Prometeo

Guillermo Peris
Fuga de pensamientos
2 min readApr 23, 2018

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La luz del amanecer empezó a gotear a través de los grandes ventanales, empapando en pocos minutos su rostro, que buscaba cobijo en la almohada. El dolor se había atenuado con las horas, así que pudo incorporarse de la cama sin apenas esfuerzo. Los medicamentos que tomaba antes de dormirse —o mejor, antes de caer rendido tras horas de soportar un martilleo punzante e incisivo en su costado derecho— le permitían regenerar las áreas del hígado dañadas durante el día.

Ese breve distanciamiento de su propio sufrimiento físico le despertaba un malestar interior, profundo y difícil de localizar, que solo afloraba durante unos pocos minutos antes de reiniciar el proceso.

Llevaba tiempo encerrado en esa prisión que se había construido él mismo, en el piso número 22 de un hotel, con todo tipo de lujos y comodidades, que no conseguían que olvidara el daño que había provocado conscientemente, con premeditación, de forma intencionada, a la persona a la que más quería. Era un recuerdo cuya mera emersión le trastornaba profundamente.

Un sonido familiar le hizo levantar la mirada y aguzar el oído. Los ecos lejanos de un batir de grandes alas le hicieron imaginarse a su ya vieja amiga el águila, acercándose de nuevo para infligirle el dolor que enterraría por unas horas su mala conciencia. Llamaron a la puerta de la habitación con tres golpes secos. Cuando abrió, el camarero le sonrió mientras entraba empujando un carrito repleto de bebidas alcohólicas de alta graduación. El proceso para olvidar su culpa empezaba de nuevo.

Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosCulpa de abril de 2018.

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Guillermo Peris
Fuga de pensamientos

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).