Playa del Serradal, Grao de Castellón

Still crazy

Guillermo Peris
Fuga de pensamientos
3 min readDec 18, 2015

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I met my old lover
On the street last night
She seemed so glad to see me
I just smiled
And we talked about some old times
And we drank ourselves some beers
Still crazy after all these years
Still crazy after all these years

Así empieza la canción Still crazy after all these years, de Paul Simon. Y este era el fragmento que se repetía en su cabeza mientras paseaba con E. de noche por la playa. Apenas había iluminación en el paseo de dos kilómetros que unía el planetario con el café dónde habían intentado tomar algo caliente, sin éxito — era un día laborable de invierno y los locales de la playa habían cerrado ya.

Recorrieron el paseo dos veces de un extremo a otro y aún así el tiempo fue insuficiente para hacer siquiera un somero resumen de la vida transcurrida desde la última vez que se miraron a los ojos. En aquella ocasión se habían despedido al final del verano tras pasar la noche en la playa hasta ver amanecer. Él aún conservaba el recuerdo de cómo la camiseta blanca de E. contrastaba con la noche. Esa misma playa les volvía a reunir 25 años después.

Todo empezó — o mejor dicho, siguió — un jueves de diciembre. Eran las 17:30 y él había salido para dar una vuelta cuando el móvil emitió el sonido asociado a los correos electrónicos. Al leer el nombre de E. en el remite no daba crédito. No se lo podía creer y tuvo que volver a mirarlo para asegurarse. El mensaje era muy formal, dando a entender que estaba interesada en saber de él, pero al mismo tiempo con una distancia que dejaba claro que, dado que no conocía su vida actual — ¿estaría casado? ¿tendría hijos? — comprendería que no estuviera interesado. Y lo cierto es que sí, lo estaba.

Años atrás había intentado localizarla por redes sociales, sin éxito alguno. Por circunstancias personales, ella había estado todos estos años alejada de la ciudad en la que se desarrolló su relación. Eran tiempos analógicos, cuando aún no era común el uso del correo electrónico y las comunicaciones se mantenían por teléfono fijo o correo. Así que, tras unos meses de intercambio de misivas, la relación se fue desvaneciendo.

Tras leer el correo decidió llamarla al número de móvil que le había dejado como contacto. Y lo que más le sorprendió fue su voz. Resulta increíble cómo mantiene los rasgos que la identifican con el paso de los años. Hubiera reconocido esa voz en el mismísimo fin del mundo. Esa dulzura, ese tono agudo que, aunque inconfundible, también aportaba nuevos matices de madurez.

Decidieron verse al día siguiente. Una de las primeras cosas que se le pasaron por la cabeza — aunque sabía que era muy prosaico — era si habría cambiado mucho, si la podría reconocer cruzándose con ella por la calle, si habría envejecido mucho — a veces el mal trato que te da la vida se refleja en tu aspecto físico — . Pero no. Estaba igual. Los mismos ojos, la misma nariz, la misma boca. Pero sobre todo, la misma alegría.

Cenaron juntos y después fueron a pasear a la playa, momento en el que él recordó la canción compuesta por Paul Simon. ¿Y cuál fue la sensación que tuvo? Pues la de que el tiempo no había pasado. Que esos 25 años habían sido un suspiro. Que todo seguía igual. O casi.

Durante esas cuatro horas se reconocieron mutuamente, identificaron a los jóvenes que habían sido. Ambos comentaron que la esencia del otro seguía siendo la misma. ¿Acaso es eso posible? Por muchas buenas y malas experiencias que suframos, ¿hay una especie de núcleo de nuestra personalidad que es indestructible? ¿Una marca de agua indeleble que nos identifica tras cinco minutos de conversación?

Tras esa noche decidieron que seguirían viéndose, que mantendrían la relación en la medida de la posible, explorando los caminos que se abrían ante ellos. Porque durante la vida se sufren muchos abandonos de distintos tipos, por lo que un reencuentro así es una bendición que no se puede pasar por alto.

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Guillermo Peris
Fuga de pensamientos

Aprendiendo a divulgar ciencia y desmontar pseudociencias. A veces escribo cuentos. Y a veces bailo. Cientifista (eso me dicen).