En la montaña rusa

Guillermo Peris
Fuga de pensamientos
3 min readJul 10, 2016

--

Arriba

Empieza la subida.

Algo en tu interior te dice —de hecho, te grita— que puedes emprender cualquier empresa, por imposible o inaccesible que aparente ser. Sientes que el mundo está a tus pies, te implicas en nuevos proyectos. Mientras conduces desarrollas ideas y ansías llegar a casa para poder anotarlas y ponerlas en práctica. Incluso, en ocasiones, has de parar un momento en el arcén por miedo a que se te escapen, porque nuevos pensamientos esperan su hueco para inundarte atropelladamente. Escribes. Haces planes para las próximas semanas, meses. Se acerca el verano y piensas que es corto para los objetivos propuestos, para visitar a todos los amigos que echas de menos o nuevas amistades que merece la pena conocer.

La vida te sonríe y eres plenamente consciente de todo lo bueno que hay en ella. Puede que algún problema o preocupación te ronde brevemente, pero los desechas inmediatamente: cualquier inconveniencia acaba por solucionarla el paso del tiempo de un modo u otro, no conviene perder el tiempo con banalidades que no dan más que dolores de cabeza. Tienes recursos, tiempo, amigos, aficiones, trabajo... Te cuesta encontrar tiempo para tareas cotidianas como limpiar la casa, visitar a tu familia, hacer la compra... Obviamente, no tienes ningún motivo para quejarte de nada. Eres feliz.

Hasta que, de repente, la subida termina y ves que tu vagoneta se acerca a la primera gran caída.

Abajo

Y caes. Por algún extraño motivo, quizás relacionado con la percepción del tiempo, el tiempo de caída te parece extraordinariamente grande. Y la bajada te deja sin fuerzas, agotado, sin energías para nada más que estar tumbado en el sofá, sin hacer nada, esperando a que pase el tiempo entre el desayuno y la cena. Te limitas a cumplir los compromisos adquiridos para ese día, atiendes a las citas previas y compromisos laborales forzando la sonrisa. Todo lo demás puede esperar. Todo. Nada ni nadie es importante. Y consumes el tiempo en una eterna procrastinación, utilizando las redes sociales a modo de ansiolítico, como distracción para evitar pensar.

Esa es la clave. No pensar. No pensar en eso. Una parte de ti, tu yo racional, sabe que en el fondo es una estupidez, que no deberías darle vueltas. Pero no puedes evitarlo y los dobles tirabuzones hacen su aparición, provocándote una sensación desagradable en el estómago que te lleva a las arcadas, una extraña opresión en el pecho y un ligero escozor en los ojos. Tu yo emocional te domina completamente, te ata de pies y manos, no tienes alternativa. Y el ser plenamente consciente de ello hace que, además de hundido, te sientas ridículo.

Miras hacia atrás preguntándote por qué no viste llegar esa bajada, cuando el cambio de pendiente era obvio. Y te das cuenta de que sí la viste, que es una vieja conocida por la que has pasado multitud de ocasiones. Como esa hay otras. Son tus compañeras de vagón, siempre lo han sido, desde que eres capaz de recordar. Y ni las vías permiten ningún cambio de rumbo ni la vagoneta dispone de frenos.

Al cabo de unas horas, agotado, llega un tramo llano y parece que encuentras un poco de paz.

En medio

Tranquilidad. Sientes que tomas la riendas de tu vida. Te falta la pasión emprendedora de arriba pero no tienes el bloqueo mental de abajo. Y ves con claridad que es igual de falso estar arriba que abajo, que sería fantástico quedarte en ese tramo horizontal para siempre. Buscas con la mirada al operario que lleva los mandos de la atracción para pedirle que te deje abandonarla y, cuando le localizas, te das cuenta de que eres tú mismo, manejando los hilos de tus emociones de forma irresponsable. Exhausto, decides que debes salir de ahí como puedas.

Pero, por más que buscas, no encuentras la salida. Y percibes dentro de ti que se acerca una nueva subida.

Si os ha gustado os animo a que lo compartáis con quien queráis. Y podéis hacer clic en el corazoncito que hay al final del artículo.

--

--

Guillermo Peris
Fuga de pensamientos

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).