Lindes
Tras unos minutos de espera le hicieron pasar a la sala del juzgado. Era un edificio recién construido del que aún emanaba un embriagador olor a mueble nuevo. Se aproximó el secretario —al juez no lo llegó a ver nunca— y le presentó los documentos que debía firmar.
Les echó un vistazo rápido porque su abogado ya le había resumido los términos del acuerdo. En ellos se describía con sumo detalle cómo se llevaría a cabo la separación. Eran cortes limpios, nítidos, cuya interpretación no dejaba lugar a dudas, y que describían los aspectos cotidianos que deberían evitar a partir de la sentencia. Así, mientras ella conservaría a Ricardo —ese amigo con quien compartían sus penas y alegrías las cenas de los viernes— él podría seguir yendo al café junto a la playa donde solían evadirse de la rutina. Repartieron las semanas en que podrían acudir al cine —les gustaban las mismas películas y no era cuestión de encontrarse— y acordaron eliminar las fotos compartidas en las redes sociales.
Para no aparentar animadversión se permitieron conservar los regalos que se habían hecho desde que se conocían —poco o mucho según se cuente el paso del tiempo, sea en días o en confidencias— . También accedieron a la petición de su grupo de amigos de que podrían acudir ambos a sus pocos encuentros anuales: ellos no debían sufrir su disputa. En definitiva, se distribuyeron esos placeres que son la argamasa que mantiene pegados los trozos de vida.
Intentó recordar cuándo había empezado esa distancia entre ellos, cuándo dejaron de ser uña y carne. Hubo una primera pelea seria por una razón estúpida. Entonces no pudo entender la relevancia de aquel suceso, el porqué, pero ahora comprendía que el problema era anterior. Que fue la suma de pequeñas cosas sin importancia que se fueron acumulando entre sus almas, separándolos, de modo que aquella explosión fortuita no hizo más que consumar el enquistamiento de muchos sentimientos e incomprensiones no expresadas.
Una vez firmados los documentos salió de la estancia, apesadumbrado y desconcertado, sin entender bien aún que había ocurrido. Un operario se afanaba en cambiar la placa que describía las nuevas funciones de ese departamento: se había añadido a
Juzgado de familia
un rótulo adicional —con una tipografía semejante, aunque al ser nueva se notaba el cambio— que rezaba
y amistades
Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosDistancia de mayo 2017.
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