ADICCIÓN

Fede Cacciola
Fútbol y algo mas…
10 min readMay 23, 2014

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Cuando alguien me pregunta “¿De qué equipo sos hincha?”, siempre conteste, desde que tengo uso de razón, que no soy hincha de Boca, soy fanático y muchas veces hasta confesé ser algo más, algo así como un enfermo.

En estos días, leí un par de cuentos cortos que me hicieron reflexionar y darme cuenta que somos varios los portadores de esta enfermedad. Pero analice un poco más está cuestión, ya que no correspondía y me molestaba bastante que algo como esto fuera malo o grave, como lo son todas las enfermedades y buscando una definición más acertada a este tipo de comportamientos, encontré la palabra que da título a esta narración.

Según la Organización Mundial de la Salud, la adicción es una dependencia o necesidad hacia una sustancia, actividad o relación debido a la satisfacción que esta causa a la persona, y con esta definición, mi percepción está totalmente de acuerdo con la OMS.

Otras enunciaciones la definen como una enfermedad primaria, crónica con factores genéticos, psicosociales y ambientales que influencian su desarrollo y manifestaciones. Es caracterizada por episodios continuos o periódicos de descontrol sobre el uso a pesar de consecuencias adversas, y distorsiones del pensamiento, más notablemente negación.

En la actualidad se acepta como adicción cualquier actividad que el individuo sea incapaz de controlar, que lo lleve a conductas compulsivas y perjudique su calidad de vida.

Son una conducta impulsiva e irresistible a ejecutar algo irracional o contrario a la voluntad de quien lo ejecuta. Es un padecimiento o síndrome, que presenta un cuadro muy exuberante de signos y síntomas característicos dependiendo de la sustancia adictiva. Existen adicciones tanto a sustancias químicas, vegetales, así como a actividades y hasta a ciertas relaciones interpersonales.

Reconozco que este conjunto de definiciones es larga, pero si te gusta el fútbol y amas a tu equipo, es imposible que ante cada definición, no hayas tenido un recuerdo que se asocie inmediata y perfectamente con cada uno de los comportamientos definidos.

Al comienzo habla de que es una enfermedad primaria y rápidamente distorsionó mi razonamiento de que todas las enfermedades son malas, por lo tanto ya había un punto para discutir entre lo que pienso y lo que dice la ciencia, ya que seguramente ésta tenga razón, pero no estoy dispuesto a aceptarla, como buen adicto que soy.

Continúa aseverando que es crónica con factores genéticos, y en esta parte no puedo estar más de acuerdo. Claramente este accionar se hereda de tu abuelo o de tu padre, y no me vengan con esas familias donde el padre y el hijo son de diferentes equipos, en absolutamente todos estos casos, alguna de las dos partes seguramente no es adicta, y en caso de serlo, debería investigar un poco más y realizar urgente un ADN a su hijo. En aquellos casos donde padre e hijo son de diferentes cuadros y además éstos son equipos clásicos, opino que deberían acudir inmediatamente a un profesional para que los medique de forma preventiva, ya que está situación es inaceptable en nuestro mundo de la adicción futbolística.

Mi caso es seguramente el de muchos de ustedes, pero tiene una particularidad que lo hace más especial desde mi punto de vista. Mi recuerdo permanente más antiguo, supongo a la edad de 4 años, me trae una familia compuesta por una madre, una abuela y un hermano que vivían conmigo bajo el mismo techo y 5 hermanos más que tenía por parte de mi padre, al que sólo veía los domingos. El tiempo me hizo comprender que para esa época mis padres estaban separados y por eso mi papá nos visitaba sólo un día a la semana.

Esos días eran mágicos, no sólo por el hecho de ver a mi padre, sino también porque nos íbamos a ver a mi querido Club Atlético Boca Juniors. Me cuentan mis hermanos mayores que me llevaban a la cancha muy chiquito, que cuando hacíamos un gol, saludaba uno por uno a cada hincha que se encontraba en la platea junto a nosotros como parte de la cábala que ya me inculcaban en aquella época. Lamento muchísimo el no haber tenido memoria desde los 3 años, ya que seguramente recordaría al Diego usando la 10 y desparramando a Fillol y a Tarantini en la Bombonera, para hacerle el tercero a nuestro clásico rival y saliendo campeón ese mismo año junto a Brindisi, Perotti, Passucci y el “Pichi” Escudero, entre otros.

De local íbamos siempre, y cuando digo siempre no exagero, el viejo era socio vitalicio y el hijo que fuera de boca, también. Hasta cierta edad, me cuentan que entraba a “caballito” de alguno de mis hermanos a la cancha. Yo vivía en Barracas, a sólo 9 cuadras de la Bombonera y después de que mi viejo estacionara su auto cerca del Parque Lezama, emprendíamos nuestro viaje hacia la cancha como si fuese una procesión junto a los demás hinchas que nos encontrábamos yendo por la avenida Patricios.

A nuestro regreso y si el partido había terminado de noche, era obligación pasar a cenar por la Pizzería Arsenio de la calle Suárez, donde todos comían pizza menos yo, que me llenaba solamente de faina dada mi repulsión al queso. Si el partido terminaba a la tarde, volvíamos a mi casa donde mi mamá y mi abuela nos comentaban como se había movido la araña del techo cuando Boca había salido a la cancha. Ellas pocas veces sabían el resultado final, de lo que si estaban seguras era de la cantidad de goles que habíamos hecho en el partido, ya que generaban los tan comentados temblores en el departamento.

De visitante, sólo íbamos cuando jugábamos en Racing, Independiente, Vélez, Huracán, Ferro, Platense y alguna vez recuerdo haber ido a la cancha de Atlanta (seguramente algún visitante tenía la cancha en construcción o suspendida).

Tengo miles de recuerdos que se fueron acumulando entre mis 4 y 9 años, hasta que en el año 87 nos fuimos a vivir al interior junto con mi papá, con el que pase a convivir y a ver todos los días.

Cuando nos subimos al tren en Retiro para comenzar una nueva etapa en nuestras vidas, tenía muy claro que las cosas que más iba a extrañar eran a mi familia, especialmente a mi abuela, a mis amigos y a la Bombonera los domingos. Lo primero y lo segundo se solucionaba fácil ya que todos nos venían a visitar de vez en cuando, lo último era más complicado, ya que pase a seguir al club de mis amores por radio y esperando que la noche me traiga a “Fútbol de Primera” para poder ver los goles que había imaginado más temprano.

Recuerdo claramente que mi viejo cerraba los ojos cuando escuchaba los partidos por la radio, una vez le pregunte porqué lo hacía y me dijo “Para imaginarme toda la cancha y poder ver el partido”. Esa frase fue algo mágico, de esas que te dejan una marca y no las podés olvidar jamás, y desde ese día y cada vez que por alguna razón escucho a Boca por la radio, no puedo dejar de hacerlo, tanto que si voy con alguien manejando un auto, le pido que se haga cargo del volante para poder cerrar los ojos mientras oigo el partido. Les puedo asegurar que con el tiempo desarrolle una habilidad tan especial, que mi imaginación no se diferencia tanto de la realidad y cuando veo los goles, son casi iguales a aquellos que compuse en mi cerebro.

Aseguran también que las adicciones afectan factores psicosociales y ambientales que influencian sus manifestaciones, esto quiere decir ni más ni menos, que muy probablemente la suerte de tu equipo repercuta en una cantidad de tiempo “x” (donde “x” es igual al grado adictivo de tu persona), en la que todo aquello que está a tu alrededor, incluyendo familia, amigos, trabajo, tareas, conocidos, no tan conocidos y otras tantas cosas más te importen muy poco, ya que de tener un mal resultado, tu cabeza ocupará la mayor parte de su tiempo en pensar “Ojala que cuando llegue al colegio haya faltado Domínguez, que es tan insoportable con las cargadas…”, “Cómo pudo ser que haya salido a cortar tan mal ese centro…”, “Yo sabía que ese arbitro nos iba a cagar…”, “Y si, la ley del ex nunca falla, ese muerto seguro nos clavaba…” y otras tantas frases tan viejas como el mismo deporte.

Ahora si a tu equipo le va bien el fin de semana, lo más probable que a continuación de tanta felicidad, salga un asado o algún tipo de festejo organizado rápidamente y sin preparativos. Si el partido es el último del domingo, aprovechas para ver todos los resúmenes y declaraciones habidas y por haber con tal de seguir sintiendo esos segundos de placer que te da ver una y otra vez los goles de tu equipo. El sumun de la felicidad se obtiene cuando no sólo tu equipo gana, sino que también tu clásico rival pierde, porque como adeptos a esta pasión, sabemos muy bien que el partido de tu equipo no puede dejar de verse y el del contrario es la segunda prioridad de la fecha.

Continuando con este segmento, no debemos olvidarnos de las manifestaciones que realizamos, ya sean antes, durante o después del partido. La lista es interminable, desde cábalas, promesas y transformaciones que nos llevan desde nuestro más ferviente ateísmo hasta convertirnos en un fiel creyente de Dios y practicante de cuanta religión exista; pasando por indicaciones, puteadas y gritos al televisor o la radio como si nos tuvieran en cuenta y pudiesen escucharnos nuestros jugadores, el árbitro o los contrarios; hasta el éxtasis total de ese gol, que después de festejarlo, nos deja medio mareados, muy probablemente afónicos y haciéndole saber a todos nuestros vecinos que nuestro club metió un gol.

Como afirman los que saben, las adicciones son una conducta impulsiva e irresistible a ejecutar algo irracional o contrario a la voluntad de quien lo ejecuta. Como no va a ser impulsivo e irresistible al mismo tiempo el hecho de reventar un control remoto contra la pared, patear el mueble más cercano o pisar una radio hasta que deje de sonar cuando alguna desgracia le ocurre a tu club, y desde la irracionalidad, podemos identificar un montón de ejemplos como desearle una lesión a un contrario o algún tipo de enfermedad a ese arbitro que fecha tras fecha, consideras que te manda al bombo.

Aseveran además que presenta un cuadro muy exuberante de signos y síntomas característicos dependiendo de la sustancia adictiva. Esta particular sustancia, hace que tengamos síntomas en nuestro cuerpo probablemente durante todo el día del partido. El listado incluye problemas estomacales, dolor de cabeza, temblequeos, aumento de presión sanguínea, alucinaciones y hasta puede dejarnos malestares que requieren de medicación recetada. Coincidirán conmigo que no estoy dramatizando, o no escucharon más de una vez la cantidad de hinchas que pasaron a ver el partido “desde arriba”, habiendo sido testigos de una inmensa alegría o decepción de su venerado equipo.

Pasando a la exageración de los signos, debemos reconocer que patear el aire simulando un rechazo, alargar el cuello para llegar a un cabezazo o cruzar los dedos ante un tiro libre rival, son las demostraciones más tradicionales.

Por último manifiesta que existen adicciones tanto a sustancias químicas, vegetales, así como a actividades y hasta a ciertas relaciones interpersonales.

En este párrafo nos deja la evidencia clara de que jugar o mirar fútbol es una de las actividades más lindas que pueden existir, ya que no hay deporte que tenga esas características únicas que permiten que un grupo de amigos se junten y le ganen a algún equipo entrenado (de esos que tienen DT, PF y hasta camisetas iguales con nombre y número), que el último de la tabla pueda ganarle al primero o que, como en el mundial de Italia 90 contra Brasil, hayamos sido peloteados todos el partido, hasta que diez minutos antes del final, justamente el DIEZ apile un montón de casacas verde amarelas, para asistir a Caniggia, que tras eludir a Taffarel, infló la red y dejó mudos a los más de 149 millones de brasileros que presenciaban el partido o lo miraban por televisión.

Si estudiamos con detenimiento las relaciones interpersonales, debemos aceptar que es casi imposible que tu mejor amigo sea hincha del clásico rival. Esa relación, por más importante que sea, en algún momento puede explotar tras algún comentario desafortunado y hacer que todo cambie de un día para otro.

Ni hablar de aquellas personas que vinieron a este mundo para molestarte cuando tu equipo obtuvo un mal resultado. Los peores de esta especie, son aquellos que no sólo molestan, sino que además no saben absolutamente nada de fútbol. Realmente considero que ese tipo de personas debería replantear su vida, ya que no comprendo muy bien qué tipo de química cerebral les genera el placer de hacerle recordar un mal momento a una persona que sufrió tras la derrota (situación que este casi individuo conoce perfectamente).

Para finalizar con este tipo de análisis, sólo me queda hablar del síndrome de abstinencia que toda adicción contiene y que en este caso llega a unos treinta días por año aproximadamente. Se dice que la abstinencia es la reacción del cuerpo a privarse de una sustancia adictiva de la que se ha vuelto dependiente y tolerante. Sin la sustancia, las funciones fisiológicas que dependían de la sustancia van a reaccionar debido a la tolerancia y la dependencia de la sustancia del cuerpo. Desequilibrios químicos y hormonales pueden surgir si no se introduce la sustancia. Estrés fisiológico y psicológico es de esperar, si no se vuelve a introducir la sustancia.

¿No es impresionante esta definición?, habla de desequilibrios y estrés mientras la sustancia no esté presente. El más claro ejemplo es que uno se encuentra los domingos sin saber bien que hacer, muchos tratan de convencerse a sí mismos, diciendo que tendrán más tiempo para estar con sus afectos o para terminar ese mueble desarmado que duerme en la cochera, dado que a la caja le faltaban las instrucciones y seguramente por eso estaba tan barato.

Estimados, no se engañen más, los domingos sin fútbol son como un cumpleaños sin regalos, son cuestiones complementarias y a las cuales nuestra razón se acostumbró a que una no debería existir sin la otra.

A modo de reflexión final, doy por sentado que esto del fútbol es una adicción y también sea probablemente, la única enfermedad que tenga algo de bueno.

Porque si algo te genera recuerdos hermosos con personas que ya no están, te hace llorar de emoción tras un logro, inventa sueños inolvidables donde ingresas al estadio escuchando a la hinchada corear tu apellido, regala amigos y discusiones eternas con ellos sobre el tema y genera locuras como viajar miles de kilómetros y hacer filas interminables para lograr ver un partido, indudablemente no puede ser malo.

Al fin y al cabo, es una de las pocas elecciones del ser humano que no cambia en el transcurso de su vida, y si eso no es importante, ¿qué lo es?

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