Biología del silencio
Siempre se había asumido que el silencio estaba relacionado únicamente con el sonido —entendido este como una onda de presión— , o más bien con su ausencia. Pero un estudio reciente publicado por científicos de la universidad de Comala ha desvelado un descubrimiento inesperado: el silencio esconde en su interior una forma de vida hasta ahora desconocida.
A falta de caracterizar cómo encaja este ser vivo en el árbol de la vida —se supone que debe de ser algún tipo de procariota o arquea— se está estudiando en qué condiciones se manifiesta, utilizando para ello su interacción con el ambiente, al igual que se conoce la existencia de antiguas bacterias prehistóricas por la presencia de formaciones calcáreas.
De esta forma se ha podido averiguar que el silencio, como forma de vida, activa su metabolismo durante la noche. En estas circunstancias puede llegar a infectar a su huésped y causarle problemas de salud. Estudios de espectroscopia de masas han detectado en los pulmones de estos enfermos una proteína producida por el silencio —de secuencia aún desconocida— que densifica el aire, lo hace más y más pesado, provocando una cierta falta de respiración, pesadez en el pecho y, en ocasiones, una enorme desazón, tristeza y lagrimeo persistente.
Estos y otros síntomas —apatía, desesperanza, desinterés por tareas cotidianas y falta de ganas de vivir— son comunes tanto entre los enfermos de silencio como por los afectados por una profunda soledad, por lo que es fácil confundir ambas patologías.
Los investigadores están ahora buscando un biomarcador en sangre que permita diferenciar entre afectados por silencio y por soledad. En un futuro cercano se espera encontrar un tratamiento farmacológico para los enfermos de silencio.
A día de hoy, no se conoce ninguna cura para el sentimiento de soledad.
Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosSilencio de febrero 2018.
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