El padre sangra historia. El hijo sangra tinta

Élian Cabrera
Fuga e incendios
Published in
4 min readJan 3, 2016

La vida siempre elige el lado de la vida, y se culpa a las víctimas. Pero no sobrevivieron los mejores, ni murieron los mejores. ¡Fue el azar!

Y es que Maus es un laberinto de venas, del dolor siendo supurado a través de la confrontación con el pasado. Es la biografía de Wladek Spiegelman, un judío nacido en Polonia, quien tuviera una vida próspera y tranquila junto a su esposa Anja Zybelberg, hasta la invasión del Tercer Reich. Su hijo, Art Spiegelman, toma la complicada tarea de sumergirse al laberinto de recuerdos y revivirlos a través del dibujo.

Wladek es tacaño hasta el paroxismo, perfeccionista obsesivo, huraño y manipulador. Sin embargo, en algún momento nos provoca ternura; el amor incondicional hacia Anja, su sorprendente capacidad de adaptación para sortear las más terribles situaciones, hace que te rindas ante él y lo perdones. Por supuesto, no es lo mismo leerlo como un ratoncito viejo que verlo/vivenciarlo como un hijo que soporta el gran peso de semejante fatídica herencia familiar sobre los hombros. Art, intentando una explicación para el modo de ser de su padre, se lamenta diciendo que conoció a otros supervivientes del holocausto, pero ellos no se comportan de la misma manera que Wladek. De todas formas, Art debió tener en cuenta que las personas se readaptan a la vida, después de haber sido sometidas a situaciones extremas y degradantes, de forma diferente y con distintas secuelas. Podemos mencionar el Síndrome del superviviente, consecuencia del trastorno por estrés postraumático; las primeras observaciones se dieron precisamente entre los supervivientes de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, de hecho al principio se lo llamaba «síndrome de los campos de concentración» y es caracterizado por algunos síntomas que pueden observarse en Wladek. Destaca además la presencia de un sentido de culpa por la supervivencia y de autocondenación por haber sobrevivido.

Art acude a terapia al mismo tiempo en que Maus se convierte en un éxito que no puede manejar. La conversación con su terapeuta (también superviviente del holocausto) gira en torno a la relación tensa que tenía con su progenitor. Wladek falleció en 1982, no llegó a ver concluida Maus ni el éxito alcanzado por su hijo. Pero como bien lo menciona Art, ningún éxito se compara con haber salido con vida de un campo de concentración nazi. Se siente abrumado, un niño oculto por la sombra paterna, por la sombra de Auschwitz.

Anja, como duele Anja. El impacto que tiene su suicidio en Art, la culpabilidad y la depresión, lo narra en el cómic «Prisionero en el planeta infierno: un caso clínico». Los trazos son asfixiantes, la claustrofobia se percibe; el suicidio de su madre sin dejar nota (sin explicaciones, sin el alivio de la posibilidad de conjeturas) como el crimen perfecto.

“Me volví, resentido por el modo en que tiraba del cordón umbilical”

Art desea conocer el punto de vista de su madre sobre los acontecimientos del Holocausto. El gran inconveniente es que su madre ya está muerta para cuando Art comienza a dibujar Maus. Y más que muerta, Anja está en silencio.

Ya desde antes de nacer, otra muerte marcaría su vida, la de su hermano Richieu, quien no sobrevivió al exterminio nazi (le es dedicado la segunda parte de Maus: Aquí empiezan mis problemas). En algún momento Art nos menciona esa rivalidad que sentía hacia la fotografía, sobre la mesa de sus padres, del niño eterno que nunca hace nada malo.

Así vemos como, además de un viaje biográfico por el pasado de las familias Spiegelman y Zybelberg, la historia es un viaje introspectivo por parte de Art, un intento de exorcizar sus fantasmas por fin.

La novela gráfica no titubea en mostrarnos todas las atrocidades cometidas por el régimen nazi. Y a pesar de la elección de animales antropomórficos para contar la historia, no mengua el impacto que la descripción de las diferentes situaciones límite provoca. Es una reconstrucción del pasado, una búsqueda de respuestas para entender el presente, lo cual termina como una tarea inútil, frustrante. Las preguntas van acumulándose a medida que uno se adentra al motivo de aquellas acciones inhumanas. Nunca terminaremos de entender, pero es más importante nunca olvidar.

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