo nuestro’ echándole en cara que tuviera el atrevimiento de venir aquí a hablar de cosas que ‘no sabe, porque no es español’.

‘Generation Kill’ seguía a los primeros marines que participaron en la invasión de Irak en 2003.

Eso le dijeron al tipo que se pasó seis meses en Camp Pendleton para asegurarse de que sus marines de Generation Kill hablaban como los marines de verdad; del tipo que mejor ha retratado la dificultad de seguir siendo humano cuando vives en un infierno en el que las reglas cambian a diario (en The Wire); del periodista que ha escrito el que seguramente sea el mejor libro sobre la complejidad de la aplicación del procedimiento policial una vez que uno se aleja de los libros de texto (Homicidio); del hombre que más verazmente ha trazado el punto cardinal en el que convergen capital y raza (Show me a hero). Tuiteros de medio pelo que lo mejor que han hecho en su vida es ser capaces de seguir respirando mientras duermen han dado lecciones a un tipo que ha demostrado grandeza en cada show, en cada artículo, en cada entrevista que ha concedido.

No ha bastado con poner a parir una serie que ni siquiera tiene guión (y que van a escribir dos bestias como Dennis Lehane y George Pelecanos) o llamar de todo al personal que la ha defendido, no. Hemos tenido que soportar a la turba dando lecciones de política, filosofía y televisión a uno de los creadores que más nítidamente ha definido el crecimiento del medio en las últimas dos décadas. Como si alguien le gritara a Scorsese qué coño sabrá él de la inmigración italoamericana o a David Fincher que aprenda a encuadrar.

Y es que el tuitero motivado (no importa su nacionalidad) no se detiene ante nada. Aún recuerdo a una mujer en Twitter poniendo una foto de la tierra y explicando una particularidad de la curvatura terráquea que fue respondida al segundo por el señor no-sé-quién: “¿Qué sabrás tú de la curvatura de la tierra, nena?” “Soy astronauta. En la NASA”, respondió ella. Fascinante, ¿verdad?

Brigadistas de la Lincoln, en un desfile de veteranos en Nueva York en 1946. (Foto: TheVolunteer.com)

Lo mejor del caso es que a mí me encantaría ver una buena serie sobre Paracuellos, o la División Azul, o sobre ese señor bajito que nos gobernó durante cuatro décadas y al que ahora algunos reivindican porque con él “todo iba mucho mejor”. Reivindico el derecho a hacer series (buenas) de cualquier cosa. Me guste esa cosa o no.

Siento envidia sana de los alemanes, que se atrevieron a mirarse al espejo (sin embadurnarlo primero de barro, no sea que el reflejo les disgustara) en algo tan gigantesco como Hijos del Tercer Reich (cuyo título original era el mucho más aclaratorio Nuestras madres, nuestros padres: Unsere Mütter, unsere Väter, en alemán).

Y es que aquel tuit que rezaba ‘este tío es tonto y los españoles somos unos acomplejados’ tenía -en el fondo- parte de razón. Sí, es cierto: somos unos acomplejados.

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