Joaju cuarteto otrozapaite

Élian Cabrera
Fuga e incendios
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3 min readApr 27, 2015

¿Qué tan onomatopéyico puede ser un concierto?, ¿es correcto hablar de onomatopeya? ¡Pss tss pss tss! Véase los signos de exclamación como las baquetas frenéticas de Toti y Víctor Morel durante el concierto de la noche del viernes 30 de enero, en el Teatro del Puerto de Asunción. Con Giovanni Primerano en piano, Miguel Antar en contrabajo, Víctor Morel en batería y Bruno Muñóz en el saxo tenor conforman Joaju cuarteto y junto con el maestro Toti Morel, se unieron en un show de jazz a dos batas para celebrar los 4 años del cuarteto, junto con otro aniversario más de Toti, quien cumplió 62 años el pasado 28 de enero.

El pequeño teatro de asientos destrozados, apenas dio cabida para la cantidad de aficionados al jazz. Y qué importa la humedad, qué importa el manejo poco hábil de las luces y, sobre todo, qué importa la impaciencia producida por la acumulación de los minutos más allá del anunciado por las entradas impresas. Ya estaban en escena y elevándonos a una nueva forma de expresión.

Más que músicos, los veo como funámbulistas equilibrados sobre una pentatónica que se quiebra, se dobla al compás de las improvisaciones. Y las miradas cómplices de padre e hijo, destrozando el aire a golpes, que por momentos parecían un solo ente con varios tentáculos. Un diálogo que por lo debajo nos dejaba entrever algo, más allá de aquel lenguaje cifrado en cuerdas, en teclas, en soplo de aire a través de la boquilla y ¡golpes y golpes!, que no entendemos o por lo menos yo, que en un momento cierro los ojos y los colores del sonido traspasan los párpados, no puedo entenderlo.

Joaju a dos batas interpretaron algunos temas de su disco Jazz de Acá y Jazz en Paraguay (disco recopilatorio por José Villamayor), como Renacer, Latidos, Un poco de río (de Rolando Chaparro), Cambio de aire, Marcación (sobre ayolas)-según palabras textuales del disco, “el conservatorio está en esa zona y hay que guardar la compostura”-. Uno de los temas, aún no grabado y que tiene como Toti de autor es “Trozata en La menor” y lo hicieron, nos trozaron de la manera más deliciosa, violencia armónica recibida con gusto; ayna mamita querida ya no voy hacer más, (¿quién no vio en su niñez las travesuras recompensadas en chicotes y proclamar ese ruego en vano?) el tema más largo de una noche demasiado corta. Ya cuando los músicos se despedían, era obvio que para el público aún no era suficiente y el bis Carola fue vitoreado.

En mi caso, que soy una neófita del jazz y sólo puedo expresar las emociones a través de palabras torpes, mis pareceres estarán por encima del lenguaje técnico que tal vez la reseña de un concierto requiere, por lo tanto que esto no se vea como una reseña sino como una declaración de un delirio, un desorden de los sentidos, en palabras de un poeta devenido a traficante de armas. Porque hay cosas que no se escuchan sino que se sienten, en la piel siendo recorrida por el sonido de los platillos de los Morel vibrando; en los ojos hipnotizados por los movimientos de los dedos de Muñóz sobre las almohadillas, a Antar rasgando las cuerdas y domando el contrabajo, Primerano disparando acordes.

Así percibo el jazz, siempre teniendo presente su pasado ambientando los prostíbulos de New Orleans, haciendo callar los gemidos o tal vez camuflándose con ellos y adquiriendo ese aire sensual, violento que suele caracterizarlo.

De vuelta a las onomatopeyas, que viene siendo una imitación del lenguaje (porque acá todo se resuelve de manera etimológica) ba-dum-dum-ttss, tal vez son mis oídos que aún no pueden dimensionar tschh-tschh este nuevo idioma desbordado.

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