En busca de la narrativa

Élian Cabrera
Fuga e incendios
2 min readMar 31, 2020

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Creo que fue Yeats quien decía que la escritura era una forma de conectarse con alguna consciencia o consciencias extraterrenales. Tal vez Jung diría el espíritu del inconsciente colectivo. La historia de la humanidad.

Desgraciadamente la historia (quisiera comillas más fuertes) “oficial” de la humanidad es cisheterosexual, entonces varios personajes quedamos fuera de la trama y huérfanos de autor. Cuando juego a ser escritor y la mano simplemente traza, se asoma un tema siempre recurrente: el habitar este cuerpo como experiencia ajena, mi materialidad como falsa, un disfraz pesado. No sabía de dónde venía esta idea. Mi propia identidad no encontraba donde soldarse. Es difícil de explicar porque precisamente no tenía a nadie que me explique. Es una constante sensación de incomodidad, de ser un farsante, de estar suplantando la vida de alguien más. De actuar la vida de alguien más. De portar un nombre que te es ajeno, pero cumplía su utilidad social.

Para los guaraníes la palabra es el alma. La palabra me tiraba señales que no sabía traducir. Hasta que me fui acercando a la realidad trans, a partir de historias individuales fui armándome con las piezas que faltaban a mi propia historia y le daban sentido.

Es una realidad nunca narrada porque es difícilmente transmitida de generación en generación. Porque son asesinadas. Sus historias silenciadas, invisibilizadas. El régimen cis-heterosexual se protege eliminando existencias incómodas para el relato oficial y castigando toda desobediencia. No existía inconsciente colectivo. O lo que es lo mismo: una historia al cual anclarse, un faro del cual guiarse. La incomodidad entonces fue traduciéndose como un gran pedazo faltante de tu historia, pero que en lo profundo se busca.
No era un problema con el cuerpo como disforia, sino el cuerpo como relato sin narrador.

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