Llevo una semana sin plancharme el pelo
Afortunadamente si me he podido bañar.
A menos que tengas un mes sin internet, hayas naufragado y ahora vivas en una cueva, te haya tragado el triangulo de las bermudas o tu mamá te desconecto el internet por malportado, debes de saber que en estos momentos estoy viviendo en Río de Janeiro, Brasil.
El viaje comenzó en Mexicali, despidiendome de mis amigos, de mi familia, de mi persona, y de mis gatos. El aeropuerto de Mexicali se me hace tan feo y tan simple que creo que le quita mucho el drama a las despedidas. Siempre que he salido para irme por máximo 2 meses, las despedidas han sido tranquilas, sin alboroto y sin lágrimas.
Esta despedida definitivamente fué diferente.
Para empezar, mi mamá no quiso quedarse conmigo porque se pone nerviosa (también se aburre de estar esperando a que pase a la sala de abordaje, pero es muy amable para decirmelo directamente) así que por primera vez me toco esperar el momento de abordar sin ella, pero eso no significó estar sola.
Alí estuvo conmigo desde que estaba terminando la maleta hasta el momento al que pase por seguridad, pero antes de eso se unieron a la fiesta (sarcasm alert) Hadrian y Omar (como los quiero chingao’)
La despedida fue simple, fotitos, besitos, abrazitos y vámonos al avión.
Probablemente fue así porque mi cerebro aún no procesaba que me iba a vivir a Sudamérica por casi 5 meses, pero pude contener mis emociones pretty damn well.
Me moría de sueño, pero dormir en un avión para mi es muy difícil, en parte porque los asientos son incómodos, porque nunca puedo estirar bien mis piernas, por los nervios de viajar y que todo salga perfectamente como lo planee, y porque simplemente no puedo dejar de pensar que estoy en un pedazo de metal que está a 30mil pies de altura, que en cualquier momento se puede ver en medio de la próxima batalla de Avengers, o de cualquier película donde los personajes vuelen y exploten cosas.
Llegar al Aeropuerto del DF.
Los recuerdos de ese lugar. Buenos y no tan buenos.
Pensé seriamente buscar un hotel y dormir para pasar más a gusto el tiempo que tenía que esperar para poder documentar mis maletas, pero como no parecía una opción para una viajera responsable, mejor decidí distraerme.
El mostrador de Avianca abrió hasta las 10:50 de la mañana. Así que pase unas buenas 5 horas andando por ahí, pegada a los cargadores de celulares, en el Starbucks desayunando un biscuit delicioso con un café que me quitó el sueño por un rato, buscando excusas para ir al banco, después cambiando dinero, hasta que mis brazos y piernas se cansaron de cargar con mi equipaje y decidí hacer lo que había estado evitando, pero que los demás pasajeros del vuelo ya se habían resignado a hacer: Esperar frente al mostrador de la aerolínea, aunque no hubiera nadie, así como que metiendo presion.
Después de documentar, pase a la sala de abordaje, para luego recordar que estaba viajando a Brasil sin un solo real en el bolsillo, por lo que después de recorrer un largo tramo, salí, cambie algunos pesos, y volví a pasar por el retén de seguridad.
Ya con dinerito brasileiro para los primeros trámites en Río, decidí darme una última comida reconfortante mexicana antes de partir de mi país: una arrachera y unas cervecitas para dormir agusto. Debo de admitir que la estrategia funcionó en más de una manera.
- Comí rico, aunque a los típicos precios de aeropuerto.
- La comida era exactamente lo que yo desearia comer antes de irme del pais.
- La cerveza no era la que yo queria, pero despues de la 3ra, al estar en el aire el vuelo fue de lo más corto y placentero.
Ya con el mal del puerco en proceso, me subi al avion rumbo a Bogotá, a un lado de un tipo con acento colombiano que hablaba para sí mismo y que para romper mi pequeño corazón, cerró la ventanilla casi con coraje, impidiendo que pudiera ver por dónde vamos, como es el paisaje y esas bobadas que me gustan.
Que bonito hablan los colombianos.
No, nunca he visto el Señor de los Cielos, ni lo veré.
Si, si me gusta Narcos, pero solo por Wagner Moura, aunque todos los colombianos que conozco lo odien por destruir el personaje de Pablo Escobar, al que siguen idolatrando.
Después de una breve escala en Bogotá que me dejó con ganas de volver, pero salir del aeropuerto, tomé el vuelo a Río de Janeiro.
Sin poder dormir, al menos la pantalla enfrente de mi asiento fué bastante útil para que el tiempo pasara rápido viendo Harry Potter y Suits, obviamente en portugués, para ir acostumbrando los oídos.
Llegar a Brasil fue bastante interesante. Después de 30 horas sin dormir, el calor y la emoción de finalmente estar aquí me hicieron despertar.
La Universidad en la que tomaré mis clases es la Pontificia Catolica de Rio de Janeiro, una universidad privada que es considerada de las mejores de Brasil y una de las más caras del Estado de Río de Janeiro y del país, por lo que estudiar aquí es realmente un privilegio.
Dentro de las muchas ventajas de estudiar en esta universidad se encuentran:
- Transporte del aeropuerto a la puerta de tu casa
- Curso de orientación (con regalitos bien cute como una bolsa, mochila, mapas, etc)
- Te ayudan a buscar un lugar donde vivir con una familia brasileña temporalmente o durante toda la estancia en la universidad.
- Clases en inglés o en portugués.
- Curso de portugués (para no tener excusas de que reprobamos porque no sabemos)
- Actividades extras como City Tour, Hiking , Cocktail de bienvenida and so on and so on.
Hoy cumplo una semana de vivir en Río de Janeiro, y durante este tiempo he descubierto que en casa tengo muchas cosas que gracias a esta breve pero enriquecedora experiencia, aprendí que realmente no necesito y las cuales anteriormente consideraba imprescindibles.
Las brasileñas son conocidas por tener una piel perfecta, entonces, es muy extraño ver en la calle o en la escuela a alguna menina con mucho maquillaje, con lipstick de colores fuertes o usando otra cosa que no sea una blusa sencilla, shorts y flip-flops.
También al parecer hay algo en el agua o en el ambiente de Río que hace que todas tengan un cabello lindo, lacio sin necesidad de muchos productos o mucha dedicación a arreglarse.
Descubrí que soy totalmente dependiente de la secadora y la plancha para el cabello y que esas cosas aquí realmente no tienen importancia.
La gente aquí se dedica mucho a cuidar su cuerpo y su apariencia, salen a correr en la playa, van al gimnasio, comen cosas saludables, pero, al parecer, las mujeres optan por un look mucho más natural de lo que en mi ciudad consideraríamos una mujer arreglada (entre muchas comillas).
Es cuando sales de tu zona de confort, que descubres las cosas que realmente necesitas, las que valoras y las que no tienen importancia (la plancha es una de ellas y las preocupaciones por el que dirán también)
En mi primer semana aqui, la mayoria de las personas que he conocido son muy amables, sencillas y alegres (hasta los extranjeros). Es difícil adaptarse a vivir en un país con idioma, cultura, tradiciones y muchas otras cosas diferente al tuyo, pero la transición es más fácil cuando los locales te ayudan en el proceso, y también no hace daño encontrar aquí en Río a gente de tu país con la que puedes escapar aunque sea un rato del portugués y de la presión de hablar todo el tiempo despacio y perfecto para poder ser entendida.
En la primer semana conviví con personas de todas partes del mundo: paisanos, colombianos, peruanos, chilenos, estadounidenses, alemanes, franceses, italianos, ingleses y muchas otras que no recuerdo con certeza en este momento.
Río es una ciudad con más de 6 millones de habitantes (nomas poquitos más que Mexicali) mucho para hacer/visitar, y en esta semana he podido conocer gracias al city tour de la PUC, a las personas que me recibieron aquí y a las que me alientan a no estar encerrada en mi cuarto teniendo miedo del exterior, solo una pequeñísima parte de todo lo que esta ciudad tiene para ofrecer.
Estoy muy feliz con lo vivido hasta el momento (incluyendo la lluvia fuertísima que nos dejó empapadas corriendo en Copacabana a Gabriella, una de mis compañeras de casa y a mi) y ahora escribiendo esto en la universidad, rodeada de gente que habla portugués de una forma que no venía en mis libros de texto y con una velocidad 3x, me siento muy agradecida por esta oportunidad y por el apoyo de todas las personas que siempre me alientan, me respaldan, se preocupan y están al pendiente de mis shenanigans en Río.
Hoy más que nunca en mi vida sé con qué personas puedo contar, y sepan cuánto las aprecio y que cuando regrese a México no las voy a soltar. For real.
Al menos hasta después de que me lleven por tacos y/o comida china.
Beixo!
Adinha
Digo,
Ada xxx